Con sonrisa tímida, un fuerte carácter y las ideas muy claras. Así recuerdan a la magistrada de la Audiencia Nacional Carmen Lamela (1961) algunos de los funcionarios que trabajaron con ella durante un año, cuando fue destinada a los juzgados de Orihuela. Fue el 18 de julio de 1986 cuando la ahora popular juez llegó a la capital de la Vega Baja para encargarse del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 (sólo había dos, el otro era el de Distrito, que se convirtió años después en el número 2 de Instrucción).

Por entonces la magistrada no podía imaginarse que 31 años después se convertiría en la juez más mediática tras encarcelar al cesado Govern de Cataluña, con el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, al frente, y a siete exconsellers y haber dictado una orden de detención internacional del expresidente Carles Puigdemont y otros cuatro exconsejeros de su depuesto gobierno, que permanecen en Bélgica, acusados de los presuntos delitos de rebelión, sedición y malversación de caudales.

Lamela tan sólo estuvo un año en Orihuela, hasta el 18 de julio de 1987. Fue su primer destino tras ingresar en la Judicatura en 1986, en el puesto octavo de 169 aprobados ese año. Una joven juez, con tan sólo 25 años, llegaba a un municipio, entonces mucho más pequeño de lo que es ahora, donde todos los funcionarios de los juzgados, 8 por aquél entonces más un secretario judicial, eran hombres. «No era normal entonces ver a una juez mujer, de hecho fue de las primeras mujeres que llegó a los juzgados de Orihuela, donde todos eran hombres, y llegó una chica joven, recién llegada a la carrera judicial, pero no tardó en imponerse», explica un oficial que trabajó codo con codo con ella en Orihuela, y que prefiere mantenerse en el anonimato.

En los años 80 los juzgados de Orihuela, situados entonces en la calle Santa Justa, no eran tan conocidos como ahora por llevar diversos casos de corrupción, entre ellos el Brugal. Años después, en su dilatada carrera, sí que tendría que encarcelar a más de un corrupto, pero por aquél entonces tuvo que trabajar en diversas causas penales y civiles. «Carmen pronto se ganó el respeto de todos porque era muy trabajadora y disciplinada. Impactó mucho que, para su juventud, tuviera las ideas tan claras y fuera tan recta en la aplicación de las leyes. Se veía que podía llegar lejos», explica este funcionario.

Su fuerte carácter era compatible con ser «una gran persona» como coinciden en señalar todos los que la conocieron, y siempre «dispuesta a ayudar al que lo necesitara». «Era muy fácil trabajar con ella porque tenía grandes conocimientos» e, insiste, «era muy recta a la hora de tomar decisiones y muy seria en su trabajo», aunque de fácil trato fuera de él.

Un perfil que coincide con quienes conocen actualmente a Carmen Lamela, que aseguran que es difícil encasillarla ideológicamente y muy centrada en su trabajo, aunque amable en el trato. Así que los años, en ese sentido, no han hecho cambiar a esta magistrada que ya saltó a la luz pública tras procesar por terrorismo a nueve jóvenes de Alsasua (Navarra) que en 2016 agredieron a dos guardias civiles en las fiestas del municipio, y por encarcelar por blanqueo de capitales al expresidente del Barça, Sandro Rosell.

Casos muy mediáticos que la han convertido en una juez estrella, aunque a ella no le guste esa etiqueta. «Siempre ha sido muy discreta y no es alguien que se deje influir fácilmente», señala el funcionario que trabajó con ella en Orihuela, donde, a pesar de haber estado tan poco tiempo, dejó huella.