Los internos de la Residencia de la Tercera Edad de Orihuela se mostraban ayer tranquilos con el sobresalto que les tocó vivir la noche anterior, cuando a las 3.15 horas de la madrugada saltaron las alarmas indicando que se había detectado un fuego. "Nos hemos asustado, pero lo teníamos bien ensayado", bromeaba ayer una de las residentes, Mari Carmen Alonso, que ocupa una habitación con su marido desde hace unos años (aunque es madrileña, cuenta que se trasladó a Alicante por su artrosis). Su esposo bajaba pasado el mediodía de la habitación, después de haber dormido "la siesta del borrego", como explicaba, porque por el incendio la noche anterior había perdido unas dos horas de sueño. Otra residente, Mari Carmen Terrés (de Orihuela) explicaba que "hemos pasado un poco de miedo", pero insistía en que todo había transcurrido sin problemas. Es más, apuntaba a que en "los ensayos" había menos personal para ayudarles a salir de sus habitaciones.

No en vano, tres dotaciones de la Policía Nacional, varias patrullas de la Policía Local, siete ambulancias y trece bomberos con cinco vehículos acudieron en su ayuda. Y no sólo eso, sino que más de una veintena de empleados se levantaron de sus camas cuando se activó el protocolo de emergencia y se desplazaron a la residencia para ayudar en las labores de evacuación de los ancianos.

El director del centro geriátrico, Juan José Lozano Requena, destacó ayer que el proceso de evacuación y la labor de los empleados fue sencillamente "impecable". Explicó que se hacen periódicamente simulacros de incendio y otras emergencias, y que los internos procedieron con normalidad, sin que cundiera el pánico. Lozano explicó que algunos son bastante autónomos y otros caminan con andador, pero que se optó por trasladarlos a casi todos en silla de ruedas para agilizar su salida de la primera planta y para evitar otros accidentes por las prisas y los nervios.

Entre unos y otros, los ancianos estaban ayer animados por el trajín de políticos, cámaras y periodistas y mencionaban alegres que querían mandar saludos a sus familias a través del periódico o pedían fotos en grupo, de modo que el susto no les había hecho mella.

A lo largo de la mañana, la psicóloga del centro contactó con las familias los casi cien residentes que viven en el centro para transmitirles que no estaban heridos y que no se habían registrado daños que impidieran seguir atendiendo con normalidad a sus mayores.