La Vega Baja sondea nuevas vías de negocio para el campo y se encuentra en plena exploración para decidir si el cultivo estrella de la primera mitad del siglo XX, el cáñamo textil, puede volver a ser -aunque con un enfoque diferente- fuente de riqueza. Agricultores, docentes universitarios y políticos han puesto en marcha una parcela experimental en Rojales en la que se ha cultivado media hectárea de esta planta antes usada para fabricar redes o cuerdas, pero ahora muy de moda en el ámbito de la construcción en Europa, especialmente en Francia. En el país vecino se están cultivando hoy en día 12.000 hectáreas con subvenciones europeas, señala el profesor honorífico de la Universidad Miguel Hernández, Joaquín Parra. ¿El motivo? "Se usa mucho, sobre todo allí, para fabricar bloques o como aislante, porque esta fibra cuando se seca pesa muy poco", explica el presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores de Alicante (Asaja), Eladio Aniorte. En España no se explota esta vía, y la Vega Baja se plantea volver a ser "la capital" de este cultivo, con el que se puede hacer también aceite, pienso, papel o biomasa, concretan.

Mecanizar

Sin embargo, la idea no es recoger a mano la producción, sino, "primero, mecanizar totalmente el cultivo, ver los gastos y su posible rentabilidad", dice Parra, y en segundo lugar analizar las variedades de semillas y escoger las mejores. Ahí entra la Universidad, con un proyecto similar al que se desarrolló con el algodón para estudiar las características y distintos cruces de cada variedad.

La idea es retornar a las que se cultivaron masivamente en la Vega hace algunas décadas. Ramón Ferri asistió ayer a la siega en nombre de "Semillas Castell" (Deltebre), empresa que ha guardado y ha ido cruzando aquella semilla desde hace 40 años para conseguir mejoras. Ferri explica además que se seleccionan las semillas con menos contenido de THC (el principio psicoactivo que se busca en la marihuana) y más de fibra. "De hecho, las subvenciones de Bruselas son sólo para las variedades que están en un registro y tienen menos del 0,2% de THC". Eso no ha sido impedimento para que durante el experimento se haya tenido que pedir a la Policía que patrullara por las noches la zona, pues se advirtió que cada mañana faltaba alguna planta hembra.

Roque Albert, presidente del Museo del Cáñamo de Callosa, se mostró convencido de que "va a volver con empuje" y el agricultor que cedió la parcela, Francisco Mora -de "Agropaco"- señaló que contempla destinar parte de sus tierras si hay ayudas de las administraciones. Añadió que "a nivel ecológico, el cáñamo es la planta más descontaminante, la que más oxígeno transforma" y no sólo eso, sino que "está comprobado que después de plantar cáñamo el siguiente cultivo da un 15 o 20% más de producción". "Creo que sí se puede reintroducir, porque están muy de moda las fibras vegetales, y estoy convencido de que aquí tenemos la mejor tierra y el mejor clima", afirmó Joaquín Parra.

Callosa era el primer destino de toda la producción de la Vega

Lo que no se contempla entre el sector agrícola es retomar el enfoque de los 60, cuando comenzó a desaparecer del paisaje de la Vega. Hasta entonces era utilizado para fabricar textiles o cordajes, pero esta industria se decantó rápidamente por el plástico y el nailon, mucho más baratos. En todo caso, Callosa de Segura era entonces el principal destino de toda la fibra de cáñamo producida en la comarca.

De aquella tradición quedan ahora varias agrupaciones que no quieren dejar perder este tipo de cultivo ni la cultura que se ha desarrollado bajo su paraguas (las Asociación del Cáñamo de Callosa de Segura, o La Gramaera de Redován, ambas presentes en este proyecto como el propio Ayuntamiento de Callosa y su alcalde, Javier Pérez). Y también son muchos los agricultores que recuerdan que el cáñamo era el principal producto de sus tierras, o de las de sus padres. Una veintena de ellos lo rememoraron con una demostración de siega tradicional en la parcela experimental.