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Sobre morir dignamente

-Vamos a ver si lo entiendes, Pa. Reconocer un derecho no implica implantar una obligación. -¿Perdón?

Sobre morir dignamente

-Que, por ejemplo, reconocer el matrimonio homosexual no exige a ningún hombre casarse con su portero. Se trata tan solo de ofrecer un nuevo derecho a un grupo social, ante una evidente demanda y una necesidad creada por la evolución humana.

-Vale. Comprendido. ¿Y?

-Pues que con el tema de la muerte digna y la eutanasia pasa algo similar. Posibilitar que alguien pueda acabar cómo y cuando quiera no va a suponer el asesinato de nadie.

-¡Un momento, joven! Vamos a ver si no nos desbaratamos; que una cosa es una cosa y dos cosas son dos cosas.

-¿Perdón?

-Pues que estamos entrando en nuestros dominios. A ver si estos humanos se van a creer que pueden aparecer y desaparecer cuando y como quieren. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

-Esto? Pa? te recuerdo que hace muchos milenios, exactamente 2.5 millones de años terrestres, decidimos concederles aquello del «libre albedrío».

-No sé si me acuerdo bien?

-Te lo refresco: tú dijiste entonces que era muy cansado estar encima de todos los homo sapiens, que eran por entonces ya millón y medio, controlando sus asuntos como si fueran marionetas. Así que decidiste concederles la libertad y dejarles campar por sus respetos.

-Bueno? pero nos reservaríamos algunas cosillas?.

-Sí, así fue. Escribimos una serie de relatos muy ingeniosos, una historia de un paraíso y una serpiente, una de una torre en la que cada uno arranca a hablar con un idioma diferente?

-¿Como en España?

-Algo parecido, sí. También se nos ocurrió la historia de un santo varón llamado Moisés, que se pasó la vida deambulando por el desierto y al que le dimos unas tablas de piedra para que las fuera pasando a la peña. Y un tal Abraham que casi sacrifica a su hijo cuando se lo pediste. Y?

-Ya, ya me acuerdo. Aquello tenía como objetivo sembrar en los humanos la semilla de la trascendencia, que no se conformaran con el terruño y elevaran su vista hacia nuestra casa y, de paso, se fueran ganando un sitio aquí arriba con sus buenas obras. Y que no se comieran los unos a los otros, vaya, que nos salieron un poco brutos estos humanos?.

-Y que perdieran el miedo a la muerte.

-Sí... así visto, sí. Pero ahora resulta que los humanos quieren controlar su muerte. ¡Eso no estaba en el guion!

-Vamos a ver, Pa. ¿Es reprochable que los humanos puedan decidir cuándo y cómo morir? ¿No es acaso un destino que les hemos impuesto nosotros y del que -al menos de momento- no pueden escapar? ¿No es comprensible que algunos de ellos quieran renunciar a una vida que se les presenta como insoportable o, sencillamente, que quieran hacer un tránsito más dulcificado?

-Es que es muy épico eso de morir como un gladiador en el circo romano. Aún me acuerdo cuando se desangraban vivos en la arena, entre terribles sufrimientos. A esos les dábamos un plus de nube aquí arriba.

-Sí. Pero quizá los humanos de ahora renuncien a ese plus a cambio de tomar sus propias decisiones en lo que concierne a sus vidas? y a sus muertes.

-No sé, JC. No lo veo claro, voy a darle una vuelta. Porque se empieza decidiendo cómo y cuándo morir y se acaba faltando a misa de los domingos.

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