Los responsables de la Guardia Civil fueron los encargados como cada año de repartir la pólvora a tres kilómetros de la ciudad, en un lugar seguro, entre los festeros que acreditaron su permiso de conducir, ya que de este modo se certifica que el portador de la pólvora durante el desfile ha pasado la correspondiente prueba psicotécnica, lo que es un requisito indispensable para poder participar en este acto. Aquellos que por un motivo u otro no lo presentaban no podrían disparar más tarde.

Desde el paseo Calvo Sotelo hasta la glorieta Gabriel Miró, las explosiones hicieron retumbar cristales de ventanas y escaparates para asombro de los turistas y de los vecinos que no se sorprende de tanto ruido. Sin embargo, el acto de ayer es uno de los más representativos y curiosos de cuantos se celebran durante las fiestas de Moros y Cristianos, por lo que goza de buena aceptación entre los residentes extranjeros de Orihuela Costa.

Asimismo, otros visitantes que durante la época estival se desplaza hasta otros puntos de la Vega Baja, tampoco quisieron perderse la peculiar guerrilla entre moros y cristianos.

Representación

Tras los "trabucos", la representación de la toma del castillo atrajo a un gran número de personas a la glorieta Gabriel Miró. Esta obra teatral, escrita por Atanasio Díe, tuvo como protagonista al alcaide del castillo, que este año fue José Antonio Juan. Durante la representación, Juan pronunció su discurso de renuncia al gobierno de la ciudad que hoy ya está bajo mando cristiano. Los Moros y Cristianos ya son los dueños de la ciudad de Orihuela hasta el próximo sábado.