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La humildad del doctor Portilla

Un médico que lucha día a día para sanar a enfermos graves por cuyas venas navegan sin descanso virus y bacterias extrañas

La humildad del doctor Portilla

Nació y creció en el centro de Valencia. Estudió en las Escuelas Pías (Escolapios). Siempre quiso ser médico. Superó con esfuerzo los seis asaltos de la carrera. Estamos en 1979. Recién licenciado en Medicina y Cirugía en la Universidad de Valencia, optó a una de las plazas de Médico Interno Residente (MIR). Aprobó con buena nota y pudo formarse como internista en su ciudad.

Hijo de un empleado del aeropuerto de Manises, Joaquín Portilla Sogorb, tiene el apellido materno alicantino. Su bisabuelo, nacido en San Vicente de Raspeig, emigró a Valencia con una humilde zapatería a cuestas y se estableció en el barrio del Cabanyal.

Al finalizar los cuatro años de formación, en 1986, su primer trabajo como especialista lo desempeñó en el Servicio de Medicina Interna del Hospital de Alicante, entonces dirigido por Ángel Pascual Megías. Portilla es uno de los profesionales más cualificados en enfermedades infecciosas. A mediados de la década de los ochenta del pasado siglo, la epidemia de sida fue un drama. Los profesionales no sabían a qué dolencia se enfrentaban, sin tratamientos específicos ante enfermos moribundos. Portilla conoció los primeros casos en Valencia. En el centro alicantino asumió desde el principio todos los casos que de VIH se detectaban. Los diagnósticos no cesaban, casi siempre posteriores a infecciones oportunistas de los enfermos, en su mayoría toxicómanos. Recuerda el primer medicamento antirretroviral que, al menos, suspendía la replicación viral: el AZT, que también se administraba a madres con VIH a partir del cuarto mes de embarazo y luego al recién nacido seis semanas.

En aquellos años, la media de ingresados por sida era de 35; en la actualidad la cifra no supera los tres. El índice de mortalidad en-estos pacientes era alto; ahora, las expectativas de supervivencia son similares a la de cualquier enfermo crónico. La investigación biomédica y las terapias son eficaces y toleradas por los enfermos: de veinte pastillas diarias a una o dos. Pese a las medidas profilácticas y los avances en el conocimiento de la enfermedad, aún se detectan infecciones por VIH, especialmente en jóvenes varones que se contagian por vía sexual. El doctor Portilla participa en ensayos clínicos junto a otros centros internacionales centrados en el tratamiento de los pacientes infectados con VIH y hepatitis C. Con su equipo, integrado en el Instituto de Investigación Sanitaria y Biomédica de Alicante (ISABIAL), lleva 33 años luchando contra las infecciones más complicadas, como el sida. En 1992 creó la Unidad de Enfermedades Infecciosas. Desde 2012 es jefe de sección de Medicina Interna. También es profesor titular de Medicina Clínica y asume la organización de los más de 240 médicos internos que se distribuyen en 33 especialidades. Es doctor en Medicina. Se siente encantado con su trabajo. Es feliz. Jamás ha ejercido la medicina privada. Ahí están el trabajo y la honestidad de un médico bueno y con prestigio mundial. No para. Del 3 al 5 de abril se celebra en Alicante el 19 Congreso Nacional sobre el Sida e ITS bajo el lema «Más allá del VIH: construyendo futuro», del que Portilla es presidente del comité científico.

Siempre ha plantado cara a las infecciones, sobre todo al sida. Una de sus hijas sigue su camino y se especializa en la materia del padre. La otra en profesora de Psicología es la Universidad de Alicante. Un buen hombre.

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