Recuperar el esplendor de las imágenes originales, muchas de ellas con varios siglos de historia, y devolver a las tallas la majestuosidad que se merecen para estar a la altura de una Semana Santa declarada de Interés Turístico Internacional. Este es el objetivo de las labores de restauración que está llevando a cabo estos días el taller del Museo de Arte Sacro de OrihuelaMuseo de Arte Sacro de Orihuela. Entre los muchos trabajos que realizan cada año, se encuentra el de la restauración, antes de la Cuaresma, de una imagen de la Semana Santa. En este caso la escogida es una talla que procesiona junto a la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Caída, de la Cofradía del Perdón.
Se trata de una pieza del siglo XIX, restaurada en el año 1928 por el artista Sánchez Lozano, quien realizó una profunda remodelación de la imagen. Es ahí, precisamente, donde radica la dificultad de esta restauración, señala Pilar Vallalta, la restauradora del museo, en «saber qué parte de la escultura pertenece a cada autor, sacar los colores originales y ver qué dejamos y qué eliminamos».
Para ello, el taller de restauración emplea diferentes técnicas, unas más sofisticadas que otras para conocer en profundidad los detalles de la pieza. Fotografías infrarrojas o radiografías son utilizadas para conocer en detalla las diferentes variaciones que se han ido sucediendo en las imágenes, saber de cuántas piezas dispone e incluso determinar cuántos años tiene cada una de estas composiciones, de forma que permite conocer qué parte de la talla pertenece a la del autor original y qué parte fue modificada posteriormente. Pero también se emplean otras técnicas, ya directamente sobre la imagen, ya que «muchas veces lo vas haciendo a ojo, te sirves de documentación que se conserva de la pieza, pero sobre todo sé a qué época y a quién pertenece por el tipo de pintura», explica.
«Si es acrílico, se trata de un pintor más moderno, y lo sabemos porque el acrílico se va con un tipo de disolvente, por lo que si al aplicarlo, salta la pintura, es acrílico. En el caso del óleo, cuanto más antiguo es, más difícil resulta de quitar, y en este caso se emplea otro tipo de disolvente distinto».
Los trabajos no siempre se centran en devolver la imagen a su estado original, pues en muchos casos se da la circunstancia de que «una modificación de un artista posterior es mejor que la talla original», como en el caso de esta imagen del trono de Nuestro Padre Jesús de la Caída, donde «Sánchez Lozano mejora notablemente la composición original», explica Mariano Cecilia, historiador del Museo de Arte Sacro. De hecho, en el año 1928, Sánchez Lozano remodela la talla «ante las muchas críticas aparecidas en la prensa que decían que era muy fea». Así, cambia el marrón original de la túnica por un verde más llamativo, y añade otros elementos como el fajín o el turbante para que parezca más alto y esté a la altura del Cristo al que acompaña. Estas modificaciones son las que se pueden encontrar también con esas radiografías y fotografías infrarrojas, que «nos permiten ver cómo se han añadido trozos de madera posteriormente para alargar los brazos, o se le ha elevado al altura».
La talla llegó al Museo Sacro con tres dedos rotos, que también se someterán a restauración. Estas roturas se han producido debido a que sobre la mano de la talla descansa parte de la cruz que lleva a cuestas el Cristo de la Caída, por lo que parte de la restauración pasará por «crear un sistema por el que parezca que toca la cruz, pero realmente no llegue a apoyarla, sino que descanse en el trono», para evitar el futuro desgaste de la talla. En definitiva, todo un arte que se repite año tras año con el museo, y con piezas de toda la Diócesis para conservar intacta la pasión y el arte que engloba la Semana Santa.
