La sal de Torrevieja empieza a gestarse en realidad en la laguna verde de La Mata. Su lámina de agua (700 hectáreas) actúa como «calentador» y sirve para que se produzca una primera concentración de sal -que se encuentra con una proporción de unos 40 gramos por litro en el Mediterráneo-. Inicia desde ahí su primer viaje pasando a través de un canal a la laguna de Torrevieja. Entre los meses de abril y septiembre el agua se va saturando de sales con la ayuda de una temperatura que sube a medida que aumentan las horas de sol y la inestimable colaboración del viento. La sal precipita en el fondo de la laguna rosada donde se acumula formando una capa que se puede extraer durante todo el año. Esta es la gran diferencia entre las salinas de Torrevieja y cualquier otra explotación de sal marina, obligadas a esperar la desecación de sus balsas de evaporación para recoger la producción de sal. La salinera torrevejense utiliza una tecnología única para desarrollar su proceso de producción y extracción.

Una enorme plataforma móvil, equipada con motores de retroexcavadora y orugas subacuáticas para desplazarse, va rascando con una pala la placa de sal formada en el fondo. El operario maneja esta «volvedora» con un GPS que le indica el camino a seguir. Siempre en paralelo al que ya ha recorrido, marcado en su ordenador en color azul. Puede recorrer dos kilómetros diarios y funciona 20 horas al día. La sal es recogida en el punto en el que se encuentre esta plataforma por un equipo de 13 remolcadores. Cada uno arrastra una docena de barcazas con capacidad para transportar cientos de toneladas diarias. Son los «raches» que recorren la laguna día y noche girando como una noria alrededor de la «cosechadora» y navegan con la sal hasta la «isla», instalación situada en el centro de la laguna, que está conectada a la orilla por un estrecho dique de más de un kilómetro y medio de longitud.

Barcazas de acero y remolcadores están diseñados específicamente para la laguna de Torrevieja, que no supera 1,20 metros de profundidad, y soportar la corrosión de la salmuera. En la isla se vuelca el mineral en una cinta transportadora que la dirige hasta los grandes montañas de sal. Antes habrá sido lavada con agua de la propia laguna para retirar los restos de lodos del fondo. Y poco más. No hay apenas manipulación desde las montañas de sal hasta los mercados de destino del producto. Una desterronadora desmenuza la sal que se apelmaza cuando pasa tiempo en esas pirámides blancas. El objetivo es que esté preparada para entrar en los molinos y el ensacado -instalaciones también renovadas este año-, o para su transporte a granel en barco a través de los 4 kilómetros de cinta que llevan la sal al puerto. Y en un mercado hipercompetitivo por la calidad y la cantidad de sal dispensada en origen, la salinera torrevejense conserva intacta la fidelidad de sus compradores.

Pese a la explotación inmobiliaria, el turismo o los peores temporales de levante, la sal sigue siendo pasado y futuro de la industria de Torrevieja. Desde sus orígenes con la empresa salinera, para crearla. Y ahora, incluso, para hacer agua potable quitándole la sal al mar.