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Vivir: ¿Una maravillosa odisea?

El Valor de lo sin precio

No debemos confundir el precio y el valor. Le comento cosas que posiblemente todos tenemos, que valen mucho y no tienen precio.

El Valor de lo sin precio

Hoy no va de eso de: «De lo que no cuesta, llenadme la cesta», sino de valorar muchas cosas que tenemos, que son supervaliosas y no tienen el precio.

Tenemos vida, solo una, pero es suficiente si sabemos vivirla bien.

Me refiero, por ej., a la luminosidad que nos rodea. La luz llena nuestras vidas desde muy temprano por la mañana hasta muy tarde por la noche. Piense que, en los países del norte de Europa, sus ciudadanos viven en la oscuridad. Esa luz es algo inmaterial que se incluye en nuestro sueldo o pensión todos los meses.

Podemos gozar de un modelo social envidiable, además de vivir en un país muy seguro, sin que las armas de fuego transiten por nuestras calles o colegios, en nuestro medio abunda la proximidad, la cordialidad, la amabilidad. Con facilidad nos abrazamos.

Me atrevería a añadir incluso la generosidad. Somos uno de los países del mundo que más donaciones de órganos realiza cada año. Damos algo importante, y sin precio. Damos vida. Ya sabe que ese es el eslogan que se emplea para fomentar las donaciones. Y es que es así.

En otro terreno es magnífico sentir el aire entrar en nuestros pulmones. Algunos no pueden hacerlo, necesitan respirar oxígeno con una máscara. Pero los que no lo necesitamos no somos conscientes de lo que tenemos.

En nuestro entorno muchos son cariñosos, incluso amorosos, y ya sabe que el amor no tiene precio, lo damos y recibimos, vale muchísimo. Y sin llegar a tanto, algo parecido sucede con los besos. ¿No cree que deberíamos dar más? Son gratis y hacen feliz al que los recibe y al que los da.

Podemos disfrutar de nuestro entorno. Ver aparecer las hojas en los árboles, abrirse las flores. No me detengo en comentarle la riqueza de nuestra cocina. Es infinita, y a la vez saludable. La mayoría tenemos acceso a ella, y las sensaciones que ofrece superan con mucho a su coste.

Gozamos mucho con la música. Hemos desarrollado infinitos modelos musicales; para hacerlo hemos creado múltiples instrumentos, los timbales, castañuelas, panderetas, incluso la zambomba, los cajones e incorporado a otros como las gaitas; y además de los cantos regionales que son muchos, los hemos acompañado de bailes, también muy diversos. Le cito, como ejemplos las muñeiras, las sardanas, las jotas, o las sevillanas. Cada zona del país tiene las propias.

Tenemos muchas ONG en las que los voluntarios que las integran reparten sin cesar esperanza, compañía, ánimo. Muchos colaboran con ellas, otros reciben su ayuda.

Nos es propio tener ilusiones, sueños, sonrisas e incluso lágrimas. Poder emocionarse.

Nuestro país es rico en bellos paisajes, montes y picos, llanuras y tesos, cielos azules, nieves algodonosas. También en magníficas catedrales, increíbles castillos, torreones, alamedas y paseos. Los tenemos ahí, a nuestro alcance, podemos disfrutarlos sin precio.

Algo parecido sucede con los infinitos museos que podemos visitar, son una memoria histórica magnífica. Nos enseñan bellos cuadros, instrumentos usados en épocas pasadas, modelos de bebidas, automóviles, etc. Hemos conseguido que el pasado no desaparezca, y que en muchos casos podamos aterrizar en él a muy bajo precio.

Dicen que el que tiene un amigo, tiene un tesoro. Es algo que todos podemos tener, ser muy ricos, aunque nuestra economía esté limitada.

A veces un consejo nos cambia la vida, no costó nada al que nos lo dio, ni pagamos por recibirlo. Pero es algo grande.

De igual manera la compañía puede curar una enfermedad muy grave que afecta a muchos: la soledad, o el sentimiento de tener soledad. ¿Quién no puede acompañar? Es gratis hacerlo.

Cualquier español tiene derecho a ser atendido por un sistema público de salud. Muchos lo califican de bueno, otros de muy bueno. Ya querrían tenerle los millares de turistas que nos visitan en sus países, incluso en Estados Unidos, que se le considera como una de las grandes potencias económicas mundiales.

Podemos disfrutar con muchas de nuestras tradiciones. Son muchos los que gozan viendo arder una falla o una hoguera, o viendo desfilar a las «filaes» de Moros o Cristianos, procesionar santos, e incluso correr delante de los toros o ver cómo se levantan torres de varios pisos de unos hombres subidos sobre otros. Nada nos cuestan, y tienen un alto precio.

Hay muchos que lo hacen acudiendo a las misas, o rezando. Dicen que eso les proporciona paz interior, sosiego. Tampoco eso cuesta, y vale mucho.

El canto del ruiseñor está ahí. Es bello, como lo son las infinitas aves que nos acompañan, su imagen, sus vuelos.

Tenemos una lengua riquísima, con miles de palabras que pueden explicar cada uno de nuestros sentimientos, o sensaciones. Pero a la vez es de las más habladas en el mundo, lo que nos permite no sólo explicar lo que nos pasa o lo que sentimos, sino comunicarnos con millones de personas en el planeta Tierra.

¿Cree que hay algo más valioso que tener un hijo o un padre, o un hermano? Todos tenemos alguno de ellos, algunos son tan afortunados que tienen los tres.

¿Cree que recordar cuesta dinero? Sin embargo, los recuerdos nos acompañarán toda nuestra vida, es algo que nos permite vivir de nuevo

El mensaje es claro: ¡Cuántas cosas de valor tenemos, y a veces no las apreciamos! Y lo que es más triste, casi siempre cuando las perdemos. Ya lo dice el refrán: nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

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