Según el refranero español, que es sabio, ¡sabe más el diablo por viejo que por diablo!. El cancionero popular no deja lugar a dudas y si lo deja es para descubrir una evidencia en la que, hasta ahora, yo no había caído, aunque en peores plazas he «toreao» y, como dice mi amigo y ex compañero de curro, Miguel Ángel Díaz, he salido airoso o por lo menos lo he intentado, porque bastante tengo con lo mío como para preocuparme de lo de los demás. ¡Válgame el Señor y la Virgen!. Lo que está bien, bien está, pero que no nos vendan motos sin manillar, porque lo que no es de recibo que se lo meta el vendedor por donde amargan los pepinos o por donde tienen las avispas el aguijón. ¡Para este viaje no necesitamos alforjas, «sosio»!.

Ya se sabe que ¡quien quiere agradar a todos, termina cagándola!. Me gusta el refrán que dice: «No ames a quien amó, ni sirvas a quien sirvió». ¡Sabiduría popular, «dulsísimo» nombre de Jesús y de María!. Pero hay quien no es más tonto porque no entrena y cuando lo hace -entrenar- termina con diarrea mental, porque todo le sale hecho una mierda y acaba viéndosele el «rulé/retambufón». Siempre hay alguien que no se entera, mientras que otros sacan pecho y se apuntan tantos a costa del tonto de turno, que, en el caso que nos ocupa, se pretende que sea el pueblo de Orihuela. ¡Entero, desde Campoamor a Barbarroja!.

¿Cuántas veces ha venido Quino I de Morella, «El Magnánimo», a Orihuela prometiendo el oro y el moro?. ¡Mogollón!. ¿Cuántas veces más tenemos que aguantar el ninguneo que sufrimos por parte de quienes nos desgobiernan a su antojo, pasándose por el arco del triunfo a una ciudad como Orihuela, a la que parece que se quiera empujar a ser murciana o que se pronuncie a favor de su segregación, en plan «catalino/polaco»?. Quiero recordar -¡y recuerdo!- que, en su día, hubo un movimiento cantonalista -similar al cartagenero- llamado Alicantón, con capital en Orihuela, ciudad que, en otro tiempo, lo fue del Reino de Teodomiro. ¿Tendremos que desempolvar la idea?. Parece que quienes se empeñan en ningunear a los «vegabajeros» están como locos para que enarbolemos la bandera de la «independenzía» -que dirían los vascos- y no me estoy refiriendo al tan traído y llevado decreto Marzá, por el que, a la trágala, se nos quiere obligar a hablar una lengua, el valenciano, que ni nos va ni nos viene, porque no tiene arraigo alguno en el cono sur alicantino. ¡No me imagino a mi tío Alberto vendiendo, o comprando, limones y naranjas en valenciano, ni a mis paisanos de Cox; es que ni me lo imagino!.

No me refiero, os lo prometo, a la «llengua» de Joanot Martorell, autor del «Tirant lo Blanc». Quino I de Morella -lo he escuchado, nadie me lo ha contado- ha abogado, siempre que ha venido a Orihuela, por el entendimiento entre las administraciones autonómica y local. Muchas veces -siempre que ha visitado los territorios del sur- ha dicho que su gobierno trabajaría para dotar a Orihuela de lo que viene demandando y se merece. Pero va a ser que donde dije digo, digo Diego, o lo que es lo mismo «mucho te quiero perrito, pero pan poquito». Esto es como lo de la frase que pronunciaba Debbie Allen en la peli «Fama»: «La fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar». Lo que pasa es que ya estamos hasta los mismos «colindrones» de ser los tontos del bote, en plan Lina Morgan, y los que siempre pagamos el pato. ¿Es que no hay nadie más en toda la comunidad autónoma?. ¡Coño, que miren «pa» otro lao y que nos dejen una «miajica» tranquilos!. A ver si, en Valencia, se dan cuenta de que «no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante».

Quino I de Morella, por la gracia de Dios y de Mónica Oltra, se ha llenado la boca abogando por la normalización en las relaciones institucionales entre los valencianos de «arriba» y los de «abajo». Por si no habéis caído, para «»El Magnánimo» -y a las pruebas me remito- hay dos clases de valencianos, los de Primera, como el Valencia y el Villarreal, y los de Segunda, como el Elche. ¡Y la pregunta del millón!. ¿De quién depende la Fundación Miguel Hernández?. Creo que, sin miedo a equivocarme, de la Consellería de Cultura. ¿Sabéis lo que ha hecho Cultura?. Pues ningunear a la Fundación del poeta de quien los políticos progres se llenan la boca diciendo que es valenciano. ¡Y una mierda, es oriolano de nacimiento y universal de vocación!. A Miguel, no es la primera vez que lo pongo negro sobre blanco, se le maltrata. Y ¿cómo se le maltrata?; pues dejando su Fundación en mantillas -en la huerta se diría «en cueretes»-, pasando de casi 20 trabajadores/colaboradores a uno sólo, el director, Aitor Larrabide, en plan chica para todo. ¡Ah, a Miguel no se le debe politizar, como en la «visita» de Pedro Sánchez, en la que estuvo casi todo el aparato «sosiata» en primera fila!. ¡Miguel no se lo merece; creo!. ¡Mucho te quiero perrito, pero pan poquito!. ¡Menos mal que éste es el año de Miguel Hernández!.