La insignia de Orihuela, la Gloriosa Enseña del Oriol, ya está en su lugar de retiro habitual dentro del Ayuntamiento. A medianoche se retiró del balcón donde permaneció un día entero, salvo durante las seis horas en las que desfiló por las principales calles del municipio.

La jornada más señalada de las fiestas de la Reconquista y de Moros y Cristianos se inició pronto. A las 9.45 de la mañana, el Estandarte descendió del balcón consistorial para recorrer las calles del municipio bajo la custodia del Síndico Portador, cargo que este año se concedió a título póstumo al periodista Eduardo López Egío, fallecido hace tres meses, y gran seguidor de esta fiesta. Su hijo, Miguel López, fue el encargado de representarle. No faltó el beso a la bandera más querida por los oriolanos que, por primera vez, lució un crespón negro en recuerdo del «ELE». Los ediles de la Corporación municipal cogieron sus lazos, y emprendieron el desfile con una presencia no muy numerosa de público, tras la larga noche del sábado.

Su primera parada fue en la Catedral, para acto seguido, y junto a las Santas Justa y Rufina, trasladarse a la iglesia que lleva el nombre de las patronas, donde se ofició la misa de la Reconquista. Los protagonistas fueron los abanicos, en un día donde se superaron los 30 grados, aunque menos caluroso que otros años. Allí se pudo ver el único momento en el que la Gloriosa Enseña se inclina, ya que sólo lo hace ante el Rey y ante Dios.

A la salida ya sí estaban las calles llenas de comparsistas que esperaban el momento de desfilar junto a la Enseña, una vez acabados los actos religiosos. Se unieron también los ediles de Cambiemos Orihuela, Karlos Bernabé y Marta Guillén, que en esta ocasión lucieron un vestuario más cercano al riguroso negro del resto de ediles, una norma no escrita.

A remojo

Miles de oriolanos desfilaron por las calles de la ciudad con sus trajes de media gala y refrescándose por dentro, sobre todo con cerveza, y por fuera, con el agua que desde los balcones arrojaron los vecinos con cubos y mangueras. Había ganas de fiesta y así lo demostraron tanto los moros como los cristianos, que no pararon de bailar durante las más de dos horas de largo desfile, que hizo parada, como es costumbre, en el monumento a la Armengola de Capuchinos, donde los embajadores moro y cristiano, Juan de Dios Rogel; y la Armengola, Gloria Valero, depositaron una corona, que se adornó con dos lazos con los colores de las señeras española y valenciana por parte del alcalde y del Síndico, y se izó la bandera nacional.

Pasadas las tres y cuarto de la tarde, el himno nacional anunciaba el ascenso del «Pájaro Oriol» al balcón del Ayuntamiento, después de una larga jornada. No faltaron los pétalos de rosa en la subida. El acto más importante de las Fiestas de la Reconquista terminó con los sones del himno valenciano cuya letra, en castellano, corearon las miles de personas congregadas allí, que aprovecharon después para acercarse a las cábilas y cuarteles, donde más de uno ha establecido allí su casa durante esta semana de festejos.