Las fiestas de Moros y Cristianos son como el buen vino. Conforme pasa el tiempo, ganan en cuerpo y calidad. Y para muestra, el desfile de anoche. El bando moro sedujo al público desde el primer momento gracias a una perfecta organización y transmisión de lo que las comparsas quisieron comunicar a través de sus filás. La Armengola abrió el desfile en lo que fue uno de sus últimos actos como la mujer que salvó a la ciudad del cuchillo musulmán. Su escolta paseó serena para dejar paso a la embajada mora, que este año ostentó la comparsa Moros Escorpiones.

Así, los Escorpiones acercaron los aires del Oriente Medio a las miles de personas que asistieron como público al pasacalles. Reprodujeron las vicisitudes de la vida en una ciudad árabe de la época de la Reconquista y formaron más de una decena de filás que lucieron trajes llenos de luz. Con un ojo mirando al cielo y otro al recorrido del desfile, los desfilantes de la comparsa embajadora cumplieron a la perfección el deseo de su "jefe", Manuel Ferrández-Villena: que todo saliese a la perfección y que todo el mundo pudiese disfrutar como él lo ha hecho durante la preparación del espectáculo. Los grupos de baile diseminados entre filá y filá ayudaron a amenizar el paso de la embajada, que duró más de una hora.

La comparsa de los Moros Almohábenos, que el año que viene acogerá la embajada mora, integró a los alumnos del Centro Ocupacional Oriol en la filá "Yo también". Tras ellos, el resto de comparsas ayudaron a realzar el empuje que estas fiestas tienen dentro de la tradición alicantina que gira en torno a estas fechas.