Producir larvas de mosca a nivel industrial, es decir, toneladas a la semana frente a los 2.000 kilos al mes que actualmente es capaz de producir la planta de la spin-off de la Universidad de Alicante (UA) Bioflytech, que lidera el director del departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales, Santos Rojo. Este es uno de los objetivos del proyecto europeo Flyhigh que coordina la UA y en el que participan también la Universidad de Helsinki, la de Serbia y la empresa sudafricana Agriprotein dentro del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea.

Para ello, investigadores de la UA han realizado una estancia de un mes en Sudáfrica con el propósito de estudiar la relación entre insectos y plantas y sus nuevas aplicaciones.

«En 2050 viviremos 9.500 millones de personas según las previsiones y el coste de producir alimento para todos no es sostenible, especialmente por el gasto de agua y por la gestión de los residuos ganaderos, así que será poco probable que nos podamos alimentar como lo hacemos hoy», advierte el profesor Rojo. Para adelantarse a este gran problema la UE y la FAO ya trabajan en posibles vías y es aquí donde sorprendentemente los entomólogos juegan un papel esencial. Aunque la UE ya ha abierto la puerta al consumo de insectos para la población, por razones culturales no se espera un vuelco en la dieta de los países occidentales en este sentido. «La clave está en la alimentación de los animales que nos alimentan a nosotros», indica Rojo. El reto consiste en introducir harina de larva de mosca, que contiene un alto porcentaje de proteínas, en el pienso del ganado, de las aves de corral e incluso del pescado de piscifactorías, para lo que Bruselas dará vía libre previsiblemente en breve, señala Rojo.

De hecho, las moscas pueden contribuir de manera decisiva a la economía circular, hacia donde miran actualmente todos los sectores. «Las moscas no sólo se alimentan de los subproductos ganaderos sino que purifican su alrededor con lo que ya solucionan un gran problema», afirma el profesor, y si a su vez se convierten en alimento se cierra el círculo sostenible.

Una parte del proyecto Flyhigh consiste en secuenciar genéticamente larvas y ejemplares adultos para poder criarlas en el laboratorio y producir los millones de toneladas que buscan, ya que una mosca pone entre 500 y 800 huevos de manera que se crearía una especie de «granja de moscas».

Pero ¿por qué Sudáfrica? Santos Rojo explica que las plantas bulbosas, como tulipanes, lirios o narcisos, tienen su origen en este país. Gran parte del territorio es de clima Mediterráneo y es donde más plantas bulbosas hay en el mundo.

Hace millones de años este tipo de plantas se fueron desplazando por el borde este de África hasta Europa, donde se aclimataron perfectamente y se desarrollaron hasta que el Sáhara se secó y actuó como barrera natural pero sigue existiendo una conexión biológica y evolutiva entre las especies sudafricanas y las europeas, indica este experto.

«Como la plantas bulbosas tiene un enorme interés comercial están muy estudiadas. Sin embargo las moscas que se alimentan del bulbo de estas plantas y que después las polinizan son muy poco conocidas», indica Rojo.

Existen entre 200 y 300 especies de moscas que viven en este tipo de plantas y que pertenecen al género Merodon, pero larvas sólo se conocen las de una docena, precisa. Son tan poco conocidas que en un mes en Sudáfrica el equipo de Flyhigh ha descubierto diez especies nuevas para la ciencia y han capturado algunas que no se veían desde hace cien años.

Aparte del interés biológico, Rojo apunta a que como un tipo concreto de Merodon, el equestris, se ha convertido en plaga en Europa, cuanto más se conozca de su origen y características más sencillo será controlarla.

Este tipo de estudio es otra de las patas del programa y los investigadores han realizado análisis morfológicos y genéticos para determinar qué insectos son originarios de Sudáfrica y cuáles lo son de Europa. Los resultados estarán listos el mes que viene, cuando finalizará Flyhigh después de tres años en marcha.