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Orihuela

Un mercado entre la agonía y el olvido

El zoco de los martes se apaga por la falta de soluciones

Un mercado entre la agonía y el olvido

De la voz de Paco, ristra de calcetines abrazados como si fuera un manojo de ajos, sale un grito no se sabe si de cazalla, afonía o quejío, con una oferta de algodón, dice, «cien por cien» y «por sólo dos euros... ¡que me los quitan de las manos!» que parece difícil de igualar. Pero nadie parece que le oiga ni se acerca al cubo azul de plástico donde almacena parte de la mercancía-ganga. El mercado de los martes, orgullo de Orihuela y lugar de encuentro durante décadas, agoniza con el cierre de 78 de sus 400 puestosel cierre de 78 de sus 400 puestos, entre familias que prefieren instalar en otros sitios porque ya no es reclamo ni un lugar de encuentro ni el «súper» de las gangas. Apenas hay negocio, incluso hasta son pocos los curiosos que se acercan porque la temperatura, y son las diez, se acerca a los 30 grados sobre el asfalto y el sol de justicia que ha caído este verano, la falta de aparcamientos o los atascos al situarse en un acceso al municipio, por la CV-95 (desde Guardamar) han terminado por ayudar a más de uno a tomar una decisión: marcharse.

El mercado, desde su traslado al recinto de Los Huertos desde las Monserratinas, comenzó un lento decline que parece imparable y que nadie ha sabido enderezar. El centro del zoco parece hoy en día una enorme calva donde se podría montar una zona de juegos, porque allí nadie coloca su puesto. Todos buscan las entradas al recinto y tratan de continuar dibujando desde ellas un entramado de callejuelas estrechas y abarrotadas donde ollas, sartenes, bragas y sujetadores compitan con frutas y verduras frescas de la huerta.

El Ayuntamiento no ha encontrado en los últimos años una solución para redimensionar toda la problemática de sus zocos, organizar horarios y ubicaciones para intentar que continúen siendo no sólo un lugar de encuentro, por encima de todo, sino un punto de negocio que atrajera a vecinos de la Vega que ahora tienen en otros municipios oferta más variada, si se quiere, y tan tradicional.

«Fuimos algunos vendedores -asegura Joaquín Olmeda, uno de los representantes del colectivo- a hablar con el nuevo concejal (Dámaso Aparicio) y nos dio la sensación de que no tiene idea de nada. Que no sabe qué va a hacer porque todo lo que nos dio fueron largas». El edil lo desmiente, «nosotros no vamos a pintar calles, como hicieron otros, antes de tomar decisiones realistas y por ahora no vamos a dar pasos en falso. El mercado, por ahora, no se mueve y con la nueva ordenanza, que entró en julio en vigor, y que afecta a todos los zocos, sacaremos las plazas vacantes en todos ellos, pero cumpliendo una serie de directrices y dentro de una decisión política y de gestión para el futuro». Olmeda, en cambio, es partidario de no permitir que se vuelva a ofertar las vacantes de puestos y que se redimensione el actual zoco pero en otro lugar del municipio que suponga atractivo y más cercanía para el cliente. «Aquí no viene ya la gente mayor porque le pilla lejos del centro, y el que no lo es y quiere aparcar, los ves dando vueltas sin parar y, al final, se marchan sin comprar», añade.

Mientras, Paco, quien lleva más de media hora sin vender calcetines, cambia de producto. Ahora bragas «españolas», recalca, y así hará mientras la voz le aguante porque la clientela, al menos hoy y una vez más, no le da ni para la esperanza.

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