Ciempiés estaba sentado debajo de una hoja. Tenía un zapato en una mano. Miraba al zapato y movía la cabeza.

-Bueno -dijo-, habrá que volver a contarlos otra vez.

Ciempiés comenzó a mirar todos sus pies.

-Veintisiete, veintiocho, veintinueve...

Todos los pies tenían zapato. Treinta, treinta y uno, treinta y dos...

Escarabajo pasó por ahí.

-Ciempiés, pareces muy entretenido -dijo-. ¿Qué estás haciendo?

Ciempiés miró a Escarabajo.

-Parece que me falta ponerme un zapato -contestó.

Y Ciempiés le enseñó el zapato que tenía en la mano.

-Si quieres puedo ayudarte -respondió Escarabajo.

-Estupendo. Iba por el pie... ¡Uff!, no lo recuerdo.

-Da igual -dijo Escarabajo-. Comencemos juntos.

Escarabajo y Ciempiés empezaron otra vez a contar todos los zapatos de Ciempiés.

Llevaban más de la mitad cuando se presentaron Tres Hormigas.

-¡Hola! -dijo una de ellas.

-Hace una buena tarde -dijo la otra.

-¿Qué pasa? -preguntó la tercera.

Escarabajo y Ciempiés dejaron de contar y miraron a las hormigas.

-Estamos buscando el pie descalzo de Ciempiés -dijo Escarabajo.

-Cuando terminé de ponerme mis zapatos resultó que me sobraba uno. Escarabajo y yo llevamos un rato buscando cuál de todos mis pies está descalzo.

-Ah, en ese caso... -dijo una de las Hormigas.

-Tal vez nosotras... -dijo otra.

-Podríamos echar una mano -dijo la tercera.

-¡Estupendo! -dijo Escarabajo-. Íbamos por... por... Vaya, no sé por dónde íbamos. Tendremos que comenzar de nuevo.

Ciempiés, Escarabajo y Tres Hormigas empezaron a contar los zapatos de Ciempiés.

De pronto, llegó Grillo.

-Hola a todos. ¿Qué pasa? -dijo Grillo.

-Miramos pies -contestó una Hormiga.

-Muchos pies -dijo la otra.

-¡Muchísimos pies! -exclamó la tercera.

-Ah -contestó Grillo- y yo voy buscando mi zapato. Creo que lo perdí por aquí y no lo encuentro. ¿Alguien me podría ayudar?

Ciempiés miró el zapato que tenía en las manos y miró los pies de Grillo.

-Bueno -dijo Ciempiés-. Escarabajo, Tres Hormigas, ya no hay que buscar más. Todos mis pies tienen zapato. Y tú, Grillo, deja también de buscar, que yo tengo tu zapato.

Grillo se lo puso y, efectivamente, era su zapato.

-Muy bien -dijo Escarabajo-. Entonces ya podemos irnos a bailar.

Y los amigos, contentos, se fueron juntos a su clase de baile.

Extraído del libro

«Escarabajo en compañía»

Autor: Pep Bruno

Ilustraciones: Rocío Martínez

Ediciones Ekaré