Hay opiniones para todo tipo. Seguramente todas tienen su fundamento en mayor o menor medida. Pero lo cierto es que las dos posturas son antagónicas, al menos de momento. Por una parte, los ciudadanos que practican deporte al aire libre en zonas sin urbanizar de Rojales a bordo de bicicletas, andando o haciendo "footing". Por otro, los dueños de perros que utilizan el mismo espacio para pasear a sus animales domésticos, en la mayoría de los casos, sueltos y sin bozal.

El conflicto ya ha sido puesto en conocimiento de los responsables municipales por medio de escritos registrados en el Ayuntamiento que exigen soluciones con mayor presencia policial y el cumplimiento de la ordenanza municipal de animales domésticos. La zona conflictiva se sitúa entre el cerro del Cabezo Soler, y hacia el sur, hasta el parque público del Recorral. Este espacio forma un mosaico de matorral y monte bajo, pinada y cultivos abandonados y es el de mayor extensión de estas características del municipio que no ha desaparecido bajo urbanizaciones. Eso sí, hacia el oeste se convierte en una continua sucesión de bungalows y casas.

Precisamente los residentes en estas viviendas son quienes suelen utilizar el espacio sin transformar para pasear a sus animales domésticos. Cada mañana o al atardecer esta zona es invadida por decenas de vecinos acompañados de sus animales. También de deportistas. Hay perros de todas clases y tamaños pero coinciden, en la mayoría de los casos, en que van sueltos y sin bozal.

Un suizo que utiliza este lugar a diario para pasear a sus dos perros, un caniche y un chihuahua, indica a este periódico que "no pasa nada porque vayan sueltos, son muy buenos y van a lo suyo; los animales disfrutan así". A los pocos metros otro hombre pasea con un perro de gran tamaño suelto al que debe agarrar con fuerza cuando se da cuenta de la presencia de los dos animales de menor tamaño, y se aleja del lugar a toda prisa.

Caminos

Un hombre y una mujer aparecen por uno de los numerosos caminos de la zona con bastones en las manos y corriendo. De pronto se paran en seco al acercarse un gran perro que se les queda mirando fijamente. La cosa no va a más y cada uno sigue su camino pero los deportistas se van con el susto en el cuerpo. A los pocos minutos aparece una mujer en lo alto de un cerro paseando. Un perro de mediano tamaño va a por ella ladrando hasta que su dueño logra agarrarlo y alejarse.

Uno de los deportistas que utiliza este espacio para correr o ir en bicicleta, muchas veces en compañía de su hijo menor de edad, se lamenta de esta situación: "No puede ir uno tranquilo; nunca me ha mordido ningún perro pero sí que han ido a por mí. Además del susto o de que te puedan morder, si intentas defenderte o reprendes al dueño puedes acabar a palos con él, como me pasó en una ocasión".

Pero no sólo se quejan de los perros sueltos los deportistas, si no también dueños de otros perros que sí los llevan atados. Este es el caso de un inglés que conversó con este medio en la zona en litigio y señaló que "el único problema que tengo es con los perros sueltos que van a por los míos; se asustan mucho aunque nunca les han mordido. No puedo ir tranquilo y cada vez vengo menos".