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Área de descanso

El leve peso de la Comunidad

El leve peso de la Comunidad

26 lunes. La roca que no rueda

Uno de los aspectos colaterales del Brexit es el «contencioso» de Gibraltar, el término algo pomposo con que se alude a un conflicto tan jurídicamente complejo como el de los ducados daneses a mediados del siglo XIX, que según el premier Palmerston sólo habían entendido tres personas: el rey de Dinamarca, que había muerto, un profesor alemán, que se había vuelto loco, y él mismo, que lo había olvidado. Fuera de la habitual retórica de sal gruesa que incluye «humillación», «dignidad», «firmeza» y otros sustantivos épicos, la cuestión de Gibraltar se reduce a dos atolladeros: al resto de Europa no le importa y España carece de fuerza para imponerse. Todo esto tiene poco que ver con la razón jurídica o la justicia histórica, suponiendo que existan ambas, mientras que la «integridad territorial» parece un recurso estrafalario cuando Europa está plagada de enclaves que han conocido tantas soberanías como puestas de sol. Tampoco entiendo que pretendamos nacionalizar a un tipo con acento andaluz llamado John Smith que es británico desde hace tres siglos.

27 martes. El ministro ingenuo

Como se esperaba, la autoridad competente ha sancionado a Borrell con una multa de 30.000 euros por uso de información privilegiada cuando era consejero de la empresa Abengoa. Las circunstancias del caso confirman que el ministro está tan intelectualmente dotado para las elevadas cuestiones del pensamiento como gloriosamente incapacitado para desenvolverse en la rutina de la jungla. La víspera de que Abengoa entrara en concurso de acreedores, Borrell vendió un paquete de acciones propiedad de su exesposa pero conservó las suyas, que lógicamente se depreciaron al día siguiente. Admitirán que es un uso extravagante de información privilegiada: beneficiar al excónyuge y resignarse al quebranto propio. En un universo armónico, Sánchez tendría que destituir a Borrell por estricta aplicación del código de ejemplaridad que estableció cuando ni siquiera su madre intuía que el niño llegase a dormir en la Moncloa. Pero el código se ha volatilizado con los casos de Duque, Delgado y Calviño, que siguen en el Gobierno a pesar de los flagrantes indicios de que han derribado el listón ético del regenerador doctor Sánchez. Borrell puede estar tranquilo por este flanco; Rufián e Iglesias son otro asunto.

28 miércoles. Llora por mí

Sigo ocasionalmente por internet una tertulia argentina sobre fútbol y he llegado a la conclusión de que Caín y Abel nacieron en Buenos Aires. Por otra parte, la mitad de los argentinos tiene apellido italiano y la otra mitad español y alguien no especialmente sagaz sospecharía de los antepasados mediterráneos de Caín y Abel. Pero Argentina ha refinado el paroxismo. Aunque, a diferencia de sus competidoras, mi tertulia no rebasa los estándares europeos de altercado público, algunas veces confirma el estereotipo del argentino como un picarón irracional bajo una pátina de verborrea fatigosa. Estos días han propiciado ese salvajismo latente a raíz de un decisivo Boca-River, el equivalente de nuestros Real Madrid-Barcelona. El partido fue suspendido tras el apedreamiento del autobús de Boca, pero hace tres años fueron sus hinchas quienes ahumaron con gas pimienta el vestuario de River. Los tertulianos describen este aquelarre como síntoma de una plaga social, aunque tal vez ocurra al revés y sea el fútbol el origen de una patología invasiva: los políticos acceden al poder y los empresarios al negocio a través del palco, y el crimen organizado nace en la grada (las «barras» que controlan desde el tráfico de drogas hasta los procesos electorales). Tango y milonga.

29 jueves. Animus

Siempre deudores del latín, los juristas llaman «animus injuriandi» a las «ganas de faltar» de peluquerías, supermercados o campos de fútbol y no se trata de una mera traducción: es dudoso el «animus injuriandi» de quien se suena la nariz con la bandera española, pero indiscutibles sus «ganas de faltar». Cosas de la sabiduría plebeya. Eso es lo que hizo un colaborador de El Gran Wyoming en un «sketch» olvidable y su ocurrencia ha desencadenado las dos reacciones prototípicas en España: la judicial y la solidaria. En cuanto a la primera, el litigio se dirimirá para cuando la princesa Leonor celebre sus bodas de oro como reina; en cuanto a la segunda, un cómico de TV3 se ha sonado la nariz con una «senyera» como demostración de que los símbolos son tan sufridos como intrascendentes. Viniendo de un tipo que se pregunta con indudable gracia si es delito de odio desear que un tráiler atropelle a los magistrados del Tribunal Supremo, intuyo que su gesto solidario en realidad pretende contraponer la civilizada Cataluña a la bárbara España. Ganas de faltar, vaya.

30 viernes. El diluvio que no viene

Contra el Plan Hidrológico vivíamos mejor, se dirá melancólicamente el honorable Puig. Tras demasiados años oyendo hablar de trasvases, plantas desalinizadoras y cuencas hidrográficas, sigo sin poder visualizar un hectómetro cúbico de agua. Con este bagaje, se me escapa si la ministra se comporta con tacañería o los regantes exageran sus urgencias y apenas me consuela que técnicos y políticos también discutan sobre déficits hídricos y regateen por un hectómetro cúbico de más o de menos como si se hubieran extraviado en el Sáhara. La penúltima escaramuza de este combate acuático ha sido la decisión del Ministerio para la Transición Ecológica (recordemos que este es un Gobierno rimbombante) de cerrar el trasvase Tajo-Segura al entender que las necesidades de riego están cubiertas por las reservas almacenadas. Prescindiendo de inútiles recriminaciones sobre deslealtades y conjuras, llama la atención que el peso político de la Comunidad siga siendo el de una medallista olímpica de gimnasia con independencia del partido que gobierne en Madrid: Puig es ninguneado por Sánchez como Camps lo fue por Rajoy.

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