Una extraña maldición persigue a los políticos: Cada día que pasa dan más muestras de no saber conjugar la primera persona (ni del singular ni del plural) del verbo dimitir, véase sin ir más lejos el caso Cifuentes. Pero, por lo visto estos días en Orihuela, tampoco saben pedir perdón, dar cumplidas aclaraciones o buscar culpables (si no son ellos) cuando la metedura de pata es tremenda. Viene esto a cuento del caso de esos chiringuitos que jalonaban hasta hace unos días las playas con más banderas azules de la Comunidad Valenciana, las de Orihuela -de lo que sí se saca pecho en los pasillos del Palacio del Marqués de Arneva- y que a día de hoy no tienen más servicio público que dar a turistas y vecinos que un par de retretes portátiles instalados con prisas entre kilómetros de playas de finas arenas y aguas azules.

Después de escuchar a Luisa Boné (Cs), concejala de Playas, y a Paco Sáez Sironi (PP), el responsable de Contratación, echarse las culpas uno a otro (eso sí se conjuga bien), a este periódico, que publicó las curiosas cláusulas en uno de los contratos más chapuceros de los últimos quince años de la historia del municipio (que quizá por ello ahora esté en el juzgado en plena investigación y con la Fiscalía al acecho) y en el que llueve sobre mojado (recordemos que del anterior ni se pagaba el canon de Costas), no le queda más que mostrar perplejidad porque, después de oídas todas las explicaciones, aún quedan cuestiones sin contestar, como son saber quién ha metido la pata, cuándo, cómo, dónde, por qué y cómo se va a resolver. Pero, no se preocupen, que todo eso no se lo voy a contestar porque no lo sé, aunque puedo intuirlo.

Si las cosas en Orihuela no estuvieran como están entre el Partido Popular y Ciudadanos (que es a partir un piñón porque se necesitan por muy distintos motivos), uno podría pensar que esta era la ocasión perfecta para comenzar un distanciamiento que a poco más de un año vista de las elecciones -aunque no se equivoquen, esa carrera comienza en la Vega Baja en seis meses a no más tardar- podría llevar a una ruptura que a los electores les permitiera distinguir con suficiente tiempo para decantar su voto. Para saber quién es quién. Pero no, si es por ellos seguirán hasta el último día compartiendo tareas de gobierno por esa mal llamada excusa tantas veces escuchada en todas partes del «trabajamos 24 horas al día por los intereses de...».

El pasado noviembre, en un comunicado que se produjo días después de que publicáramos que la Fiscalía investigaba el contrato de los chiringuitos (que lleva aparejado desde las hamacas, a las sombrillas, los aseos o las actividades de ocio y náutica), Luisa Boné anunció que ni siquiera se planteaba la prórroga de una concesión que concluía «después de Semana Santa», aseveró. Y añadió: «Estamos ante un contrato que está siendo investigado judicialmente por un supuesto fraude promovido durante la anterior corporación del PSOE y Los Verdes por lo que no vamos a prorrogarlo». Boné argumentaba que desde su Concejalía ya se «habían dado instrucciones para que se elaborara un nuevo pliego que no contuviera restricciones a la libre competencia» y sin perjuicio de «los mínimos estándares de calidad adecuados a nuestros servicios de temporada en playas». La edil, además, liberaba de toda responsabilidad a los técnicos municipales.

Semana Santa

Esta semana nos hemos enterado que el contrato, realmente, venció en noviembre de 2017 -bueno, eso es lo que nos han dicho- y que en esta Semana Santa, dicen que el Jueves Santo -bueno, eso nos han contado- «alguien» (sin nombres) se dio cuenta que la empresa continuaba prestando el servicio. Y esto tiene que ser cierto cuando le han cerrado el negocio cinco meses más tarde de lo legal. Pero, con el primer gran puente turístico del año encima, se hizo aquel día lo que se suele hacer cualquier Jueves Santo en Orihuela: se sale a ver la Procesión del Silencio y se sigue su ejemplo: Todos mutis con este asunto y mirando al suelo. La adjudicataria de los chiringuitos, que tiene a más de cien personas trabajando -multipliquen el negocio, pero también el servicio que se presta-, se ha encontrado tres semanas después con un cierre que tenía que haberse acordado en noviembre y que, evidentemente, ya ni se lo esperaba.

Según explicaba Sáez Sironi (que tuvo que salir porque no le quedó otra tras ser acusado por Cs, aunque este hombre no dé este perfil) hay un supervisor de ese contrato que no es de su área, que es de la de Playas, y al que indirectamente, apuntó como responsable. Y si alguien pusiera nombre a ese supervisor y anunciara la apertura de un expediente contra él igual teníamos un culpable, pero me da que ese va a ser el único inocente. Y mientras, PP y Cs se cruzan culpas. Boné, quien se desenvuelve mejor con notas de Prensa que con comparecencias después de tres años como cargo público, fue asesora el pasado mandato del grupo municipal de CLr-Claro por la cuota de los liberales y si ustedes aún no saben en qué departamento lo hacía les diré que de Contratación, pero esa es otra historia.

En Orihuela parece que siempre hay sitio para una chapuza de estas características pese a que sus ciudadanos pagan los impuestos esperando una gestión eficiente y ésta, evidentemente, no lo ha sido, pero lo más gordo no es que no sepamos quién es el culpable y que éste no expíe sus culpas, lo más gordo es que si el contrato vencía en noviembre o en junio (eso es otra teoría sobre la cual no les marearé más porque versa sobre la interpretación del mismo), lo cierto y verdad es que estamos a finales de abril y aún se está trabajando en su elaboración. Vamos, que si no hay alegaciones, saldrá adelante en un par de meses (con un procedimiento exprés), algo que no me creo porque, no lo olvidemos, el anterior está bajo sospecha en los juzgados y los técnicos (que son los mismos) ya se andarán con cuidado, con mucho cuidado, cuando tengan que decidir. La culpa de que no esté a tiempo no ha sido de ellos... si total Boné anunció en noviembre que ya estaban sobre el asunto.

Y aquí, en esta gestión, sí hay una falta grave de diligencia por no hacer las cosas en su debido momento cuando han tenido todo el invierno para resolverlo. Pero no, nos encontramos sin servicios en pleno inicio de los meses que traen turistas y generan empleo y con el beneficiario del mismo, al que no le quisieron dar la prórroga por «sospechas», ofreciéndose para reabrir el negocio hasta que se resuelva el concurso. ¿Tendría gracia que le dijeran que sí, no?

En la vida es muy importante tener dos cosas: actitud y aptitud. A mí me gustaría tener de la primera la mitad de la que exhibe el portavoz del PP, Rafael Almagro, la persona más feliz que conozco en Orihuela, al que nunca le falta una sonrisa. Y la tuvo esta semana una vez más cuando alguien le preguntó sobre culpables de este asunto y él, con esa confianza en sí mismo que le caracteriza, dijo que no los había.

Sí, culpables los ha habido y los habrá de otros asuntos porque es inevitable gestionar y no errar, el problema es no reconocerlo mientras se extiende como una mancha la imagen de la mala gestión pública. Un simple gesto, el pedir perdón, quizá hubiera sido suficiente (que le pregunten a Cifuentes) porque humaniza al político y encuentra siempre la aquiescencia de un ciudadano que siempre está esperando escucharlo en ese al que le votó para pensar que no se equivocó. Que el político se equivoca, que es humano y admite su culpa, que no es Dios.