Entre la pedanía oriolana de La Murada y Abanilla (Murcia) se extienden entre 40 y 50 hectáreas de cultivo de uva de mesa. Y desde el 1 julio, aproximadamente, la decena de agricultores a los que pertenecen los campos vigila las cosechas durante todo el día. Cansados de los robos de fruta y material de labranza, han decidido organizarse para proteger ellos mismos su medio de vida. Alguno se las ha ingeniado para hacer de su coche un lugar lo más cómodo posible para pasar la noche. "Ya no me acuerdo de cómo es dormir en una cama", dice el agricultor Pedro Serna.

Luis Miguel García, otro de los agricultores convertido en "guardia de seguridad", explica que en una ocasión le robaron más 16.000 euros en uva lista para cortar de sus parrales. Aunque desde que tiene tierras (1977) ha sufrido hurtos, asegura que en los últimos años la inseguridad ha ido a peor. Él y Serna aseguran sentirse "desprotegidos" ante la oleada de robos.

Aunque este año no se ha producido ningún robo de uva importante, García expone que "el hurto más importante de este año lo han cometido en la caseta (de riego)", de la cual extrajeron 1.200 euros en productos de tratamiento para las plantas. Así, están 24 horas alerta por lo que pueda ocurrir. Cada vez que "pillan" a alguien dentro de los parrales, lo retienen hasta que llega la Guardia Civil. En una ocasión, García fue detenido por retener a un ladrón, por lo que se pregunta que "quiénes son los delincuentes". "El que roba está más protegido que nosotros", considera Serna, quien comenta que a otro labrador le entraron a robar dos noches seguidas. "Se llevan el sudor de una familia de todo el año", se lamenta Serna. Los ladrones llegan en grupos de cuatro o cinco con cajas y bolsas para meter la uva que "arrancan" de las vides. Una vez han cargado la fruta, llega un furgón que los recoge.

"Miedo"

"El 90 por ciento de los que pillamos, vuelven", dice García al explicar que todos los días hay alguien que intenta llevarse la uva lista para cortar.Preguntados por si tienen miedo a resultar heridos o sufrir algún daño físico, los labradores se resignan y contestan con otra pregunta: "Y si no, ¿qué hacemos?". Por ahora, no se ha dado esta circunstancia.

La vigilancia organizada de los agricultores, que finalizará con el término de la recogida a finales de septiembre, no parece disuadir a los "cacos", aunque sí que sirve para evitar que la uva salga del parral. Según García y Serna, en la mayoría de los casos se trata de extranjeros que luego venden la uva en mercadillos.

Según las estimaciones de los agricultores, la cosecha de este año dará unos 4.000 kilos de uva por cada tahúlla (algo más de una hectárea). Esta cantidad es similar a la que se recogió el año pasado. Asimismo, aseguran que esta temporada ha llegado más agua que otras anteriores.