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El señor Marlboro

-Quisiera que escuchara mi confesión, señor Pa. Estoy muy arrepentido.

„¿Quién es este señor, JC? Yo no suelo confesar a los recién llegados. Para eso tenemos millones de asistentes y?

„Es un caso especial, Pa. Se trata del señor Marlboro.

„¿El rey del Mambo del tabaco en el planeta Tierra?

„El mismo.

„No sabía que había subido ya?

„Un cáncer de pulmón, Pa?

„Comprendo. Pero?

„Es que tiene mucho que contar? y mucho de qué arrepentirse. Y si no eres tú, va a ser difícil que nadie lo perdone?

„Vamos al tema pues.

„Esto... verá usted, señor Pa.

„Padre excelsísimo será suficiente. ¿Pero es necesario que siga envuelto de esa humareda tóxica? Ya sabe usted que aquí arriba está prohibidísimo fumar.

„Discúlpeme su excelsidad. Es que esta adicción no se va ni después de muerto.

„Sí? nos pasa con algunos de sus exclientes?

„Pero yo he venido muy arrepentido, su excelsidad Pa. Y a contarle mis fechorías.

„Pues usted dirá.

„Hace ya muchos años que los tabaqueros nos dimos cuenta que el tabaco es más malo que la sarna albaceteña. Pero qué quiere? nos hacía ganar tanto dinero?

„Eso no es excusa, hijo, 100 millones de personas han muerto por culpa de los cigarrillos, solo en el siglo XXI.

„Desde aquí arriba lo veo claro, pero allá abajo?

„Prosiga, que no vamos bien.

„Pues verá. A principios de los años 90 introdujimos topos en las agencias de salud pública para que difundieran el mensaje de que había que evitar que los niños fumaran.

„Eso no está mal. Proteger a la infancia os honra.

„Bueno? en realidad lo que parecía un noble ejercicio de responsabilidad social era un maquiavélico plan. El mensaje se podría resumir en: ¿Quieres dejar de ser un niño? ¡Pues fuma!

„Coñ? ¡carape!

„Sí. Lo admito... Funcionó.

„Pero no acaba ahí la cosa.

„Me lo estaba temiendo.

„Cuando los efectos adversos del tabaco eran ya imposibles de negar, nos propusimos lanzar unos cigarrillos más sanos, con menos alquitrán y nicotina. Los expertos sanitarios creyeron de buena fe que estos cigarrillos iban a lograr reducir el daño, pero resultó un espejismo. En realidad no fue más que un nuevo logro para mantener las ventas de tabaco.

„Y los beneficios, supongo.

„Así es, su excelsidad.

„En aquellos tiempos el sector tabaquero, con experimentos propios y estudios avanzados, ocupaba la delantera en conocimientos científicos sobre el tabaco, incluso por delante del sector sanitario. Y nos dimos cuenta muy pronto de que si se reducía la dosis de nicotina, la gente no se iba a enganchar. Por eso esas versiones light „con menos nicotina y alquitrán„ contenían la dosis necesaria de nicotina para conservar e incluso aumentar «el mercado». Calculamos exactamente en cuánto teníamos que reducir los niveles para que en cada cigarrillo hubiera menos cantidad de tóxicos, pero con la dosis exacta para empujar a los fumadores a encender más cigarrillos, es decir, a consumir más unidades.

„No habéis sido muy piadosos, precisamente?

„Me temo que no, su excelsidad. Pues espere? En el tema de la publicidad nos esmeramos especialmente.

„Ufff?

„Teníamos un amplio repertorio publicitario acerca del tabaco: prensa escrita, vallas publicitarias, películas y documentales, museos, actos deportivos e incluso actividades de voluntariado que indirectamente promovían marcas de cigarrillos.

„Eso no está muy bien, no.

„Pero lo peor es que en los anuncios aparecían hasta médicos promocionando nuestros cigarrillos.

„¿Mé? di? cos???

„Varios, sí.

„¡Por favor! ¿Y luego qué más se os ocurrió? ¿Meter nicotina en los biberones?

„Eso fue una opción sí, pero la desechamos porque resultaba cara. Pero entonces, cuando la gente con alto nivel educativo se dio cuenta de que fumar mataba y comenzaron a abandonar el tabaco, nosotros atacamos otros colectivos.

„¿Otros colectivos?

„Sí. Nos centramos en las mujeres de los países en desarrollo.

„¿De verdad?

„En China vendemos más cigarrillos que granos de arroz.

„Creo que no puedo imaginar nada más.

„Pues lo hay, su excelsidad. ¡Lo hay! Se lo cuento la semana que viene.

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