Un pescador rescató ayer a primera hora a los tripulantes de un kayak que volcó por la ola generada al paso de una embarcación de cerco que entraba al Puerto de Torrevieja, según los datos recabados por INFORMACIÓN. La Policía Judicial de la Guardia Civil investiga los hechos porque varias embarcaciones pasaron por las proximidades de lugar en el que se hallaban los accidentados sin darles auxilio. Estos fueron atendidos con síntomas de hipotermia por personal médico.

El pescador que participó en el rescate regresaba a puerto con dos kilos de sipias a bordo y en la misma bocana se encontró a los dos náufragos. Ocurrió ayer por la mañana en la bahía de Torrevieja, a eso de las ocho y media más o menos, cuando volvía «Los Antonios» de recoger el arte de tresmalle que cala Ramón Sempere cada tarde para que haga su trabajo, que no es otro que pescar. Manejaba también Ramón. Patrón y marinero de esta pequeña embarcación que ayer sacó del agua a los dos deportistas. Habían salido como muchas mañanas a dar una vuelta y los dos hombres llevaban ya un largo rato esperando que alguno de los cerqueros que a esas horas regresan a la carrera al muelle tuvieran a bien recogerlos. Pero según sus primeros testimonios, nadie se percató de que había dos personas en el agua, que solicitaban auxilio. Todos pasaban de largo. Ninguno se detuvo para intentar izarlos a bordo.

Dársena

Lo que había ocurrido poco antes no sorprende a nadie de los que tienen en el mar trabajo y profesión. Todos dicen que la dársena se ha quedado pequeña con tanto barco. Sólo hay que echar un vistazo para entenderlo. Barcos de gran tonelaje que llegan a cargar sal, barcos pesqueros y cientos de embarcaciones de ocio que ocupan los amarres de las tres marinas del puerto torrevejense y del pantalán deportivo de poniente colmatan un espacio de uso compartido en el que la prioridad de paso por la bocana viene dictada por la eslora y el tonelaje. Y ocurrió que los ocupantes de un kayak se vieron en el agua después de que su embarcación de plástico, ligera como pocas, volcara con las olas de reflujo que fue dejando un cerquero que volvía con las prisas de todos los días con el objetivo de desembarcar antes las capturas y conseguir mejor precio que los demás en la venta. Alrededor de 20 minutos permanecieron en el agua antes de que el pescador se diera cuenta de su presencia. Y él, que enfilaba la bocana pensando que los dos kilos de sipia no le iban a dar ni para pagar el gasoil, hizo lo que tenía que hacer.

Aunque le costaba entender que ninguno de los patrones que doblaron el faro antes que él hubiera detenido su embarcación para recogerlos. Ya en tierra los ocupantes del kayak tuvieron que ser atendidos a pie de muelle por dos SAMUS con una hipotermia que ya empezaba a ser preocupante y a Sempere de un desgarro muscular, porque embarcar a los náufragos no fue tarea fácil. Decía Ramón con su inconfundible acento de pescador de Santa Pola, que después de izar a uno a bordo todavía mantenía el otro bien cogida bajo el brazo su embarcación azul porque no quería perderla al subir. Pero era el náufrago o el kayak... que se fue a pique.