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Nunca es tarde para compartir piso

Un programa solidario de la UA permite, entre otros casos, que una mujer de 89 años conviva en su casa con una universitaria de Ciudad Real

María José y Mari Carmen asomadas a la ventana. pilar cortés

«Durante la cena y después a veces hasta dos y tres horas nos las pasamos hablando de lo que nos ha pasado durante el día, de política y actualidad, de películas, de la juventud, o dándonos consejos, hablamos de mil cosas», cuenta Mari Carmen Espinar, una estudiante de Criminología de la Universidad de Alicante que forma parte del programa Alojamiento Solidario de la UA, y que convive desde el curso pasado con María José Limiñana, que la semana que viene cumplirá 89 años.

Sólo hay que compartir un rato con ellas para comprobar lo bien que se llevan y lo compenetradas que están y eso que al principio ambas tenían sus dudas sobre la conveniencia de compartir techo. Limiñana, maestra jubilada, explica que «hace un año yo estaba estupendamente y no me apetecía tener a una persona todo el día pegada a mí, pero cuando llegó Mari Carmen hubo feeling desde el principio y ahora estoy encantada de estar con ella». Además, le produce mucha tranquilidad no estar en casa sola por las noches, sobre todo ahora que tiene algún que otro achaque. Mientras, Mari Carmen, que llegaba a Alicante desde un pequeño pueblo de Ciudad Real, Membrilla, tampoco tenía todas consigo de que una experiencia así funcionara bien.

Pero ambas confiaron en Pepi Parreño e Irene García-Navas, del Centro de Apoyo al Estudiante de la Universidad de Alicante, que apostaron desde el principo porque esta convivencia era adecuada. Este programa, indica Parreño, «lo cuidamos mucho porque somos conscientes de que no es para todo el mundo». Se trata de un recurso social que pone en contacto a estudiantes con personas mayores o con familias monoparentales con hijos o con familias con hijos con discapacidad. El alumno contribuye con unos 200 euros al mes a los gastos de la casa, pero no paga alojamiento. A cambio, acompaña y ayuda, aunque eso sí, siempre que la otra parte respete sus tiempos de estudio. «No se trata de que si un alumno no puede pagar el alojamiento se integre en el programa, para eso tenemos otras ayudas específicas. Lo importante es el tiempo que se dedican en una relación que comporta beneficio mutuo». Aparte de las entrevistas previas con potenciales alojadores y alojados García-Navas se acerca todos los meses al domicilio para realizar un seguimiento. Si la cosa no funciona se acaba. Y si la persona mayor cae en una situación de dependencia o enfermedad también, porque no se trata de que el estudiante se convierta en enfermero o cuidador. Así, este año sólo cuatro alumnos están disfrutando del programa de los dieciséis interesados. «En este caso importa más la calidad que la cantidad», concluye Parreño.

El de María José y Mari Carmen es un caso de éxito. Tanto han congeniado que si es por ellas la estudiante se gradúa en casa. Se organizan bien. Mari Carmen va a clase todas las mañanas y varias tardes y cuando llega se va a su cuarto a estudiar. Pero su «abuela» no está sola, por las mañanas va una empleada a limpiar y sus cuatro hijos se turnan para ir todos los días a comer con ella. Lo mismo hacen los fines de semana, donde van acompañados por algunos de sus nueve nietos. «Cuando vienen ellos y estoy en casa les veo un rato y luego ya les dejo. Me hacen sentir como si fuera de la familia pero entiendo que es su tiempo con María José», explica Mari Carmen. De hecho, la última Navidad la pasó con ellos. «En mi pueblo la celebración de Nochebuena es con los amigos y no me venía bien ir, así que fue mi primera Navidad en familia y fue con ellos», afirma. Además, con María José, una mujer cultivada a la que le encantan la música y leer, aprende cada día. Incluso fue ella la que le descubrió el libro electrónico a la joven. Y Mari Carmen además de apoyo y compañía le cuenta todos los trucos de las investigaciones de las series policiacas poniendo el práctica sus conocimientos.

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