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Orihuela

Rabaloche, el barrio olvidado

El primer arrabal que tuvo Orihuela atraviesa una delicada situación por culpa de la delincuencia, las drogas y su degradación

Rabaloche, el barrio olvidado

Es el barrio más emblemático de Orihuela, el germen de la ciudad y quienes allí viven llevan con orgullo lo de ser «rabalocheros». Sin embargo, el barrio del Rabaloche de Orihuela dejó hace mucho tiempo de ser conocido por ser el primer arrabal que tuvo la ciudad, el Raval Roig (de ahí lo de Rabaloche), a conocerse por su degradación y su, cada vez más evidente, abandono. El aumento de la delincuencia es otro de los problemas que preocupa a los vecinos, quienes no ocultan su indignación.

Nada más llegar a la sede de la Asociación Vecinal de Capuchinos y calles adyacentes del Rabaloche, los representantes vecinales nos reciben con un «¿habéis notado en el coche los baches y desniveles que tiene la carretera? Es la bienvenida al barrio y no es nada para todo lo que vais a ver». Tienen razón. Nada más entrar en la zona residencial observamos un enorme boquete en unas escaleras y la acera hundida en la calle Oriol. «Lleva así más de un año, pusieron unas vallas y ahí se ha quedado».

Según explican los portavoces de esta asociación, el concejal de Infraestructuras, Juan Ignacio López-Bas, se comprometió el pasado 24 de febrero, en una reunión que mantuvieron los vecinos del barrio con el alcalde, Emilio Bascuñana, y otros ediles del equipo de gobierno, a darles una respuesta sobre si esas vías que están tan deterioradas y que amenazan con hundirse, son públicas (en cuyo caso la responsabilidad del mantenimiento y arreglo es del Ayuntamiento) o privadas (los vecinos tendrían que asumir su arreglo). Pero 10 meses después aún no han obtenido respuesta. «Nos han dejado de la mano de Dios, nadie tiene interés por el barrio del Rabaloche», dice, resignado, un portavoz vecinal. Curiosamente, en esas calles una señal puesta por el Ayuntamiento de Orihuela recuerda la prohibición de jugar con un balón.

De esa reunión, de la que salieron con muchas expectativas, sólo quedan las palabras y las promesas del regidor Emilio Bascuñana. «Han hecho oídos sordos», explica ese portavoz de la asociación vecinal, que señala que «el barrio está muerto en infraestructuras y aseo urbano, y desde que Bascuñana es alcalde no ha hecho nada en el Rabaloche, ni una mínima inversión», se queja. «Y aún estamos esperando que nos responda a las llamadas y whatsapp recordándole que quedó el 24 de febrero en darnos soluciones a los problemas del barrio. Y pagamos los mismos impuestos que los que viven en la Glorieta o en Los Andenes, pero sin recibir servicios». Los vecinos anuncian que iniciarán movilizaciones si el equipo de gobierno no toma medidas para atajar la degradación del barrio «como se comprometió», apuntan.

Un grupo de gallinas y pollos nos recibe en la zona del barrio más pegada a la ladera de la sierra. «Son parte de la fauna del Rabaloche, campan a sus anchas por las calles», explican los vecinos. Una de las gallinas, de considerable tamaño, busca alimento junto a sus polluelos dentro del vallado donde los escombros de la fachada de un edificio de la calle Encarnación Vilella Pina aguardan a ser retirados desde hace casi un año. La basura acumulada en la acera, donde hay hasta colchones y todo tipo de residuos que dejan almacenados residentes con poco civismo, impiden caminar por el trozo de acera que queda sin vallar. La calle ha quedado cortada sin posibilidad de ser atravesada por los vehículos, que deben dar una enorme vuelta para ir de un lado a otro de la vía. «Si hubiera un incendio, ¿cómo pasan los bomberos? Ya hemos tenido problemas para que las ambulancias atiendan a algún vecino que lo ha necesitado porque se las ha visto y deseado para poder dar la vuelta y el pasado verano falleció un vecino en su casa y los operarios de la funeraria tuvieron que ser ayudados por los policías para poder llevarse al difunto por las empinadas cuestas, ya que el vehículo se tuvo que quedar abajo al no poder subir por estar la calle cortada», lamentan.

La suciedad es evidente. La higiene deja mucho que desear en algunas zonas de este degradado barrio donde, habitualmente, hay problemas con las pulgas, según denuncian los vecinos. «Pedimos un poco más de atención y que se amplie el servicio de limpieza en el barrio del Rabaloche ya que el barrendero que limpia habitualmente estas calles no da a basto».

Los pollos que se acercaron a nosotros esperando que les diéramos algo de comida, vuelven por donde vinieron. Se calcula que hay más de 40 gallináceas que viven libremente por la ladera de la sierra.

Drogas

Pero las gallinas no es lo que más preocupa a los vecinos. Desde que comenzamos la visita por el barrio nos dimos cuenta que nos estaban observando. Un joven con chándal, que habíamos visto a nuestra llegada en la calle Chumberas, ahora espera en la esquina de otra calle. Es evidente que vigila nuestra visita, que no es cómoda para quienes se dedican al trapicheo de drogas en este barrio. «¿Te has fijado en ese chaval? No nos quita el ojo de encima desde que llegasteis», nos advierte uno de los vecinos que nos acompaña para hacer este reportaje. Están acostumbrados. No sería la primera vez que reciben amenazas por denunciar el problema de drogas que sufre el barrio. En la calle Capillas, justo en la intersección con la calle Capuchinos, donde a pocos metros se encuentra el casco histórico con sus monumentos y no muy lejos el Ayuntamiento, un coche rojo despierta nuestras sospechas. «Están trapicheando, los conocemos a todos pero la Policía no pasa por aquí todo lo que nos gustaría, y cuando lo hace tienen informantes que les alertan de su presencia y desaparecen», cuenta uno de los vecinos. Junto al coche, un joven «se fuma» la droga que acaba de adquirir, cerca de un grupo de chavales que juegan en una plaza. «Se drogan o fuman porros a plena luz del día, les da igual si hay niños» que, desgraciadamente, se han acostumbrado a ver estas imágenes.

La delincuencia se ha incrementado en los últimos meses y, por ello, los «rabalocheros» reclaman más presencia policial. «Nos hemos reunido con el comisario de la Policía Nacional, pero siempre se excusan en la falta de efectivos». «Da miedo subir al barrio», se quejan los residentes. De poco sirvió la redada policial que hace unos años descabezó la venta de drogas en la zona, con la detención de sus cabecillas, que han sido sustituidos.

Antes de dar por zanjado el recorrido por el arrabal, los vecinos señalan las viviendas que han sido ocupadas por «okupas». «Llegan, dan una patada a la puerta y se meten». «Vamos camino de ser las 1.000 o 3.000 viviendas de Orihuela», lamentan.

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