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El arte de contar cuentos

Aprendió a escuchar los cuentos con su madre y su abuelo. Hace de cuentista en colegios, en museos, en librerías, en plazoletas o junto al río. Se sabe casi todos los cuentos.

La primera vez que se las vio con el público tenía menos de cinco años. Acudió con sus padres y dos hermanos al cine Río, en Ibi, para ver en directo a Gaby, Fofó, Miliki y Fofito, los payasos de la tele. Subió al escenario y cantó la popular canción «Susanita tiene un ratón». Raquel López Cascales es la segunda hija de un matrimonio nativo de Ulea (Murcia). El padre, Tomás, emigró a Alemania siendo adolescente para reunirse con su hermano mayor. Encontró empleo en la cadena de producción de la compañía Braun, dedicada a la fabricación de electrodomésticos con sede en Kronbberg im Taunus, a las afueras de Frankfurt. Su novia, Carmen, quedó en el pueblo. Tomás regresó a España para cumplir la mili en un cuartel de Valencia. Dos años de soldado. Junto a Carmen prepararon la boda. Se casaron. De nuevo a Alemania. La familia creció: primero Begoña y poco después Raquel, paridas en Ulea; luego llegaron al mundo José Tomás y Mari Carmen. Raquel nació en la cama de su abuela materna, Carmen «La hornera».

El clan de los López decidió regresar a España. El padre encontró trabajo en una fábrica de moldes para la industria juguetera en Ibi. En los ratos libres reparaba electrodomésticos y pocos tejados hay en la villa que Tomás no haya pisado para colocar antenas. Ahí se establecieron.

Raquel estudió en el colegio público Cervantes. La familia regresaba con asiduidad a Ulea en un pequeño utilitario. La madre fue la primera narradora de la casa. Contaba cuentos a todas horas y en cualquier lugar, sobre todo en los viajes de idas y venidas entre Ibi y el pueblo. Raquel abandonó los estudios en las primeras clases de BUP. Tierna rebeldía juvenil. Decidió trabajar. Su primer trabajo fue en la cadena de montaje de la juguetera Feber. Con los meses pasó a las oficinas.

Inquieta por aprender, se alistó como voluntaria a Cruz Roja. Se especializó en animación juvenil, en relaciones con los demás y en todo aquello que pudiera expresar sus sentimientos. Participó en campañas navideñas para acercar juguetes a los rincones más pobres. Vendió juguetes en Madrid.

La chica de la Cruz Roja necesitaba saber más. Superó un módulo como técnico en actividades socioculturales en el instituto Figueras Pacheco de Alicante. Hizo teatro con el grupo ibense «Font Viva», laboró en una cooperativa de trabajo social y disfrutó con miles de piruetas. Sabía qué quería. Se matriculó en un curso de narración oral que impartió en Biar la chilena Numancia Rojas.

Antes era el viejo quien reunía al pueblo en torno a la palabra. Luego llegaron juglares, trovadores y las abuelas. Narraciones de historias y leyendas de príncipes, hadas, piratas malos y brujas. No es sencillo contar un cuento: imaginación, memoria, recursos narrativos y, sobre todo, vocación.

Desde 1991 reside en un barrio marinero de Alicante. Raquel es cuentista, narradora oral. Su voz templada y firme ofrece relatos a escolares, bachilleres, adultos y viejos. Nervios de acero. Ha viajado con sus fábulas por casi toda España y a países como Grecia, Escocia, Honduras, Nicaragua y Cuba, entre otros. También imparte talleres de oratoria en colegios, institutos, en recintos municipales o donde se preste.

Es autora del libro de relatos «Amantes amados» (2013) y del libro infantil «Veintisiete abuelos son demasiados».

El buen arte de una cuentista.

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