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Huesos bajo sospecha en la Universidad

Alumnos de Criminología recrean escenas de asesinatos para reproducir la actuación de la Policía Científica y los forenses

Los alumnos trabajan en el «lugar del crimen» para recoger los restos correctamente y siguiendo criterios científicos. áxel álvarez

Son las nueve de la mañana y alguien descubre dando un paseo lo que parece un hueso semienterrado junto al estanque del bosque ilustrado de la Universidad de Alicante (UA). Llama a la Policía y a las 9.30 horas ya se están acordonando la zona y el lugar se ha llenado de «buzos» blancos con mascarillas, guantes y calzas.

La escena parece real, pero se trata de una práctica de la asignatura Policía Científica y Laboratorio Forense del grado de Criminología. El médico forense y profesor de esta materia, Fernando Rodes, es el «autor intelectual» de esta serie de crímenes que los alumnos deben resolver en grupos de siete. «Se trata de que pongan en práctica la teoría que hemos estado viendo en clase y la experiencia les sirve para aprender más que en varias horas de explicación del temario», asegura el profesor. Cada grupo, explica, elige un hecho delictivo y debe grabar todo el desarrollo de la investigación científica y forense que es lo que después evalúa Rodes.

La mayoría elige el levantamiento de un cadáver con las circunstancias que la imaginación les permita, pero uno de los grupos ha preferido orientarse a la antropología forense y ha enterrado un esqueleto. «En este caso el trabajo es muy meticuloso, hay huesos que son muy pequeños y se pueden perder por lo que es necesario cribar la tierra y trabajar sin prisas», indica este profesor que en su vida profesional ha lidiado con situaciones similares.

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Los alumnos de Criminología de la Universidad de Alicante recrean escenas de asesinatos

Los alumnos disponen de todo el material necesario en un maletín de inspección ocular. Bastoncillos, suero fisiológico, tijeras, bolsas para recoger pruebas, pinceles para limpiar los restos y para revelar huellas, testigos para marcar las pruebas y testigos métricos, fundamentales a la hora de realizar las fotografías del escenario del crimen. Valiéndose de todo ello deben seguir los métodos científicos marcados para limpiar y recoger los huesos correctamente antes de llevarlos al laboratorio. Y se ponen manos a la obra. Poco a poco el esqueleto queda al aire y mientras unos repasan con sumo cuidado las costillas con un pincel, otros van colocando los testigos y realizando fotografías.

«En casos como este lo primero es averiguar si los huesos corresponden a una persona o a un animal. Los huesos hablan si sabes estudiarlos. Te pueden decir la edad, la talla y el sexo de la persona, el tiempo transcurrido desde la muerte y las causas de ésta», describe Rodes. Por ejemplo, los pequeños huesos del cuello pueden determinar si se ha producido un estrangulamiento y también se puede saber gracias a ellos si la persona fallecida padecía alguna enfermedad.

«Gracias a esta asignatura sé que quiero ser policía científica», cuenta Laura Maciá, una de las participantes en esta práctica. «Todo lo que aprendemos es muy interesante y cada vez me gusta más investigar, descubrir lo que ha ocurrido, conocer el proceso y las circunstancias de cada caso. Y claro, trabajar para que nadie se vaya de rositas, descubrir al culpable o al menos ayudar a esclarecer el delito», enumera. «Yo creo que el crimen perfecto no existe, siempre hay indicios aunque sean mínimos, una huella que se puede sacar, un pelo que se cae, una pequeña mancha de sangre, y de nosotros depende encontrarlos», argumenta. El profesor sentencia que «si esta primera parte de la investigación está bien hecha puede no resolverse el crimen pero si está mal hecha es seguro que no se resolverá».

Precisamente para que los alumnos aprendan y practiquen lo máximo posible en la Facultad de Derecho se habilitó hace unos años un aula en la que disponen de más de mil huesos humanos, algunos de ellos cráneos con disparos de armas de diferentes calibres. También con una colección de huesos de animales que comenzó en 2013 y que son los propios estudiantes quienes van incrementando cada año al «esqueletizar» distintas especies, desde gallinas a liebres pasando por un cochinillo o un faisán. Así, disponen de más variedad con la que poder comparar para aprender a distinguir los restos humanos de los animales.

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