Sólo les faltó poner una bomba como último recurso para paralizar las obras de la desalinizadora de Torrevieja. Todo lo demás, realizado sin tiento y con poco tino, para evitar la entrada en funcionamiento de esta inversión de 300 millones de euros cayeron en saco roto (los sobrecostes todavía los investigan los juzgados),

En los largos años de litigio entre el gobierno central socialista y el autonómico del Partido Popular (PP) -con recurso ante el Tribunal Constitucional incluido-, los dirigentes populares locales ordenaron el cierre de las oficinas de la empresa estatal Acuamed, los accesos a las obras, pusieron en duda las condiciones sanitarias de los botellines de agua desalinizada que se repartieron a modo de difusión del funcionamiento del programa Agua en las playas y, por último, demoraron la cerca de dos años la concesión de la servidumbre de paso por el Muelle de la Sal de las tuberías de captación y retorno del agua del mar cuando la principal obra ya estaba terminada.

Lo hicieron a base de trolas y disparates. Compitiendo entre ellos para ver quién decía la «barrabasá» más gorda. Llegaron a asegurar que el agua desalinizada originaba impotencia (atrofia testicular, dijo Domingo Soler, en aquel momento ariete mediático local del PP en Torrevieja). La estamos bebiendo mezclada con la poca que queda de la cuenca del Segura y del Taibilla y con boro.

Sí se le quita el boro a la que se ha estado utilizado para el riego. Eso sí, subvencionada por todos nosotros para que fuera accesible para las comunidades del Sindicato Central de Regantes del Trasvase Tajo Segura.

Esteban González Pons llegó a comparar la contaminación que crearía el proceso de desalinización con la niebla de Londres y su impacto ambiental, en caso de vertido de salmueras, al de una central nuclear «del mar». Criticó el efecto medioambiental de la subestación eléctrica, que él mismo había autorizado y la comparó con las plagas de Egipto.

Ahora las circunstancias han cambiado: los agricultores quieren agua, sea como sea, porque no hay otra ? el cierre del trasvase lo reguló el PP para evitar problemas con Castilla La Mancha- y se concentraron el otro día frente a la planta desanilizadora, apoyados por los mismos que no hace mucho tiempo les pusieron en contra de ella. Por el granero de votos antes, lo mismo que ahora.

No ahora, hace ya mucho tiempo me dí cuenta de lo volubles y vulnerables que somos las personas, pero en los últimos tiempos esta característica se ha desorbitado. Solamente oímos lo que nos gusta oír y lo que nos digan y así nos va, aunque a veces nos endilguen patrañas y eso hoy en día con las redes llamadas «sociales» es fácil. Además, hemos perdido la costumbre de intentar esforzarnos mínimamente en entender a los demás. El ejemplo más claro ha sido el de las elecciones catalanas: ¡Qué desperdicio de verborrea donde a los pocos candidatos que han abogado por cerrar heridas les han respondido que primero había que desinfectarlas!

Lo más gordo y desafortunado de lo oído en la campaña entre constitucionalistas «unionistas» y republicanos «indepes» fue aquello de que estos últimos estaban «abducidos».

No especificaba este agudo pensador si se refería a los políticos instalados en Bruselas o a casi la mitad de la población catalana. Una mitad que seguirá reclamando la República y los agricultores, sean de las grandes explotaciones de riego del SCRATS o los casi siempre humildes regantes tradicionales del río Segura ... su agua.