«A mí me contaron una vez», dijo Roque Bodoque, misteriosamente, «que en el pueblo de mi abuelo vivía una bruja». La niña de la capota se detuvo junto a ellos y les dirigió una sonrisa. No llevaba aparato en los dientes, y los ojos le brillaban como estrellas. Por más sortilegios que haga la brujita del pan «pringao», nadie se la toma en serio. ¡Es que es demasiado bonita para ser bruja! Si tuviese una nariz larga y perdiese algunos dientes... ¿Podrá encontrar la fórmula para parecer una verdadera bruja? A partir de 10 años.