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«Los oímos gritar, sabíamos que estaban vivos»

Los vecinos y la hija de la herida relatan cómo los rescataron sepultados bajo los escombros

«Todos los días, a las 8.30 de la mañana voy a casa de mi madre, que lleva postrada en la cama siete años por una operación fallida de la cadera, por lo que soy yo quien la cuida. Hoy me he retrasado y no me ha pillado de milagro». Así relata lo sucedido, sin apenas poder reprimir las lágrimas, Vicenta Solano, la hija de la mujer herida en la explosión la pedanía oriolana de La Aparecida. Vicenta vive justo enfrente de la casa donde ayer se produjo este grave accidente. «El miércoles vi a mi madre muy tarde, por lo que cuando me levanté, decidí atrasar unos minutos la visita. Estaba arreglándome en el cuarto de baño cuando, poco después de las 9, escuché y sentí la explosión. Al principio creimos que era un terremoto; todo vibraba, la puerta ha estallado, los cristales se han roto... Luego, al llenarse todo de polvo y ver los escombros, hemos salido corriendo y hemos visto la casa completamente en el suelo».

Vicenta no fue la única que acudió al lugar del accidente tras oir la explosión. Numerosos vecinos de casas colindantes, que o bien sintieron la explosión en su propia piel o bien escucharon el «fuerte estruendo» acudieron con el fin de rescatar a los dos ancianos que quedaron sepultados bajo los escombros. «Hemos tenido que esperar a que llegara la Policía Nacional para poder retirarlos y sacarlos de ahí, ya que entre todos no podíamos», señalaba otra de las residentes cercanas al lugar de los hechos.

Gritar

«Lo único que nos ha tranquilizado es que, al menos, los oíamos gritar, sabíamos que estaban vivos», señala otro de los testigos. «Mi madre no hacía más que gritar mi nombre, estaba muy asustada», señala Vicenta. «Carmelo, el otro hombre que vive con ella, no hacía más que gritar de dolor... él ha salido bastante más perjudicado», señala. Y es que la pareja, a pesar de vivir juntos, no son matrimonio. «El hombre lleva mucho tiempo viviendo con mi madre porque no tenía familia ni dónde vivir», señala Vicenta, la hija de una de las heridas.

Aunque con un gran susto en el cuerpo, «damos gracias a Dios porque no ha pasado nada más grave, ha ocurrido pocos minutos después de que los niños entraran al colegio. En esta zona, habitualmente, se concentran una gran cantidad para jugar y pasar el rato... no podía dejar de pensar que, si llega a pasar unos minutos antes, podría haber herido a muchos», añade. El hecho de que hubieran pasado apenas unos minutos desde la entrada de los escolares en el colegio, hizo que fueran muchos los vecinos que transitaban por las calles de la pedanía en ese instante.

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