El Partido Popular que encabeza Emilio Bascuñana, diez meses después de volver al gobierno de Orihuela, tiene las manos tan atadas como las tuvieron sus antecesores con el asunto de las basuras. El servicio sigue en un limbo desde que se rescató en 2012 de manos de una UTE salpicada por las sospechas de corrupción. Aquello se hizo de forma provisional y lleva camino de cumplir cuatro años. La falta de presupuesto propio para la gestión y de marcar directrices disponiendo de una inversión para poder ejecutarlas, genera que la recogida de desechos ofrezca más sombras que luces sin saberse a ciencia cierta si el Ayuntamiento va o viene o si tiene un plan y cuál es. Y, mientras, las calles están sucias. Sí, sucias.
Y eso pasó, pasa y pasará a muy pocos metros del flamante casco histórico en el que se ha realizado un esfuerzo descomunal por parte de las brigadas para que resplandeciera durante la Semana Santa. Existe un claro problema de falta de contenedores. Y otro de falta de civismo porque a cualquier hora del día hay ciudadanos tirando sus bolsas de basuras y eso es muy grave en una ciudad en la que estas cubas se siguen abriendo a mano porque son de baja calidad -las que permitió el contrato firmado hace dos mandatos y que también está bajo sospecha- y carecen de pedal, algo que termina por dejar el contenido expuesto a turistas y vecinos durante toda la jornada porque alguien se encarga de abrirlo pero nadie de cerrarlos.
Trabajadores
Mientras tanto, hay más de un centenar de trabajadores que ven cómo el servicio va perdiendo calidad, las máquinas se estropean porque cada vez son más viejas y desconocen cuál será su futuro porque Orihuela, para las basuras, no se sabe si tiene un plan.
