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Semana y media

Una digestión borrascosa

Una digestión borrascosa

11 lunes

Todos a la calle

Estaba leyendo las reseñas de la fallida manifestación de ayer (50.000 personas son la mitad del aforo del Nou Camp) y, con mi habitual lentitud en estos asuntos, he comprendido que el latiguillo «las derechas» es una consigna para erosionar a la oposición (mi corrector ha cambiado premonitoriamente «oposición» por «conspiración»). La certeza me ha llegado gracias a una crónica que incluye entre las derechas presentes en el acto a un grupo neonazi al que le basta un trastero para reunir a todos sus simpatizantes. Con la misma lógica de taberna podría argumentarse que el PSOE y Bildu son «las izquierdas», ya que no acudieron a la manifestación. Con gracejo hispánico, «nuestras izquierdas» sufren migraña si la oposición se manifiesta cuando gobiernan, pero consideran un mandato natural callejear con la pancarta cuando se intercambian los papeles. Todo esto tiene una explicación histórica, pero también mezquinamente política: la derecha no acepta perder el poder (es otra frase del articulista) y se revuelve rabiosa contra la supuesta usurpación perpetrada por unos desharrapados que pretenden acabar con España y con la misa de gallo. No han escarmentado con lo de Andalucía.

12 martes

Abracadabra

Prescindiendo de algunas señales pintorescas de los aledaños (por ejemplo, para Zapatero no son «golpistas» quienes intentaron derogar una Constitución democrática sin respetar el procedimiento legal), sigo sin saber qué pretende Sánchez. Puedo entender los motivos de Iceta, zascandilear hasta reducir definitivamente al PSC a bisagra imprescindible unas veces e irrelevante otras, pero se me escapa cuál es el propósito de gobernar a empellones publicitarios, maniatado por alianzas insalubres y deambulando entre contradicciones rectificadas con nuevas ocurrencias que también se desbaratan al instante. La explicación malintencionada es la ambición personal y una pavorosa ausencia de convicciones; la alternativa, dudosamente benévola, que el PSOE recupere fuerza desde el poder y diluya a Podemos. Pero ni siquiera esto indultaría ocho meses de provisionalidad esperpéntica y el chantaje asumido como consecuencia de la debilidad parlamentaria. Incluso el insufriblemente apático Rajoy tenía un programa de gobierno, aprender contabilidad en alemán. Disculpen el tono sombrío, pero me conmueve el gesto etrusco (entre estupefacto y furibundo) de González, Guerra, García Page, Lambán y tantos compañeros con el corazón partío por los ostentosos arrumacos a la cuadrilla de Torra.

13 miércoles

Eureka

Como el rechazo de unos Presupuestos no apareja la convocatoria automática de elecciones, el adelanto electoral anunciado por el Gobierno sólo puede significar la pérdida irrevocable de apoyo parlamentario visualizada con la derrota de su proyecto presupuestario en el Congreso. Aunque la convocatoria de elecciones nos dé la oportunidad de librarnos del monstruo engendrado por la moción de censura (una mayoría parlamentaria erigida con materiales de derribo constitucional), el rostro del presidente mostraba los efectos de una digestión borrascosa junto a la melancolía por los sueños que se desvanecen. O al menos esa fue mi impresión cuando las cámaras le enfocaban, tal vez influido por mi sospecha de que Sánchez tiene dificultades para controlar sus arrebatos, sean de ira si se le menciona su tesis doctoral, de tristeza si renuncia al escaño por la desafección de sus compañeros o de frustración si constata que todo cuanto ambicionó se esparce súbitamente como vana ceniza. Hace varias líneas que mi lirismo invadió el terreno de la cursilería, pero ocurre que sigo desconcertado: ¿Qué otra cosa esperaba Sánchez que podría ocurrir?

14 jueves

Los amantes

En rigor, Oriol Junqueras ha iniciado hoy la campaña electoral con su declaración en el Tribunal Supremo. Es casi heroico comprender a Sánchez, pero resulta sobrehumano aceptar que Junqueras y el resto del clan no barruntasen la reacción del Estado ante su rebelión de cuello blanco. Tuvieron que considerar forzosamente la imposibilidad de la secesión y la probabilidad del castigo. Aun así perseveraron, más tarde facilitaron un cambio de gobierno con la esperanza de que les resultaría propicio y ahora han retirado su apoyo obligando a convocar elecciones. Supongo que esta vez también habrán previsto que la derecha puede volver a gobernar y, francamente, no imagino a Casado o Rivera tramitando indultos. En cuanto a Vox, la pena de muerte fue abolida y al menos eso deben agradecer los golpistas a la Constitución. Creo que una de las secuelas psicológicas de esta pesadilla disparatada es el «yo amo a España» pronunciado por Junqueras ante los magistrados. Cualquier alma sensible recordaría que hay amores que matan y sabemos gracias a Sabina que los amores que matan nunca mueren, aunque lamentablemente el Código Penal los castiga.

15 viernes

Brillante porvenir

Estoy viendo con estimable retraso «The Crown», una impecable serie británica sobre el reinado de Isabel II con abundancia de adjetivos y adverbios, algo que me agrada a mí pero no al director del periódico. Los primeros capítulos están ambientados en la postguerra hitleriana, con sus penurias y acertijos políticos. Las elecciones en Gran Bretaña ofrecen ocasionalmente el resultado pintoresco de que el partido con mayor número de escaños no es el más votado. Sucedió en 1951, poco antes del acceso de Isabel II al trono, y con cierta incoherencia he pensado en esta paradoja mientras Pedro Sánchez perpetraba un mitin institucional para anunciar la convocatoria de elecciones. En España también es posible el absurdo británico (se produjo en unas elecciones autonómicas catalanas), pero nosotros disfrutamos de peculiaridades mundanas. La primera es que la derecha comparece más fragmentada que la izquierda, algo inverosímil hace apenas dos años; la segunda, que el PSOE puede ser el partido más votado y no formar gobierno, una situación inversa a la actual; la tercera, que las dos únicas hipótesis son un gobierno con ministros de Podemos u otro con ministros de Vox. Oh, my God.

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