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Sus minerales determinan sus efectos

Agua, el alimento de la vida

Los nutrientes aportados mediante la hidratación proporcionan características específicas

Agua, el alimento de la vida efe

Aunque no podamos vivir sólo de agua, sin ella no podemos vivir. El conocimiento sobre las propiedades de este alimento líquido ha mejorado en los últimos 15 a 20 años al aumentar el interés entre la comunidad científica por conocer un poco mejor este elemento fundamental de la dieta humana.

Según explica la doctora Pilar Vaquero, investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el agua puede considerarse un alimento ya que contiene nutrientes como sodio, calcio, magnesio o potasio que le confieren en distintas proporciones características específicas que intervienen en los distintos procesos del organismo humano.

Es por ello que las sociedades de nutrición incluyen ya el agua dentro de la composición de las pirámides de alimentación que constituyen la guía para una dieta equilibrada.

«Tener acceso a agua potable es un derecho universal por el que deben velar las autoridades y como tal su calidad se encuentra regulada por los organismos competentes», explica la experta.

El agua tiene importantes implicaciones en la salud humana sobre todo a través de las distintas dietas adaptadas a la persona, la hidratación, la litiasis (formación de cálculos en vías excretoras), la osteoporosis o incluso el riesgo cardiovascular. Las necesidades del agua varían de una persona a otra y según la etapa de la vida en la que se encuentre cada persona.

Aguas minerales envasadas

Como en el caso de otros productos de alimentación, los expertos señalan que la relación calidad-precio no es lineal y que un menor precio en el agua envasada no significa una calidad más pobre. «El agua mineral natural procedente de manantiales cumple con una legislación europea muy estricta que exige una composición declarada y estable que no se puede alterar», aclaran.

El agua mineral presenta un amplio abanico de posibilidades en cuanto a su composición, pudiendo ser ésta más cálcica, clorurada o bicarbonatada pero también pueden predominar otros componentes como el sodio, el magnesio o el fluoruro.

La clasificación que se emplea de forma más extendida es la que se refiere a las aguas minerales muy débiles, débiles, medias y fuertes y que depende de la cantidad de minerales que contienen. Son estos minerales disueltos en las aguas naturales los responsables de sus potenciales beneficios para la salud.

Sin embargo, dada la normativa actual sobre el etiquetado de las aguas minerales sólo se puede indicar cuando son aptas para las dietas pobres en sodio o para la alimentación infantil, o si pueden tener efectos laxantes o diuréticos.

Sobre sus beneficios para la salud, apuntan que las aguas ricas en bicarbonato sódico podrían ser más digestivas, las ricas en calcio y magnesio beneficiar a los huesos y las débiles más aptas para los riñones inmaduros de los bebés. Sin embargo, en la actualidad esta clasificación en aguas minerales como débiles, muy débiles y fuertes no se relaciona con aspectos de la salud o de la prevención, desde el punto de vista de la evidencia científica.

Beneficios sí, pero por definir y reglar

«Los distintos tipos de agua podrían aportar diferentes beneficios para el organismo pero no existe información adecuada en el etiquetado de las aguas envasadas que recoja todas estas cualidades como un criterio de elección para el consumidor», señala Vaquero, que apunta que lo principal es ser conscientes de la importancia del agua para la salud, su consumo equilibrado y evitar la deshidratación severa, una condición grave para el organismo.

La doctora Vaquero ha estudiado el consumo de agua con gas (de mineralización alta y en la que predomina el bicarbonato y el sodio) en mujeres postmenopáusicas y jóvenes con colesterol algo elevado, con resultados que apuntan a un menor riesgo cardiovascular entre quienes la consumían. La investigadora apunta que la presencia de sodio en el agua estudiada no se relaciona con un aumento de la presión arterial en adultos con riesgo cardiovascular.

Sin embargo, la doctora del ICTAN del CSIC pide prudencia a la hora de extrapolar los datos de los estudios realizados en laboratorio al ambiente real cotidiano, ya que el agua que consume cada ciudadano en distintas localizaciones o procedente de manantiales en sus versiones envasadas varía en gran medida en cuanto a su composición y por tanto en lo que se refiere a los posibles efectos de su consumo en cada individuo. Pero no hay que olvidar que no se puede vivir sin el agua.

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