José Francisco López se quedó sin empleo hace tres años, con cincuenta, sin paro y sin ingresos. Decidió por entonces unir sus dos aficiones de toda la vida -los pájaros y las herramientas-, imponerse un horario de trabajo y hacer méritos para que le pusieran el apodo de "Paco el de las jaulas", como dice que le conocen en el barrio. Este madrileño lleva 35 años viviendo en San Antón, en Orihuela, una zona que ha sufrido fuertemente la crisis porque la mayoría de sus vecinos se dedicaban a la construcción o a oficios que se han hundido con ella.

Pero José Francisco, "Paco el de las jaulas", se encerró en su pequeño taller en la subida a la Cruz de la Muela y desempolvó las herramientas. Ha dedicado "días enteros, fines de semana... he estado aquí metido navidades, semanas santas y algunas noches si hay encargos", y cuando mira para atrás hace recuento y asegura que lleva ya construidas de forma completamente artesanal más de 700 piezas entre jaulas para todo tipo de pájaros y casitas de muñecas de todos los tamaños y no sólo para niños. "El otro día envié tres para regalarle a una novia en una boda", recuerda.

¿Cómo las vende? "Mi pareja puso anuncios en "Ebay" y en "Segundamano", y me las encargan desde Madrid, Canarias, Barcelona, Granada... Me las piden por teléfono o por Internet y las mando por correo". Incluso las hace a medida y a gusto del comprador: "Me las encargan para cada tipo de pájaro en concreto, por el tamaño y porque si son de pico curvo tengo que adaptarlas con una tela metálica para que no estropeen las varillas de madera".

Con todo, José Francisco López asegura que no le dan las jaulas y las casitas de muñecas para un sueldo, pero que son su única fuente de ingresos. Sostiene que sus precios son muy competitivos. "Esa de la entrada -señala una de las más grandes que tiene expuestas- me ha costado hacerla unas dos semanas y la vendo por 70 u 80 euros, cuando en otros sitios de Internet el precio es de 300 ó 400 euros". Junto a las jaulas que cuelgan del techo y las paredes o descansan sobre estanterías por todas partes, este artesano colecciona fotografías de los trabajos que ya ha vendido. Hay decenas de ellos, el más grande medía 2,10 metros de altura por 1,60 de ancho. En cualquier caso, dice que no hay dos iguales porque cuando las empieza nunca sabe cómo van a ser. Se arranca a cortar tablones de madera, a hacer piezas, a probar como encajan, a buscar la inspiración... "después me voy a dormir, y cuando me levanto ya sé cómo la voy a hacer".