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Orihuela

Aprendices de un arte sagrado

El taller del Museo Sacro brinda formación a futuros restauradores y les permite trabajar con valiosas piezas que atesora la Diócesis

Aprendices de un arte sagrado

El área de conservación y restauración del Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela ofrece a estudiantes del grado de Bellas Artes una oportunidad de formación del todo valiosa. Los alumnos tienen la posibilidad de poner en práctica las técnicas que aprenden en la universidad y las aplican en obras de arte reales y de valor histórico incalculable. Lo hacen siempre bajo la supervisión de la restauradora oficial, Pilar Vallalta. Su currículo la posiciona hoy como una de las profesionales más reputadas de la provincia y los aprendices aprovechan cada minuto para conocer los secretos de un oficio en el que su mentora se maneja con suma destreza.

El taller del museo está ubicado en la planta baja del Palacio Episcopal de Orihuela. Es una sala de acceso restringido en la que huele a barniz y a aguarrás, a acetona y madera vieja. Es un quirófano en el que las intervenciones buscan recuperar el esplendor original de las obras de arte. La provincia atesora tallas y esculturas que en las últimas décadas e incluso siglos han sido sometidas a retoques que hoy se consideran poco ortodoxos. En muchas imágenes se han aplicado policromías del todo diferentes al que su autor imprimió cuando creó la obra. Hoy lo que se persigue es todo lo contrario: recuperar su color primario. Eso es precisamente lo que se está haciendo, por ejemplo, con un Cristo crucificado que data de finales del siglo XVI o principios del XVII y que estaba expuesto en la reja del coro de la Catedral de Orihuela. La imagen lleva un repinte completo que, intuyen, se aplicaría quizá por cambios de estilo. Ahora Vallalta y las alumnas Mary Parra y Yolanda Alfonso trabajan para recuperar la policromía original del cuerpo y de los demás elementos. Han descubierto que el paño de pureza era dorado.

Aprender a utilizar bisturís, espátulas de calor, papel japonés y cola de conejo, o saber cómo frenar un ataque de insectos xilófagos en piezas de madera son algunos de los procedimientos que poco a poco les va desvelando Vallalta. «La ventaja de los que se forman aquí es que pueden tocar obra original, algo que en la carrera no sucede. Ven diferentes técnicas de la fase de consolidación, reintegración y todo tipo de tratamientos que de otra forma no podrían», explica la restauradora.

Otras de las piezas en la que se está interviniendo es una pintura realizada por Jerónimo de Córdoba a finales del XVI. La obra ya presentaba una grieta de tamaño considerable que se agrandó con el terremoto de Lorca. Lo que se está haciendo ahora es fijar los desprendimientos de pintura para después retirar la capa de barniz. En el marco están recuperando asimismo el color del pan de oro original que lo cubría.

Devolver el esplendor a la Virgen de los Dolores de Los Montesinos es otro de los retos que afronta el equipo del museo. El trabajo ya se encuentra en su fase final, pues debe estar lista antes de que comience la Semana Santa. La imagen fue tallada en los años cuarenta por Manuel Ribera Girona, aprendiz de Sánchez Lozano, pero también se policromó en años posteriores, por lo que se ha trabajado en recuperar su aspecto inicial. Las restauradoras aplicaron primero luz ultravioleta sobre la imagen y tras comprobar que había sido repintada comenzaron el trabajo con bisturí para eliminar las capas y rellenar grietas.

«En la carrera estudié asignaturas de restauración pictórica y escultórica, pero se aborda más de forma teórica que práctica. No es lo mismo aprender la teoría a aplicar los pasos a seguir para quitar un repinte o reintegrar una pintura bajo la supervisión de una profesional», explica Mary Parra, que se está formando en este museo desde el pasado junio. «Para mi esto supone aprendizaje y es lo que más me interesa ahora mismo. Es un privilegio estar aquí de la mano del equipo del museo porque son grandes profesionales y estoy muy agradecida por esta oportunidad», añade esta oriolana. En la misma línea se expresa su compañera Yolanda Alfonso, quien lleva ya un año y medio colaborando con el museo para formarse. «Vallalta tiene la experiencia de muchos años de trabajo en los que ha recuperado muchas obras. Nosotras somos sus aprendices. Ella evalúa las obras, decide lo que se debe hacer y con qué técnicas, materiales y productos», indica la restauradora que lleva año y medio en formación en el museo diocesano. Ambas están a la espera de entregar el Trabajo de Fin de Grado en la Universidad de Murcia para terminar sus estudios, aunque las dos han alargado su periodo de prácticas extracurriculares para seguir aprendiendo. Vallalta, que indica que cada vez reciben más solicitudes de universitarios para realizar aquí sus prácticas. Considera que con la actividad se consigue además que el taller «esté vivo, se arreglen cosas del museo y de fuera y se vea un resultado real en obras que después volverán a ser expuestas». En su saber confían los aprendices de este arte sagrado.

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