Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Orihuela

Un museo donde cabe de todo

El municipio desprecia desde hace años su legado histórico al convertir la Sala San Juan de Dios en una especie de un almacén

Un museo donde cabe de todo

La orden hospitalaria de San Juan de Dios construyó en Orihuela un edificio en el casco histórico entre los siglos XVI y XVIII que fue su sede con importantes ampliaciones hasta su exclaustración en el siglo XIX. Dos edificios, el hospital y el convento, reconvertidos a finales de los 80, tras su abandono por las Carmelitas Descalzas que fueron sus últimas inquilinas y que mantuvieron el hospital hasta entonces, en la Sala-Museo San Juan de Dios, que a la sazón también alberga el Museo Arqueológico Comarcal sin que sea posible distinguir dónde comienza uno y acaba el otro. Al menos ambos están separados de la sala de exposiciones contiguas por unas puertas.

Un edificio, en cualquier caso, que deja atónito al visitante por el estado de deterioro -humedades y desconchados que no son precisamente por los siglos de historia que atesora sino por su patente falta de mantenimiento- y por el hecho de haberse quedado anclado en un modelo museístico del siglo pasado... y no hablamos de finales de siglo, más bien de mitad de siglo. A pesar de ello, el edificio es un Bien de Relevancia Local por la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano, pero a día de hoy languidece en el olvido. Todos los gestores que han pasado por él lo han reconocido pero nadie ha hecho nada. El principal problema, como siempre, es el presupuestario.

En una ciudad como Orihuela, con patrimonio por doquier es de una enorme tristeza el haber convertido uno de sus muy nobles edificios, cargado de historia, en una especie de almacén donde el visitante se puede encontrar casi de todo. La pieza fundamental que acoge en el antiguo presbiterio de la iglesia es El Triunfo de la Cruz o La Diablesa (como se prefiera), una de las principales piezas del imaginero Nicolás de Bussy y talla fundamental en la Procesión del Santo Entierro de Cristo, junto a al Caballero Cubierto, cargo éste que corre a cargo del Ayuntamiento para ensalzar a uno de los prohombres de la ciudad que podrá cruzar ese día la Catedral de El Salvador con la cabeza cubierta. Sólo esta historia sería suficiente para que el museo se dedicara a este hecho cultural y religioso que coloca al municipio cada Sábado Santo entre las principales manifestaciones de la Semana Santa española. Pero no, el museo da cabida a toda la historia de la ciudad. De hecho, para llegar a contemplar La Diablesa, el visitante debe entrar por el portón flanqueado por los cabezudos que desfilan en el Corpus Christi y en las fiestas de la patrona, la Virgen de Monserrate, cada septiembre; y atravesar un pasillo donde se agolpa desde el Paleolítico y hasta el siglo XVIII en una visita que no durará muchos minutos por la falta de atractivos que inviten al visitante a detenerse a contemplar las piezas o a leer sus inscripciones y eso que hay algunas de gran valor. Precisamente, el actual concejal de Patrimonio, Rafael Almagro, ha comenzado una cruzada por dignificar una por mes y cualquiera de las que presenta merecería el que el visitante se detuviera si su historia estuviese contada. Pero no. Buena parte de este patrimonio arqueológico que convive a pocos centímetros con la imagen del Diablo con pechos son el resultado de las excavaciones del Padre Furgús en el poblado de Los Saladares, también olvidado y con más intereses privados que públicos para sacar de allí todo el patrimonio que sigue enterrado.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats