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Un mosquito en la siesta política

Lleva ya tiempo en la brega vecinal para lograr justicia social. Representa a doce colectivos vecinales ante el consistorio o quien incumpla sus deberes o incumpla sus promesas

Un mosquito en la siesta política

Está pendiente de todo cuanto ocurre en Alicante. No cesa en su lucha un instante, salvo al mediodía de cada jueves que se reúne con una cuadrilla de jubilados de ENDASA, la vieja Fábrica del Aluminio, para tomar unas cañas en centro de la ciudad. De distrito en el distrito. Recorre plazas y calles para reivindicar derechos ciudadanos heridos por las prisas y el olvido. José María Hernández Mata es portavoz de una docena de colectivos vecinales. Casi todos los días se planta en la Casa Consistorial con una carpeta llena de solicitudes: quejas documentadas en espera de soluciones y plazos.

Nació hace 72 años en Melilla. Nieto de mineros, su padre trabajó como contable en una explotación de mineral de hierro en el norte de África, situada cerca de Nador y sólo a 28 kilómetros del puerto de Melilla.

Asistió al colegio público hasta los diez años. Sus padres lo enviaron a formarse a la Universidad Laboral de Sevilla. José María embarcaba desde Melilla hasta Málaga y de ahí viajaba un día en un tren chicharra hasta la capital hispalense. Tres viajes de ida vuelta en cada curso, cargado de una aparatosa maleta: Navidad, Semana Santa y para disfrutar de las vacaciones de verano. A los 14 años dejó en centro. En sus muros y en sus habitaciones quedó un trozo de su infancia. Regresó a casa. Finalizó el Bachiller Elemental en una escuela. Se colocó de mozo en una tienda de venta de electrodomésticos sin el conocimiento de la familia. Su padre se enfadó y José María fue a parar como aprendiz en la oficina técnica de la Compañía Española de Minas del Rif entre planos, escuadras y lápices perfectamente afilados. Le gustó. Se integró. Su padre perdió la visión y la madre tuvo que trabajar como telefonista en la mina. Aprendió sus primeros trazos como delineante y se inició a describir y dibujar en un papel la superficie o el relieve de un terreno. Se matriculó en Formación Profesional, en turno nocturno, y superó los tres años de oficialía como delineante y otros de maestría que le posibilitaron el diploma de proyectista.

Los padres solían veranear en Alicante, donde su hermana mayor se estableció al casarse con un alicantino.

Casado y padre de un bebé, Hernández Mata trasladó su residencia a Alicante. Se instalaron en el ático de sus padres en el barrio de Florida en 1973. Franco tenía un serio conflicto con Marruecos sobre la soberanía de Ceuta y Melilla. Y la vieja mina empezaba a desmantelarse.

Después de tres meses en el paro, encontró un hueco en la empresa Cubiertas y Tejados, que operaba en la reconstrucción de la fundición de la Fábrica del Aluminio situada en Aguamarga. Ahí estuvo unos meses hasta el día que encontró un anunció en un periódico en el que ENDASA precisaba de un proyectista para su industria de Alicante. José María superó las pruebas y el reconocimiento médico. Se jubiló en 2006, con 59 años. Y se finalizó los estudios de Graduado Social.

Volvió a empezar. Se alistó al movimiento vecinal. Se unió a dos guerreras: Teresa Más y Felicidad Sánchez. Jamás ha militado en política, aunque formó parte de la candidatura de Vecinos por Alicante, que, liderada por José Luis Valdés, recibió el apoyo de 4.659 ciudadanos en los comicios locales de 2007. Se considera neutro, independiente, pero rebelde ante las injusticias sociales y los incumplimientos, como el del soterramiento de las vías den tren que parten Alicante en dos mitades, el ruido en las calles, el estado de la vía pública... Un mosquito en la sienta de sus políticos más cercanos. Un «tocapelotas», vamos.

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