Goza de una gran consideración en la pedanía oriolana en la que vive desde hace 73 años, La Campaneta. Es sacristana, ministro extraordinario de la Comunión y dedica muchas de sus horas al cuidado de la parroquia de Nuestra Señora del Pilar y de la Pastoral de enfermos. Su edad no le pesa y asegura que seguirá ayudando a los demás mientras pueda. «Es mi vida, la que he elegido y me gusta ayudar a los demás».
La entrega de la insignia de la Diócesis ha sido para ella una gran alegría aunque dice que su labor «no lo hace por el reconocimiento, aunque se agradece este detalle». Son muchos años los que ya lleva ayudando a las tareas de limpieza del templo, a lavar y planchar «con todo el cariño» las vestimentas que se utilizan durante los ritos litúrgicos o al mantenimiento de un templo en el que se siente casi más a gusto que en su propia casa.
La confianza que se ha ganado en el municipio ayudando a los demás motivó que la habilitaran para dar la Comunión y cuando un enfermo lo necesita, no duda en andar hasta su casa para ofrecerla y llevar un halo de esperanza a los que peor lo están pasando. En el municipio la conocen bien dado que ha sido catequista desde los 13 años y son muchos niños a los que ha ayudado a educar en los valores cristianos.
«Siempre sacas tiempo libre para poder ayudar a los demás. Yo he trabajado haciendo zapatos, envasando frutas, cuidando a mis padres cuanto estaban enfermos... es muy gratificante. La Iglesia es algo que me gusta y mientras Dios me de salud y pueda seguiré ayudando».
