El empresario oriolano Antonio Pedrera Soler falleció ayer a los 88 años de edad y hoy será enterrado tras una misa que tendrá lugar en la Catedral de Santiago (16 horas) y que será oficiada por el deán José Antonio Gea. Su muerte se conoció ayer a primera hora de la tarde, después de una larga enfermedad y de una vida plena en la que pasó de la nada al todo, de ser el miembro de una familia humilde y a vender trapos para ganarse la vida, a levantar un imperio y ser el copropietario de la empresa más grande que ha conocido su ciudad, Drape Cotty, con más de un millar de empleados durante la década de los 60, 70 y años, además de abrir talleres en otras poblaciones de la comarca (Bigastro, Jacarilla, Benejúzar), antes de dar el salto al ladrillo como promotor y constructor. «Las Ramblas» y «Villamartín» fueron dos de los primeros campos de golf con los que contó la Vega Baja y la provincia y ambos eran suyos y estaban ya funcionando cuando aún nadie veía el turismo como una fuente de ingresos para la comarca. Eso era algo que destacaba el concejal Antonio Rodríguez Barberá. Estuvo casado con Josefina Sánchez y tuvo tres hijos: Manuel, Antonio y Fernando, de los que dos ya han fallecido. Tras la muerte de esta, se casó con María del Carmen Martínez y tuvo tres descendientes más: Francisco, Gonzalo y Andrés.

Antonio Pedrera nació en el barrio del Rabaloche, estudió en el colegio de la Misericordia, junto a la iglesia de Nuestra Señora de Monserrate, antes de pasar al Oratorio Festivo y, más tarde, al colegio de Don Antonio Casanova. Ingresó en el Instituto de Primera Enseñanza del Colegio Santo Domingo y, más tarde, en Jesús María. En vacaciones acudía como aprendiz al llamado Colegio de Tejidos, «La Tienda Blanca», de la calle Mayor, allí conoció a Miguel Hernández pues era familia de los propietarios, los Gilabert. En la posguerra, ejerció de todo: carpintero, mecánico, herrero,.. hasta que comenzó a montar negocios relacionados con las telas y las modas. Vivió en Barcelona y en Rusia y encontró en el mundo del textil, de la mano de su socio, Ramiro Tío, un fructífero negocio con el que creó gracias a los abrigos y trajes de señora un imperio que daba trabajo, prácticamente, a algún miembro de cada familia oriolana. También abrió la que para muchos ha sido durante años una de las tiendas más importantes de Orihuela: Astoria, que cerró recientemente, quizá como una premonición de lo que estaba a punto de ocurrir. Fue concejal durante la Dictadura y aún pervive uno de sus proyectos, el actual polideportivo. Muchos lo definen como un hombre de izquierdas, partidos a los que apoyó después de la Transición. Caballero Cubierto en la Procesión del Santo Entierro de Cristo, Caballero de la Orden de San Antón, Oriolano de Honor en Murcia, miembro destacado de la Cámara de Comercio y propietario de algunos edificios nobles de la ciudad, como el Palacio Sorzano de Tejada, reconvertido en Museo Pedrera -los cuadros fueron una de sus grandes pasiones y era uno de los coleccionistas privados más importantes de España-.

En sus últimos años, comenzó una tarea benefactora para que parte de su legado quedase en manos de sus vecinos. Así, por ejemplo, en 1997 creó la Fundación Pedrera junto al Obispado de Orihuela-Alicante para el desarrollo de la cultura y la educación; en Jacarilla cedió al Ayuntamiento el Palacio de los Marqueses de Fontalba; y, también en Orihuela, en 2011 llegó a un acuerdo con la entonces alcaldesa, Mónica Lorente, para la cesión de sus cuadros y del Palacio Sorzano de Tejada. Ésta, como agradecimiento, lo propuso para la concesión de Hijo Predilecto de la Ciudad con carácter vitalicio.

Anoche la familia de Antonio Pedrera recogía las primeras muestras de cariño y consuelo de quienes se acercaron hasta la sala velatorio número 1 del tanatorio de La Siempreviva de Orihuela, en San Bartolomé, donde fueron trasladados los restos mortales del empresario.

Una anécdota que cuentan de «Pedrera» -decir eso es suficiente en Orihuela-: «De joven, cuando todos los chavales fumaban para darse el pisto ante las chicas, el no lo hacía. Ahorraba el dinero». Sólo así se puede entender a alguien que será recordado como el propietario de la fábrica más grande que ha conocido la ciudad de Orihuela, como un hombre hecho a sí mismo.