El día que el Rey Sol –Eduardo Zaplana– dio un mitin en plena campaña en Orihuela y en una pedanía tan significativa y «pepera» como San Bartolomé y no llenó como antaño– (el Partido Popular perdió el domingo un 15% de sufragios con respecto a 2007) Mónica Lorente no se inmutó. Cuatro días más tarde, cuando se escrutó la última mesa electoral y se comprobó que había perdido la mayoría absoluta, cuentan que se hizo un silencio que se cortaba en la sede del Partido Popular. Ella y solo ella rompió el frío ambiente para dar ánimos en ese momento a la veintena de futuros ediles y asesores pendientes de su futuro que habían convertido su despacho desde dos horas antes en algo parecido al camarote de los Hermanos Marx esperando el recuento.

¿Sabía Mónica Lorente que no iba a ser la alcaldesa? Probablemente. Alguien que controla el Partido Popular de Orihuela al punto de dedicarse tres días –22, 23 y 24 de mayo– a comprobar los listados de votantes y el número de sufragios que cada partido ha obtenido, mesa por mesa (sí, están leyendo bien), ya sabía lo que le esperaba... o dónde le podían haber fallado los suyos. La derrota la tenía y tiene tan bien digerida que cuando el jueves reapareció en una de esas ruedas de prensa insulsas para decir lo bien que están las playas, ella lo que realmente quería era que le preguntaran de política, no de turismo, y que sus enemigos y su gente supieran que había vuelto. Estaba espléndida, como siempre; acompañada de tres ediles, como siempre; y con la misma sonrisa ¿o mejor? que siempre.

Mónica Lorente es un enemigo tan formidable que nadie sabe a qué cartas juega porque siempre tiene una respuesta, aunque no le guste ni a ella. «Hemos ganado las elecciones, sin mayoría, pero podemos gobernar» o «no tenemos que buscar a nadie para pactar», se cansaba de repetir una y otra vez, pese a aportar más bien poco y no contestar a nada porque, en realidad, lo que tenía que haber dicho y no dijo era que había perdido las elecciones y no iba a ser capaz de gobernar la ciudad sin la ayuda de un pacto, que no lo va a tener.

¿Le preocupa eso a Lorente? Probablemente no, ¿o sí? Eso sólo lo sabe ella que debe tener muy claro cuál es su futuro: la Alcaldía o la Diputación, porque cuando compareció el jueves ya sabía que José Joaquín Ripoll tenía en su mano la presidencia de la institución provincial. Si no, no sale a dar la rueda de prensa en Orihuela. La larga travesía del desierto, en el caso de que el Partido Popular sea oposición, es una carrera que le corresponde a otros, no a ella.

Lorente no ha sumado suficientes sufragios para ser alcaldesa, pese a haber mejorado los resultados de 2007 en un 0,6% el porcentaje de votos y en 600 apoyos, sencillamente porque ella y los suyos han terminado de dividir a las distintas corrientes del Partido Popular de Orihuela hasta hacerlas sus enemigas irreconciliables. Eso sólo es un síntoma de soberbia y no sólo de ella, sino de aquellos que están junto a ella y que sólo aspiran a ser un mal parecido.

Ahora seguro que va a intentar convertir la derrota en victoria porque se ha encargado de pregonar por Orihuela tres cosas que ya sabe todo el mundo: una, que quien le ha echado de la Alcaldía son los afines al presidente Camps; dos, que Centro Liberal Renovador es flor de un día o, mejor, de cuatro años porque –y tres– se ha nutrido exclusivamente de los votos del Partido Popular, de los suyos. Mancebo debe saber que llegar ha sido relativamente fácil, pero no lo será el mantenerse.

Estos malos resultados electorales se los echará Mónica Lorente en cara antes o después a esos afiliados de su partido que la quieren apartar de la Alcaldía: «Vosotros, vosotros se la habéis dado al PSOE, ¡al PSOE! votando a Pedro Mancebo», les espetará. De momento, les prepara una denuncia. Probablemente por eso se la ve tan tranquila porque, como se dice en política, «cuando vas, ella ya vuelve» y su venganza está por venir.

¿Qué pasará de aquí al 11 de junio cuando se constituyan los ayuntamientos? Pues en este caso sólo existen dos posibilidades: Que la alcaldesa sea Mónica Lorente o Antonia Moreno, lo que convertiría a Orihuela en la capital socialista de la Comunidad Valenciana. ¡Quién lo hubiera dicho¡ Moreno se ve tan cerca de la Alcaldía de Orihuela que se ha ido cuatro días de vacaciones, dice que por cansancio, otros que por nervios, y asegura que la regidora será ella o Lorente, pero no Mancebo y en eso coinciden todos. Moreno es autosuficiente y no parece que nadie le tosa en el partido tome la decisión que tome porque va por libre y sus resultados, sólo regulares, han sido excelentes si se comparan con el resto del país.

PSOE, Los Verdes y Centro Liberal Renovador –a partir de ahora más conocidos como «El tripartito», término que no beneficia a ninguno– se tienen y pueden dar el gustazo de apartar cuatro años al Partido Popular de la Alcaldía para demostrar que hay otra forma de hacer las cosas, pero no va a ser fácil llegar a acuerdos. De entrada, porque ni ellos mismos se lo creen. Hace días que están buscando cuál de todos los ediles electos será el más débil y se dejaría comprar por el PP. De hecho, hacen sus apuestas y esperan el envite que tiene que hacer Lorente y su gente que, si llega, no habrá quien lo iguale. No lo duden.

Quedan menos de dos semanas para que se resuelva este enigma de la Alcaldía de Orihuela y hay muchos nervios por ver un equipo de gobierno que no sea del Partido Popular. Son tres formaciones las que quieren afrontar este reto y esta semana admitían que de esto de gobernar, de repartirse concejalías, poder y asesores, no saben. Es fácil criticar y difícil construir y ahora se les pide lo segundo en una ciudad donde las paredes escuchan para el Partido Popular.

Lo malo no es que la oposición pueda gobernar los próximos cuatro años sino que tiene ante sí un reto difícil si pretende resolver todos esos entuertos que ha ido denunciando estos años. Habrá que saber de dónde y cómo van a pagar esas miles de facturas, que qué va a hacer con la contrata de las basuras, con el futuro Plan General, con los cientos de vecinos cabreados y desatendidos, con la Plaza de Toros, con el recinto de Los Huertos o con la contrata de las basuras. A la oposición se le pide, si gobierna, que deshaga una madeja que el PP ha construido en 27 años y no será fácil porque, además, tiene que vender que ellos son la solución y el futuro.

El jueves le pregunté a Mónica Lorente que cómo iba a acabar todo esto y me contestó, como siempre, con una sonrisa: «quédate tranquilo –me dijo–, todo al final saldrá bien».