Cuando más endiablado parece un problema más fácil resulta su solución. No hace falta ser ningún sabio Salomón para darse cuenta de que la raíz de la mayoría de los conflictos se encuentra en los intereses, en el dinero, en su administración. Y eso, y no otra cosa, es lo que ocurre con nuestro inédito Museo de la Semana Santa y su distribución entre el Ayuntamiento y la Junta Mayor de Cofradías de Torrevieja.

Por si no lo sabían -y mira que se ha dicho veces- los terrenos de este edificio son municipales y la inversión realizada de casi 6 millones de euros salió de las arcas de la Generalitat, es decir, de todos los valencianos. En cuanto al reparto la Junta Mayor de Cofradías lo quiere «toíco to pa´ella». El Ayuntamiento pretende darle diversos usos que ahorrarán dinero al erario público en alquileres que en algunos casos se prolongan 20 años, además de tener una utilidad bien definida.

Antes había mucho de donde gastar para la Semana Santa y actos religiosos. Y naturalmente la gente se calentaba la cabeza. Para recoger una perra gorda, perrica o peseta se confeccionaba una modesta urna de madera, se ponía un santico dentro, cubierto con un cristal a modo de hucha y una relación de nombres. Siguiendo esa lista los vecinos se iban pasando el armatoste unos a otros para que depositaran su limosna. Ignoro la recaudación mensual cuál sería, pero desde luego cuantiosa no mucho. Podríamos echar mano también a algún novenario y poner visitas guiadas al museo.

Son varias generaciones las que ya han pasado por la Semana Santa torrevejense desde que se recuperaron los desfiles procesionales a principios de los años ochenta. Y quizá se precise un cambio de aires, en este caso, más bien, debería asemejarse a una ventolera. Me comentaba un amigo que su problema y «drama» es el estar acostumbrados durante muchos años a recibir lo que es de todos como si fuera suyo y «más me merezco». La dirección de la Semana Santa se ha tomado tan a pecho el cambio de uso de «su» museo que asegura que es un «golpe a la religiosidad popular». Un museo del que tampoco ha dejado claro si está dispuesta a asumir todos los gastos de mantenimiento a la hora de abrir la persiana o espera que los asuma, como es «costumbre» no escrita, el Ayuntamiento.

Los tiempos de ahora no son los de antes. Y esa religiosidad tampoco. Las gentes de Torrevieja siempre han sido muy condescendientes y comprensivas con los dirigentes de su Semana Santa y los actos religiosos de la Patrona, hasta el punto de que un año se les olvidó cantar los himnos al final de la procesión de la Purísima y en otro cambiaron las baterías que alumbraban un trono y tuvieron que sacarlo a oscuras hasta que pudieron conseguir otras.

La Semana Santa en este pueblo no es cómo se organice, es cómo se la tome la gente. Y entre ambas actitudes hay mucha diferencia. Lo raro es que aparentemente no hayan entrado en contradicción ya.