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El cannabis se aleja de la marginalidad

Es una droga comparable al alcohol para los jóvenes, un mercado por explotar para los gobiernos y el mejor tratamiento para miles de enfermos que siguen obligados a conseguirla en la calle

Centros de investigación alicantinos como la UA o el Instituto de Neurociencias de la UMH exploran las posibilidades de la planta. efe

Es tóxico para la salud, pero la gente lo consume despreocupadamente. Crea adicción y es un peligro para los más jóvenes, los más proclives a no comprender los riesgos de iniciarse en su consumo. El alcohol, una sustancia tóxica sin ningún beneficio para nuestro organismo, articula gran parte de la vida social de los españoles y de medio mundo sin que apenas se ponga en duda su oportunidad ni su derecho a estar disponible 24 horas en cualquier población. Y sin embargo, es otro psicoactivo que sí ha demostrado efectos terapéuticos el que está condenado a la marginalidad sempiterna: el cannabis.

La paradoja ya se ha hecho insoportable para muchos consumidores. Liderada por los enfermos que encuentran en el cannabis su mejor terapia y por investigadores y juristas, la campaña pro regulación encuentra audiencias renovada en la sociedad, sobre todo entre los menores de 35 años. Recientemente, la Comunidad ha mostrado la fuerza del movimiento con un congreso científico sobre la planta en la Universidad de València.

Héctor Brotons, director del gabinete alicantino Brotsanbert, uno de los mayores expertos legales del país en marihuana e impulsor del evento, explica que el objetivo de este movimiento es empujar a la opinión pública española hacia el sí a la regulación y mostrar con hechos y datos que arrinconar a los cannabinoides en el rincón de las drogas duras ilegales ha sido y es un error. «Empecemos diciendo que la ley que afecta al consumo de cannabis es preconstitucional y que no se ha tocado desde 1967», cuenta.

Durante estas décadas se ha averiguado que el organismo humano está predispuesto a entrar en contacto con la planta. Cesare Altavilla, investigador de la UA y autor de una tesis sobre estos compuestos y miembro de un grupo especializado en esta materia, explica que los cannabinoides «son un grupo de sustancias producidas por una familia de plantas que tienen efectos análogos a los endocannabinoides, unas sustancias que produce nuestro cuerpo de forma natural, como la anandamida». «Al consumirse de forma exógena entran en mayor cantidad y actúan sobre los receptores de cannabinoides que tenemos en el sistema nervioso central y otras partes del cuerpo y producen los efectos psicotrópicos, de estimulación del hambre y reducción del dolor que conocemos», explica el científico. Estos descubrimientos articulan el discurso científico que defiende que el cannabis es terapéutico y efectivo en multitud de tratamientos. Y que su prohibición condena a los enfermos a tratar con traficantes.

Los políticos empiezan a escuchar. La legalización integral de la producción y el consumo en Canadá, primera potencia del G20 en hacerlo, y el camino regulador emprendido por algunos estados americanos y Uruguay infundió ánimos a Unidos Podemos para promover el debate en el Congreso en 2018. Lo hizo después de que Ciudadanos presentara una ponencia en la Comisión de Sanidad del Congreso para debatir cómo garantizar a los enfermos el acceso y el consumo de cannabinoides.

Y no interesa sólo el enfoque curativo. Una regulación abierta al consumo lúdico generaría un importante negocio. En el foro de Podemos se hizo también hincapié en los beneficios que supondría ser el primer país europeo en dar carta de naturaleza a esta industria. Brotons, que colabora con este partido en la redacción de una proposición de ley que se quiere presentar este año, recuerda las estimaciones de Pablo Iglesias: «La regulación traerá la creación de 100.000 puestos de trabajo y más de 3.000 millones en impuestos». «Cuanto más tardemos en hacerlo, menores serán los beneficios», avisa.

Mientras el Congreso se lo piensa, las mafias invierten millones en explotar la exclusiva que de momento tienen en este oro verde. A principios de mes caía una red china especializada en el cultivo de marihuana por toda la Comunidad. Invertían hasta 60.000 euros en adaptar naves industriales, una de ellas en Villena, para exportar hierba a Reino unido por unos 1.363 euros el kilo.

Cambio de mentalidad

Estas voces a favor de normalizar el cannabis se yerguen sobre una masa social más extensa de lo que pudiera parecer de primeras. Existen centenares de clubes de consumidores funcionando en un vacío legal; más de 120.000 personas consiguiendo su medicación en el mercado negro y un importante porcentaje de ciudadanos favorable a la apertura que, en el caso del uso medicinal, «supera el 90% de la población», según la presidenta del Observatorio Español de Cannabis Medicinal y responsable de la asociación Dos Emociones, Carola Pérez.

Una de las principales capas que sostienen a los portavoces de la regulación es el cambio de mentalidad de la sociedad respecto a la marihuana. Entre los jóvenes son mayoría quienes creen que las medidas represivas han demostrado ser poco eficaces y quienes abogan por la normalización. En el grueso de la población, los beneficios terapéuticos de sus compuestos en enfermedades graves y crónicas están ablandando las resistencias.

Según un estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud y la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) de 2016, un 39% de los menores de 35 años españoles está a favor de suavizar o abolir leyes restrictivas sobre el cannabis, mientras que quienes creen que deben endurecerse representan un 23%. El resto las considera adecuadas o no se posiciona.

Además, se remarca que por encima del 60% de la población entre 15 y 34 años «es partidaria de permitir tanto la venta como el consumo en algún grado», mientras que una horquilla de entre el 26 y el 35% «se muestra proclive a la prohibición total». Entre los pocos que conocen los cambios de regulación en otros países, quienes aplauden estas medidas superan en una proporción de cuatro a uno a quienes las rechazan. En general, el informe detecta que entre 2014 y 2016 aumentaron los partidarios de hacer legal la marihuana en mayor grado.

Aunque, siempre según los hallazgos de este trabajo, la mayoría de los españoles menores de 35 años sigue percibiendo el cannabis como una sustancia con riesgos y que son mayoría -un 51%- quienes creen que su uso tiene mala imagen, los autores entienden que «el consumo de cannabis se observa desde una cercanía y visibilidad que le otorga carta de normalización». De hecho subrayan que fumar o inhalar la marihuana «ocupa un lugar claramente diferenciado respecto al resto de sustancias ilegales». Está, por tanto, en una posición desde donde puede dirigirse hacia la normalización.

Algo a lo que parece que ha contribuido la tolerancia social que legitima al tabaco y al alcohol. Los autores se apoyan en dos estudios previos, de 2010 y 2014, para concluir que «la virtual inclusión del cannabis en el universo de las drogas legales, además de basarse en (€) la normalización de su presencia y la baja consideración de sus riesgos, tiene que ver con lo que se interpreta es un consumo social».

Los investigadores sugieren que el cannabis se percibe entre los jóvenes como una droga no sólo social, sino de alguna manera también cívica: el consumo de marihuana sería «la manifestación o muestra de un disfrute consciente, controlado o reposado, como puede ocurrir con el alcohol (beberse una cerveza o una copa de vino en casa o en un bar) o el tabaco (fumarse un cigarrillo después de comer, por ejemplo)».

En España hay 8,46 millones de españoles que tienen entre 16 y 34 años según el INE, la franja de edad analizada en este trabajo.

Medicina prohibida

«Lo que es una injusticia en el uso de cannabis lúdico se convierte en una aberración en el terapéutico. Cuando mejora la salud y calidad de vida de los pacientes es muy prioritario que se aborde». El letrado alicantino abre la puerta a la versión del problema que más consenso reúne: el uso de cannabinoides como tratamiento médico.

La asociación Dos Emociones se ha convertido en los últimos tres años en la primera referencia para usuarios de cannabis medicinal. Desde Madrid, ayuda a personas a sobrellevar el dolor de enfermedades graves o crónicas con esta planta prácticamente prohibida en nuestro país. La preside Carola Pérez, licenciada en comunicación audiovisual y representante de artistas, ahora una de las caras más visibles de la regulación para uso medicinal.

«En 2018 atendimos a 293 personas atendidas. Más de 200 son mujeres, 14 niños y el resto hombres. Dolor y cáncer ganan por goleada, pero hay epilepsias en niños, autismo, esclererosis múltiple, ELA, inflamaciones digestivas como colitis ulcerosa, migraña, endometriosis, Parkinson, Alzheimer€ También hay mujeres que han sufrido violencia de género y soldados, porque el cannabis ayuda contra el estrés postraumático, a no tener pesadillas. El perfil es sorprendente», enumera en una entrevista telefónica.

Conoce bien el problema de tener dolor y no solucionarlo con medicamentos legales. Le quitaron el coxis a los once años por una caída. La consecuencia fue un sufrimiento crónico. Cuenta que descubrir los cannabinoides hace cuatro años le hizo pasar «de 17 tratamientos diarios a dos» y a pasar de la desesperación a tener condiciones de vida soportables. «Estoy sin coxis, con la médula dañada, me acaban de rehacer los glúteos€ Yo no me voy a curar, y tengo que convivir con un dolor que es insufrible, que me llevaría al suicidio seguro. El cannabis es aquello que te ayuda a llevar una mejor calidad de vida y a llevar el sufrimiento extremo con mas fuerza», afirma.

Su tránsito es una muestra de la realidad que enfrentan esas 120.000 personas que tienen que buscar medicina en el mercado negro porque nadie asume la tarea de regularlo.

En el barco de la legalización viaja mucha gente. Unos la exigen esgrimiendo las libertades individuales, otros por explorar alternativas económicas y otro grupo porque «el dolor no espera», como dice Pérez. Esta última clase de consumidores va en preferente: entienden que sus problemas y los de los demás tienen distinta urgencia. Tratan de distanciarse de los compañeros de viaje porque su variedad y número restan rapidez a las reformas legales que necesitan. El resto de usuarios, por contra, temen que se pierda la oportunidad de aprobar una ley integral que abarque todas las demandas.

La postura de los pacientes es incómoda, porque la motivación lúdico-festiva es la mayoritaria, y han sido estos consumidores los que han desarrollado, desde la contracultura, el cultivo y los espacios de consumo alegales que han servido de inspiración -y de refugio- al resto de interesados en el cannabis. Narcotraficantes y enfermos incluidos.

«Las opciones para encontrar cannabis en la actualidad son muy escasas. O mercado negro puro y duro, o bien cultivar en casa, o ir a un club social de cannabis o a dispensarios», argumenta Pérez.

Dos Emociones trabaja de cerca con Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense. Su presidenta asegura que España es, pese a la pasividad política, «líder mundial en investigación de cannabinoides junto con Israel y Canadá». «Somos además punteros en cultivo y desarrollo de cepas y en tratamiento del dolor». Entiende que el camino a la legislación está trampeado por «demasiados intereses que no quieren que salga adelante» y cita a los «lobbies del papel, alcohol, el textil o las farmacéuticas».

Dato a dato, testimonio a testimonio, hecho a hecho, el mundo del cannabis parece avanzar posiciones y estar cada día más cerca de su normalización definitiva en la sociedad española, con la que convive en la sombra desde mucho antes de 1967.

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