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Reportaje

La depresión también es cosa de niños

Más de 6.000 niños de 6 a 14 años de la provincia sufren ansiedad o trastornos depresivos que en los casos más graves pueden desembocar en intentos de suicidio

La depresión también es cosa de niños ISABEL RAMÓN

Acababa de cumplir nueve años cuando Alejandro cambió. Siempre había sido un crío sensible pero desde hacía varias semanas se le veía triste y nervioso, no dormía bien y cada vez estaba más pendiente de su madre, que acababa de encontrar un nuevo empleo. Alejandro (nombre falso) se obsesionó con que su madre pudiera tener un accidente en el coche en el trayecto al trabajo. «Intentaba no decirme nada porque sabía que necesitábamos que yo trabajara pero me insistía en que tuviera mucho cuidado en el coche, en que le llamara cuando llegara, y se le notaba más relajado los fines de semana pero el domingo ya se le veía agobiado» cuenta su madre dede su vivienda en Alicante. Cuando empezó a vomitar a diario y a sufrir dolores de barriga sin que el médico diera con la causa, el niño fue derivado a salud mental donde le diagnosticaron un Trastorno de Ansiedad por Separación (TAS). Alejandro necesitó terapia psicológica y fármacos y su madre tuvo que dejar el empleo. Dos años después ella ha vuelto a trabajar y el niño parece haber superado la enfermedad. Tal como comenta ella «ver que tu hijo está con depresión o ansiedad es devastador. Te planteas: ¿Qué he hecho mal? sobre todo cuando sabes que es por ti, porque te vas. Quizá por ese sentimiento de culpa no lo comentas apenas con nadie, pero la depresión en los niños es mucho más frecuente de lo que creemos».

Efectivamente, según la OMS (Organización Mundial de la Salud), el 2% de niños entre 6 y 12 años sufren depresión o ansiedad, una cifra que aumenta entre el 4 y el 6% entre los jóvenes de 12 a 14 años lo que supondría que en la provincia hay 6.000 niños con trastornos del estado de ánimo que en los casos más graves pueden acabar en suicidio.

Esta cifra aún sería mayor a juicio del catedrático de Psicología Clínica en la Universidad Miguel Hernández de Elche y director del Grupo de Investigación «Análisis, Intervención y Terapia Aplicada con Niños y Adolescentes», AITANA, José Pedro Espada Sánchez. Autor de cientos de artículos y una docena de libros, entre ellos, «Evaluación y Tratamiento de la Depresión Infantil» y «Ansiedad por Separación», el catedrático considera que «la tasa de trastorno depresivo está en torno al 3% de casos en escolares, cuando hablamos de depresión clínica, es decir que presenta un cuadro psicopatológico de consideración. Pero existen muchos más casos no clínicos que tienen un alto riesgo. Nosotros encontramos que un 10% de escolares de la provincia entre 8 y 12 años tiene síntomas de ansiedad o depresión. Precisamente ahora los esfuerzos están dirigidos a detectar tempranamente los casos de riesgo antes de que evolucionen a trastornos clínicos. En general encontramos que uno de cada cinco niños presenta algún problema emocional o de comportamiento que requiere de atención profesional. Ahí incluimos sintomatología de riesgo (bajo estado de ánimo, problemas de autoestima de consideración, elevada ansiedad y problemas conductuales)». Con todo, Espada Sánchez no cree que los casos hayan aumentado en los últimos años sino que «hace unas décadas no se hablaba siquiera de depresión porque no se concebía la infancia como una etapa que no fuera feliz. Con el tiempo hemos visto que no siempre es así. Aunque da la sensación de que actualmente se dan más casos, los estudios epidemiológicos informan de unas tasas similares si comparamos la prevalencia actual y la de hace unos años».

La mayor concienciación e información de los padres está provocando, en cualquier caso, que en las consultas de los expertos haya un aumento de casos de depresión y ansiedad entre niños y adolescentes en los últimos años y que un 10% de las consultas de las unidades de salud mental infantil se deban a trastornos depresivos.

Causas

Los motivos son diversos. Laura Llinares Espí, psicóloga Infanto-Juvenil en Inicia Sarabia Psicología de Alicante ha señalado que «puede surgir a causa de cambios importantes y estresantes en la vida del niño o adolescente: pérdida o distanciamiento de algún ser querido, problemas familiares, problemas sociales, problemas en el entorno escolar etc. También los niños y adolescentes con problemas de atención, problemas conducta, con dificultades en el aprendizaje o problemas de salud mental, corren mayor riesgo de sufrir depresión». Igualmente influye el carácter del niño «y su manera de afrontar y aceptar los cambios que se producen en su vida». Otro factor que incide en este incremento de casos es la educación. «La sobreprotección y la falta de límites ayudan bien poco a que los niños y adolescentes procesen, afronten y superen de forma eficaz los cambios y las dificultades con las que se irán encontrando en su vida. Y lo mismo ocurre si nos vamos al otro extremo, padres que no prestan la atención y cuidados adecuados a sus hijos pueden ser un factor influyente en su estado de ánimo», indica Llinares.

En el mismo sentido, Jose Pedro Espada resalta que «la adquisición de todas las herramientas personales que protegen frente a la depresión y otros problemas emocionales se aprenden en su mayor parte. Los padres somos modelos que transmitimos sin apenas darnos cuenta formas de reaccionar ante las adversidades. Un estilo educativo muy protector no permite que el niño se enfrente progresivamente a sus dificultades y practique formas de resolverlas por sí solo. Eso le priva de generar habilidades personales muy positivas para una estabilidad emocional». Por contra, el buen humor en el entorno del menor, la existencia de amigos, las relaciones estrechas con algún miembro de la familia, los logros personales valorados socialmente o la práctica de algún deporte reducen la probabilidad de sufrir una depresión.

Los expertos coinciden en que hay épocas en las que se produce un incremento de los casos. «En general, la vuelta al colegio tras el periodo vacacional o, lo que es lo mismo, la vuelta a la rutina, retomar las obligaciones y responsabilidades, más que depresión pueden causar un repunte o aumento de los niveles de ansiedad que, mantenido en el tiempo, puede influir en el estado de ánimo del niño o adolescente», ha indicado Laura Llinares, aunque matiza que «si hablamos de un caso en el que la causa de esa ansiedad o depresión se encuentra dentro del contexto escolar, sí supondría un repunte. Es muy importante conocer el caso, el origen y cómo es el niño o adolescente para no generar falsas alarmas».

La depresión infantil tiene un problema añadido que la diferencia de la adulta, y es la dificultad del niño para expresar lo que le ocurre. Por ello los expertos insisten en la importancia de que padres y profesores estén atentos a los síntomas que pueden indicar que algo no va bien.

Para José Pedro Espada «conviene que los padres tengamos un seguimiento muy cercano del día a día de nuestros hijos, sin convertirnos por ello en su sombra, para así tener abierto siempre con ellos un canal de comunicación donde puedan expresarnos sus preocupaciones. Muchos problemas no tendrán gran importancia y aprenderán solos a solucionarlos. Otros les pueden superar y podemos estar atentos para aconsejarles. Con una comunicación cercana y dedicándoles el mayor tiempo posible es más probable que podamos detectar tempranamente cualquier cambio anímico que pueda ser de riesgo. Estos cambios suelen ir acompañados de preocupaciones que se verbalizan con ideas de poca valía personal, o sentimientos de soledad e incomprensión. A veces si el niño es menos expresivo puede en su lugar somatizar, presentando problemas de sueño o pérdida de apetito».

Laura Llinares apunta algunas señales como un estado de ánimo triste e irritable, pérdida de interés por su entorno, amigos o actividades y juegos que siempre le han gustado, falta de energía, cansancio excesivo, pérdida de confianza, baja autoestima, manifestaciones de sentimientos de culpa, dificultades para concentrarse en sus tareas y bajada en el rendimiento escolar. También pueden darse variaciones de peso, alteraciones de sueño y especialmente quejas somáticas con dolores sin causa física.

Apoyo familiar

¿Cómo debe tratar la familia a un niño con depresión o ansiedad? Para Llinares «es muy importante acudir a un profesional que les pueda ofrecer pautas y estrategias con las que saber abordar esta situación. Los padres son una parte fundamental en el tratamiento de la depresión infantil o adolescente. Para aquellos padres y madres que se encuentren en esta situación, es bueno que intenten tranquilizar, apoyar, entender y mostrar ese cariño incondicional al niño en aquellas situaciones en las que detectan las señales antes mencionadas. También es positivo motivar a hacer actividades: salir, jugar, dibujar, hacer deporte, etc. Incitar situaciones sociales y momentos en el día en los que el niño juegue y se relacione con otros niños». Para la psicóloga, ademas, «nunca hay que castigar, ridiculizar, burlarse o bromear con su estado de ánimo o comparar con otros hermanos o amigos». En el caso de los adolescentes también es básico acudir a un profesional que les entrene en estrategias y pautas eficaces de comunicación, gestión de conflictos y especialmente para comprender qué le está pasando a su hijo. Más o menos en la misma línea que con los niños, ajustándonos a la madurez del adolescente en concreto. «Es muy positivo mostrarle nuestro apoyo, nuestra comprensión, evitar culpas y reproches, evitar "los deberías" y "los tienes que", motivar hacia el estudio, identificar y resaltar sus puntos fuertes, sus capacidades y resaltar su valía».

En cualquier caso los expertos recomiendan pedir asesoramiento lo antes posible. «Algunos casos de depresión que estaban generados por situaciones de acoso o por otros problemas han tardado por desgracia demasiado tiempo en detectarse y cuando se ha hecho ya eran graves», recuerda José Pedro Espada.

En cuanto al tratamiento, debe adaptarse al niño, a su fase de desarrollo y a su madurez. Espada ha indicado que «el tratamiento del que se dispone de más evidencia científica para la depresión infanto-juvenil es la terapia cognitivo-conductual. Parte de un papel activo del paciente que recibe el tratamiento. Persigue que el niño consiga implicarse en actividades placenteras. La felicidad finalmente son momentos en los que disfrutamos haciendo algo, muchas veces sencillo, frecuentemente en compañía. El niño deprimido muy a menudo ha dejado de hacer ese tipo de cosas. Un segundo componente tiene que ver con aprender a pensar de forma positiva». En este sentido Laura Llinares ha explicado que «se trabaja la interpretación que el niño o adolescente hace de las situaciones que vive con el objetivo de identificar y modificar los pensamientos negativos o distorsiones cognitivas que pueda tener. A nivel conductual se aborda el adecuado manejo de las emociones, el control de los niveles de ansiedad y se potencia el desarrollo y la práctica de actividades agradables».

Algo que muchos padres se preguntan es si son necesarios los fármacos para los niños con estos problemas. Laura Llinares apunta que «en edades tan tempranas no es recomendable recurrir a los fármacos en trastornos de estado de ánimo y de ansiedad. Es aconsejable empezar en estos casos con una intervención psicológica».

Igualmente José Pedro Espada cree que el uso de fármacos «es una consecuencia no deseada de considerar la depresión como una enfermedad en el sentido clásico del término. Las conocidas "Guías NICE" que edita el Instituto Nacional de la Excelencia para la Salud y la Atención del Reino Unido, que son una referencia en el campo de la salud mental concluyen que existe poca evidencia científica acerca de la eficacia de los fármacos antidepresivos en niños y adolescentes. Únicamente considera la posibilidad de usar antidepresivos en casos de depresión moderada y severa, cuando no hay ningún tipo de respuesta positiva después de varias sesiones de tratamiento psicológico».

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