Conocido, respetado y admirado son los tres adjetivos que utilizó hace un par de meses el alcalde de Orihuela, Emilio Bascuñana, para definir a Federico Ros, la persona elegida este año para ser protagonista de la Procesión del Santo Entierro de Cristo, aquella en la que un trono que representa a un diablo con pechos, a la Diablesa, se queda a las puertas de la Catedral de Orihuela mientras un prohombre de la ciudad cruza el templo sin descubrirse gracias a una bula papal de 1620 que, sea o no merecedora de un reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad, lo es de un pueblo y de cómo vive una Semana Santa que sí tiene el reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico Internacional y que conjuga tradición y cultura junto a religiosidad. En Orihuela todos viven estos días en mayor o menor medida de ello.

Ros, abogado de profesión y curiosamente el letrado elegido para defender la propiedad municipal de La Diablesa en una demanda presentada por el Cabildo de la Catedral, no pierde ni la sonrisa ni se le ve nervioso dos días antes (la entrevista y las fotografías se tomaron el pasado jueves) de ser coprotagonista, junto a la talla de Nicolás de Bussy, de una procesión que tendrá un primer acto en el Colegio Santo Domingo donde ofrecerá un discurso que, a buen seguro, no dejará a nadie indiferente. Asegura que sintió más presión cuando le ofrecieron el cargo que en estos momentos. Pese a que conoce muy desde dentro la Semana Santa, es vicepresidente de los Pilares de la Soledad, «cuando te lo proponen no sabes a fondo a qué te enfrentar y a la cantidad de actos. Pero cuando ya he establecido un hilo conductor, que lo tengo, lo he disfrutado».

¿Disfrutado? Sí, una palabra que define cómo alguien se puede sobreponer a la responsabilidad que se le ha encomendado para, realmente, poder sentir lo mismo que vivió su abuelo en 1941. «Yo aquel año no lo vi porque ni había nacido. Él tendría unos 40 años pero si lo recuerdo de niño en la procesión cuando participaba con otros caballeros cubiertos?». Ros es una persona que casi siempre está de bueno humor, deportista que, con los años ha ido de menos a más, ha hecho de las pruebas de triatlón una válvula de escape que le da ese toque de felicidad.

A las puertas de la Catedral posó con la chistera que, como manda la tradición, procede de la sombrerería El Gavilán, un centenario lugar de culto del que él es cliente de todo tipo de sombreros por su calvicie pero nunca, hasta ahora, lo había sido por una chistera que, como todas, tiene su historia. A él se la ha regalado su cofradía que, un minuto después de conocerse su nombramiento, así se lo hizo saber por boca de su presidente, Tomás Sáez, quien el año pasado fue Caballero Cubierto. Por si alguno se lo pregunta la chistera es de la talla 56 y, aunque Ros asegura que no es muy supersticioso, se la probó en la sastrería, siguiendo como siempre los sabios consejos del propietario, y la guardó en su caja a la espera de este próximo sábado.

Todo Caballero Cubierto que se precie tendrá un momento de gloria en la procesión pero a todos se les pide que antes de ello, en la recepción que se dará en el claustro de Santo Domingo, se dirija a todos con un mensaje que trascienda más allá de los sentimientos y que sirva para, de algún modo, iluminar conciencias o, al menos, dar lugar a una reflexión. Dicho discurso siempre es uno de los secretos mejor guardados y, si tenemos en cuenta que Ros es letrado, mucho más. Aún y así, sabedor de la responsabilidad que le aguarda, adelantó que serán palabras de mucho agradecimiento y de mucho respecto a este Sábado Santo tan necesario para que haya un Domingo de Gloria. Es el momento del Caballero Cubierto, es el momento de Federico Ros.