Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dr. Sánchez y Mr. pedro

El «homo sapiens» tiene unos doscientos mil años, por lo que cien pueden parecer un instante fugaz

Dr. Sánchez y Mr. pedro

12 lunesÉRASE UNA VEZ

Se cumplieron ayer cien años del fin de la Primera Guerra Mundial. El «homo sapiens» tiene unos doscientos mil años, por lo que cien pueden parecer un instante fugaz. Sin embargo, un europeo vive unos ochenta años y entonces un siglo adquiere una distancia respetablemente lejana para el observador. Mis abuelos eran veinteañeros durante aquella guerra y raras veces la mencionaban (España no participó y aquí «la guerra» siempre ha sido la guerra civil), pero el resto del mundo tiene motivos para recordarla. Sus contemporáneos la llamaron «La Gran Guerra» porque pensaron que ninguna volvería a ser tan destructiva y, aunque Hitler les sacó del error veinte años después, los esfuerzos de Estados Unidos y Gran Bretaña por minimizar sus bajas durante la Segunda Guerra Mundial son consecuencia de la carnicería de la Primera: «La Gran Guerra» fue efectivamente una gran guerra. La buena noticia es que, si cronológicamente un siglo tal vez sea un instante, psicológicamente semeja una eternidad afortunada: nuestros jóvenes «Erasmus» no pueden concebir que hubo un tiempo en que los submarinos hundían trasatlánticos en los fiordos, los parisinos paseaban con máscaras antigás y los dirigibles bombardeaban Londres.

13 martesLA RUEDA

Hace cuarenta años, los pasajeros del Talgo a Madrid entretenían el viaje en proporciones similares durmiendo, charlando, leyendo o viendo una película en el monitor del coche. Ayer, en el AVE dormían un par de personas, otras tantas conversaban, una leía papel y el resto, unas treinta, se inclinaban sobre sus ipads, ipods, teléfonos u ordenadores. Aparentemente, el cambio era brutal; pero pensemos que estas personas estaban leyendo, charlando o viendo una película como hace cuarenta años. Soy escéptico acerca de la distancia entre Altamira y el ciberespacio. En la estación de Atocha había tantos policías como viajeros, la consecuencia de un estado de guerra latente que no difiere de otros con rondas nocturnas de alguaciles iluminados por antorchas. Los tres conductores de Uber que he conocido no eran españoles (sí, en cambio, los dos taxistas) y el personal de hostelería también es abrumadoramente extranjero: como en cualquier otra época, los extranjeros ejercen los oficios que rechazan los nativos. Naturalmente, el pasajero hoy viaja con biblioteca y videoteca personales, la guerra es menos cruenta y las concentraciones humanas más seguras, y el tráfico de trabajadores y nuevos oficios abarca todo el planeta gracias al desarrollo del transporte. Pero las dolencias, expectativas, rutinas, contratiempos o retribuciones de la existencia no han variado esencialmente y la lotería de doña Manolita sigue sin tocar. Ahora devuelve el décimo un ordenador.

14 miércolesLA PIÑATA

Un sistema en el que los políticos eligen a los jueces que deben juzgarlos no puede ser un buen sistema. Tampoco es ideal la alternativa de que los jueces autogestionen su cometido, pero al menos aporta una dosis de equilibrio entre poderes. Desde 1985, Gobierno y Oposición se reparten cuotas de patrocinados en el Poder Judicial, lo que invariablemente conduce al etiquetado político del juez (desmentido por sus actos en no pocas ocasiones, todo hay que decirlo). PSOE y PP han suscrito recientemente otro de estos acuerdos y lo pintoresco es que uno de los candidatos pasteleados es el magistrado que redactó la sentencia del «caso Gürtel», propiciando la moción de censura a Rajoy con las cardíacas consecuencias que padecemos. Freud tendría dificultades para diagnosticar a Casado y a su sanedrín de estrategas; por mi parte, sólo puedo pensar en el pulgar alzado de Luis XVI felicitando póstumamente al verdugo mientras su sonriente cabeza rueda por el cadalso.

15 jueves

¿QUIÉN SOY YO?

La contradicción existencial que aflige al Gobierno (gestionar el Estado con los votos de quienes aspiran a destruirlo) permite añadir en cada sesión de control del Congreso un nuevo capítulo a la saga de «El extraño caso del Dr. Sánchez y Mr. Pedro». Mr. Pedro tachaba de «clarísimos» rebeldes a los golpistas catalanes, pero el Dr. Sánchez apenas los considera sediciosos indultables; Mr. Pedro dictaminó que un Gobierno sin presupuestos debería convocar elecciones y el Dr. Sánchez se propone administrar las cuentas mediante decreto. El bebedizo que ha desdoblado su personalidad es el poder y confirma algunas densas reflexiones de la filosofía política acerca de la vanidad del gobernante más pendiente de la impresión que produce que de las consecuencias de sus actos. Sánchez no es el primer presidente que se desdice tras seducir a los electores pero sí uno de los más frágiles parlamentariamente, lo que genera cierto patetismo cómico cuando su rostro se contorsiona en la tribuna intentando parecerse a Mr. Pedro mientras habla el Dr. Sánchez. O viceversa.

16 viernesCUENTAS GALANAS

Cuando el nuevo equipo del CIS publicó su primera encuesta electoral, entrevistaron al director de investigación para que explicara el cambio de metodología. De sus palabras deduje que él sabía mucho y los demás muy poco y que el CIS ya no «cocinaría» las encuestas, práctica que claramente identificaba con contaminación política. Me resultaba paradójico que toda una vida dedicada al estudio hubiese desembocado en aplicar una regla de tres (así lo admitía), aunque esto era coherente con las palabras del director del CIS, el compañero Tezanos, para quien «las encuestas no pretenden acertar». No terminé de entender para qué se hacen encuestas entonces, pero el CIS ha despejado mis dudas con su baremo sobre las elecciones andaluzas en el que ha reintroducido una modesta dosis de «cocina». Por cierto, esta rectificación ya fue pronosticada sarcásticamente por varios sociólogos que criticaban el cambio de criterio. Una explicación plausible es que, de haber mantenido el rigor científico de la primera encuesta, el PSOE prácticamente habría obtenido todos los escaños. Y, aunque las encuestas no pretendan acertar, tampoco hay que exponerse al ridículo.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats