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Orihuela

Carmen María o el milagro de la vida

El padre de una niña de dos años y medio con necesidades especiales explica qué ha hecho por ellos un centro público, gestionado por padres, con el que el Ayuntamiento no sabe qué hacer

Un momento del trabajo diario con Bea, la profesional que la atiende desde hace dos años y medios. m. alarcón

He quedado a las puertas de un aparcamiento con Manuel Culiáñez. Hoy es martes y son las 9.10. Llega cinco minutos tarde. Carmen María va cogida de su mano. «Quería hacer caca... pero un par de pedos y poco más», se disculpa. Callada, traviesa y de ojos grandes a lo largo de la mañana su timidez dará paso a la frescura, se hará pasar por su hermana Lola y se reirá. Su padre dice que es de sus tres hijas la más nerviosa. Nadie (aún) lo diría.

Culiáñez dejó la política hace tres años por sorpresa. Y le ha pasado como a tantos otros padres que de pronto se han encontrado con un problema que les ha cambiado la vida para que dejara de ser eso, un problema, y convertirse en milagro. Entonces, cuando Carmen María aún estaba en el vientre de su mamá con Lola, gestionaba, entre otras, el área de Patrimonio -su debilidad- pero un buen día puso el pie en tierra y volvió a su trabajo en el Colegio San José Artesano. No explicó los motivos pero el principal era Carmen María. Su caso, el de él y su familia, no es uno más que uno de los 140 que se atienden en el centro de atención temprana y hasta los seis años. Y son unos padres agradecidos con los que allí han recibido y reciben.

Hace cuatro años, gracias a fondos del Plan E, Dinoco estrenó instalaciones trasladándose desde Los Andenes al barrio de San Isidro. Luz y habitaciones individuales para tratamientos que van desde logopedia a psicoterapias, estimulación, terapias... Llegamos tarde -la caca de Carmen es la «culpable», se disculpa el papá- Bea está esperando a Carmen María y durante 45 minutos compartirán espacio y trabajo entre juguetes infantiles y balones medicinales. Todo ejercicios para que su crecimiento sea lo más acorde posible. Se oyen voces, llegan más padres. En la sala de al lado puede haber una profesional con un trabajo completamente distinto. La intimidad es máxima y el respeto, también.

Así dos veces por semana desde que tenía seis meses, aunque este año comenzará con piscina -en el Palacio del Agua-. Manuel Culiáñez no recuerda ni cómo acabó allí, en Dinoco, pero sí que allí fue por primera vez donde le hablaron claro, le dijeron lo que había y lo que podía pasar y lo que ellos podían hacer -«hasta que llegas aquí nadie te dice de qué va esta feria», ejemplifica este padre-. Cuando un niño nace con problemas los padres se ven envueltos en una nube y en su mente se desvanece de la realidad. Un tiempo en su vida donde la amargura, la tristeza y el desasosiego dan paso a cómo están viendo crecer y cambiar a sus pequeños tras el paso por allí. Bea le recuerda cómo pasó todo.

Cada caso llega a una especie de «breafing» o reunión de profesionales y se fijan horarios de atención, entrevistas, con los padres, clases conjuntas... Los niños y sus profesores terminan por empatizar. No cabe otra. Le pregunté a Bea si lloraban mucho -son técnicas muchas veces de fisioterapia- y esta murciana, que sólo se ha separado unos meses de Carmen María por su propio embarazo, dijo que ya no, que muy poco, pero «cuando pasa, sacamos a los padres de la habitación».

Conmovedora

La escena es conmovedora porque tras dos años de tratamiento Carmen María está magnífica y su padres, por qué no decirlo, bastante más que ella. A algunos niños, según las patologías -el centro de atención temprana ve de todo- se les da el alta, aunque la mayoría seguirán en él hasta los seis años, fecha tope para abandonarlo. El centro atiende de todo y lo importante no es lo qué atiende sino la labor que presta. Por eso no es importante que ustedes hayan tenido que llegar hasta aquí sin saber qué tiene Carmen. Y en eso respetamos a sus padres porque, si ustedes la vieran, tampoco lo sabrían.

Antes de despedirnos dos horas más tarde, Culiáñez echa la vista atrás y dice que le gustaría volver a la política, aunque sabe que ya es tarde. «Estos tres años me han servido para darme cuenta que la vida y lo que hemos pasado... eso sí son problemas y no la política».

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