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Retratos urbanos

El alma flamenca de un luchador

Ha sido adiestrador de perros, practicó el boxeo tailandés, pero se quedó con la guitarra. Flamenco. Polifacético. Toca, canta, compone, da clases, escribe y ha dirigido una película. Un luchador con el alma muy flamenca.

El alma flamenca de un luchador

Artista indomable. Su cabeza hierve: es un laberinto de pasiones. Juan de Dios Tamayo Lozano nació en Alicante. Dio sus primeros pasos en el barrio de Santa Cruz. Es el mayor de tres hermanos. Hijo de un vendedor de cervezas y comerciante que, junto a su mujer, Maribel, montó una granja de animales en la partida de Villamontes, en San Vicente del Raspeig. Entres gallinas, conejos, asnos, avestruces, cerdos, llamas y ocas creció la criatura. Sus padres crearon en el entorno la Asociación Amigos del Burro. Un mundo zoológico. Y un criadero de perros.

Primero estudió en los Franciscanos, luego en los colegios públicos Rajoletes (San Juan) y Raspeig. Acabó con sus ideas en un instituto politécnico, pero no consiguió diploma ni título alguno. Lo suyo era el flamenco. La guitarra. Sí logró licencia para adiestrar perros con el mejor especialista del país, Jean Paul Correa, afincado en los montes de Montserrat.

Un chaval deportista. A los doce años consiguió el campeonato de España de salvamento y socorrismo en el agua. Siguió con la natación, pero cada instante sentía más pasión por el flamenco. A los ocho años su tío Tino, guitarrista curtido en mil tablaos y tantas bodegas, lo cautivó con la melodía «Amapola», de Paco de Lucía. Juan de Dios flipó. La casa sevillana de la familia materna olía a bulerías, a rumbas y cante jondo. La abuela, Ramona, era cantaora.

Regresó a casa con el eco de las seis cuerdas en el cogote. Días más tarde, el padre vio un cartel en el que se ofertaban clases particulares de guitarra. Fueron los primeros acordes de Juan de Dios en la academia de Marco Uceda. Pero el destino apartó sus dedos de los trastes y las cedillas durante año y medio: se partió una muñeca en un trastazo en bicicleta barranco abajo.

Curó su mano. Volvió a la guitarra con alma de luchador. Años más tarde, decidió ampliar sus conocimientos con un maestro de maestros: Gerardo Núñez, en Sanlúcar de Barrameda; más tarde acudió a Madrid para aprender de Jerónimo Maya, heredero de los Montoya. En Alicante se ahogó de flamenco con Baldomero Amador «El Mero».

Juan de Dios también tuvo sus escarceos con el movimiento hip-hop, en calidad de rapero. Y se adiestró en artes marciales en la disciplina «muay thai» (boxeo tailandés), en el que casi llegó a ser maestro. Ganó la guitarra.

Regresó al flamenco más puro con la familia Los Rubio: Antonio Carmona, el patriarca; Miguel, el hijo, y El Ingüeta, el nieto, una saga de artistas pegados a los fandangos que influyeron en Camarón de la Isla.

Entre dos aguas: la guitarra y todo lo que se puede imaginar. Juan de Dios Tamayo es autodidacta: compone, toca, graba videoclips, ultima un largometraje sicológico, está a punto de llevar a la imprenta un libro sobre filosofía y es piloto de drones. Una máquina. También da clases particulares a una veintena de aprendices de vihuela. Tiene su propia marca para YouTube: «Universo Flamenco TV», que ofrece conciertos y tutoriales. En su estudio de grabación dispone de un sistema propio para enseñar canto.

Siempre lleva consigo una guitarra fabricada por Hermanos Conde. Trabaja para acceder al Conservatorio de Música «Rafael Orozco», en Córdoba, y hacerse con el título universitario.

Así es Juan de Dios: polivalente, creativo, indomable. Tiene alma flamenca. Es un luchador con proyección humana.

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