Un año después de la celebración de las elecciones al Parlamento europeo, los cuatro eurodiputados que España sumó a los 50 que ya tenía en aplicación del nuevo Tratado de Lisboa siguen sin ocupar su escaño y sin perspectivas de cuándo podrán hacerlo con plenos derechos. Uno de ellos es la oriolana Eva Ortiz (PP), que se suma a Sergio Gutiérrez y María Irigoyen (PSOE) y a Salvador Sedó (CiU). Todos permanecen "en paro" a la espera de salir del laberinto en el que están inmersos junto a los otros 14 nuevos parlamentarios que entrarán de añadido en la Eurocámara.

"Somos eurodiputados fantasma. No tenemos ningún tipo de relación directa con el Parlamento Europeo, ni ningún derecho ni obligación. Todo el trabajo que ya estamos haciendo es por voluntad propia", explica Gutiérrez, actual secretario general de las Juventudes Socialistas. Gutiérrez, de 27 años, reconoce que "a veces, la espera desespera cuando ves que el procedimiento burocrático es muy lento. Te das cuenta de que en Europa, cuando saltas un bache hay un barranco", añade.

Eva Ortiz se mantiene centrada en su cargo de concejala de Fomento en el Ayuntamiento de Orihuela, aunque "con un ojo y un oído" puestos en los trámites para ser eurodiputada. "Vas preguntando a los compañeros y te dan ánimos de que ya queda menos. Tienes ilusión de empezar una nueva etapa y de hacer cosas por España y por la Comunidad Valenciana", dice Ortiz, de 34 años.

Aún no sabe qué áreas de trabajo le asignará el grupo popular europeo, pero su preferencia es ocuparse de asuntos que preocupan en su región, como el agua, la agricultura o el turismo y que compaginaría con su puesto de edil.

Además de seguir empapándose de la actualidad europea, los cuatro nuevos eurodiputados aprovechan este compás de espera para engrasar sus idiomas.

De ir bien las cosas, los líderes europeos aprobarán la reforma en dos semanas, aunque deberá ser ratificada por el Parlamento de cada país, proceso que podría demorarse más de un año. Entre tanto, está previsto que adquieran este verano el estatus de observador, que si bien les priva de voto, les da derecho a voz en los debates, dietas de viaje y otros privilegios propios del cargo, como disponer de asistentes.