Miles de personas, más de 25.000, han tomado la calles de Rojales el pasado fin de semana coincidiendo con los actos centrales de los Moros y Cristianos con todo lo que ello conlleva y donde ha quedado un año más de manifiesto: ¿Dónde está el límite entre el derecho a la diversión y el derecho al descanso?.

Muchos de los vecinos cuyas viviendas se sitúan en las inmediaciones de donde se ubican kábilas, y las atracciones de feria han tenido que "huir" por los elevados decibelios de la música donde no se limita el sonido. Además han visto muy limitado su derecho a utilizar las cocheras de sus viviendas. Un ejemplo de esta situación tuvo lugar en la madrugada del lunes, último día de bailes en las barracas. A las 5 horas la Policía Local ya había recibido numerosas llamadas de queja por el alto volumen de sonido de una única kábila abierta a pesar de la poca afluencia de personas, un sonido, "ensordecedor". Un vecino del malecón del Soto requirió en la medianoche del domingo a una pareja de agentes de la Policía Local en la feria para que tomaran prueban de los decibelios de la zona. La respuesta fue: "No tenemos medidor", alejándose del reclamante de manera inmediata, sin dar mas explicaciones y como si el asunto no fuera con ellos.

Este medio sí tiene constatado que la Policía Local cuenta con estos aparatos. Otro vecino sí obtuvo respuesta "fugaz" de los mismos agentes al advertir del riesgo que conlleva para los usuarios de la feria que ésta no estuviera restringida al tráfico. "Es cosa del jefe" aseguraron, según indicó el afectado a este periódico. Poco después fue cerrado el acceso. Los vecinos de esta zona no sufren sólo los efectos de las música de las kábilas durante al menos 5 días, se prolongan durante dos semanas con la feria. A ello hay que unir los "botellones" de diversos paseos y zonas verdes, con el agravante de la rotura de botellas de vidrio.