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Fauna doméstica

80 gatos van a la Universidad

Trabajadores y universitarios cuidan de forma voluntaria a los felinos que constituyen toda una imagen característica del campus

Una joven acaricia a dos gatos en la parte trasera del edificio de Ciencias Sociales de la UA. PILAR CORTÉS

Los gatos son desde hace ya tiempo una estampa característica del campus de la Universidad de Alicante (UA). La presencia de los felinos es habitual en varios puntos de las instalaciones, por lo general en pequeños grupos. Muchos de ellos están más que acostumbrados a la presencia humana, por lo que son muy sociables y es fácil que se arrimen a quienes pasan junto a ellos o que se dejen acariciar. Pero esta imagen tiene detrás un gran trabajo humano.

Una decena de personas, trabajadoras y estudiantes de la UA y en su mayoría mujeres, se dedican de manera voluntaria al cuidado de los aproximadamente 80 gatos que tienen el campus como hogar. La iniciativa de ocuparse de los felinos surgió hace en torno a diez años, tal y como explican Rosa Rodríguez y Magüi Manarel, dos de las voluntarias. Se observó que había una nutrida presencia de animales y que era necesario cuidarlos y, por otra, controlar su población para evitar que proliferaran demasiado y sin unas condiciones de salud adecuadas.

Así se comenzó con un trabajo que sigue siendo totalmente voluntario, pero que ha dado sus frutos. El principal, destacan, que «todas las hembras están esterilizadas y no hay camadas de cachorros». Además, inciden en que se hace un seguimiento veterinario a los animales, de cura ante una dolencia y de desparasitación, y que en general son muy queridos por la comunidad universitaria. También recuerdan que el gato, por su naturaleza, «nunca deja de ser cazador», por lo que ellos cumplen también una función de salud pública, evitando que haya plagas de roedores o de insectos. «Las ratas no van a donde hay gatos», recuerdan en este sentido.

Dos gatas de la colonia felina de la Universidad de Alicante, refugiadas en un espacio cubierto en un día de lluvia. Foto: Jose Navarro

Al no recibir ningún tipo de ayuda oficial, la principal fuente de financiación para poder llevar a cabo este voluntariado felino son las aportaciones de recursos propios, junto con el «apadrinamiento» de felinos. Esta cuota es de 5 euros al mes, lo que quiere decir 60 euros al año. También tienen distribuidas huchas en varios puntos del campus, en las que se realizan pequeñas donaciones de dinero pero que al final acaban sumando más recursos. Además, los voluntarios acuden una vez al mes a un mercadillo de segunda mano, que también contribuye a obtener recursos. Junto con todo esto hay que tener en cuenta las donaciones de comida.

Alerta ante posibles abandonos

Rosa Rodríguez y Magüi Manarel hacen hincapié en que, pese a que su labor tiene un resultado muy gratificante, la situación de los gatos de la UA no es idílica, puesto que «no dejan de estar expuestos a los peligros que conlleva el vivir en la calle» y su esperanza de vida es de unos siete años, mucho menos que los 15 que suele alcanzar un felino totalmente doméstico. Además, insisten en recalcar que «el abandono de animales es un delito», y que por ello se mantienen en alerta ante el riesgo de que se produzca alguno.

Uno de los felinos junto a uno de los comederos instalados en el campus, donde también disponen de unas casitas para cobijarse. Foto: Jose Navarro

La finalidad última de su trabajo, recuerdan, es la adopción de los gatos. En algunos casos es imposible porque hay animales «totalmente huidizos», pero otros más sociables con los humanos sí han encontrado un hogar después de haberse criado en la UA o de haber nacido en el mismo campus. En cualquier caso, todos los felinos que hay ahora mismo en la Universidad están identificados -cada uno tiene su nombre, de hecho- y controlados por un veterinario, haciendo posible no sólo que el entorno ofrezca una estampa simpática gracias a estos animales, sino que su presencia goce de todas las garantías sanitarias, gracias a este esfuerzo desinteresado.

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