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Un gobierno de marketing

Antes de demonizar las prioridades periodísticas, he tenido la precaución de consultar la edición electrónica

4 lunes: Buenas noticias

No conozco la jerga, pero sin duda debe de existir una palabra o expresión para las noticias arrinconadas en la portada. Hoy he descubierto una esplendorosa: «Investigadores estadounidenses consiguen por primera vez eliminar una metástasis de cáncer de pecho». Estaba colocada en la parte inferior, junto a otro titular de mayor tamaño: «Preocupa el ataque de España». Se refería a la selección de fútbol y su penuria goleadora. Antes de demonizar las prioridades periodísticas, he tenido la precaución de consultar la edición electrónica. La noticia sobre el cáncer había recibido una docena de comentarios; la futbolística, más de un centenar. Una explicación plausible es que el fútbol se ha convertido en un artículo básico de consumo y el cáncer en una plaga por ahora imbatible que ahuyentamos como una maldición. Y, desde luego, el mensajero opta por la rentabilidad antes que por la trascendencia real de la noticia. Pero el punto de vista del lector me parece asombrosamente panoli: los avances médicos le conciernen más que una competición deportiva, en la que por otra parte jamás marcará un gol contra Brasil que resuelva nuestros problemas ofensivos.

5 martes: Gobierno Houdin

O cede más allá de lo que permiten la ley (derecho a decidir) y la UE (control del gasto) o, tras Mariano «el Desprevenido», él será Pedro «el Breve». Aunque resulten estimulantes las reapariciones de Borrell y Carmen Calvo, Sánchez depende de noventa diputados que sólo pretendían desahuciar a Rajoy y neutralizar a Rivera y le darán cuartelillo hasta las autonómicas y municipales de 2019. Es tan evidente la precariedad del Gobierno que sus propagandistas han comenzado a esparcir algunas consignas abracadabrantes, fundamentalmente que PP y Ciudadanos deben renunciar a la crispación. Esta tropa asegura con la seriedad de un pediatra doctorado en rabietas políticas que la crispación provoca inestabilidad, una advertencia chocante cuando la «estabilidad» depende de una mayoría parlamentaria cuyo lema grabado en el escaño es «inestabilidad». Machado insinuó el diagnóstico: en España, de cada diez cabezas una piensa y nueve embisten. Un indicio del apasionante porvenir va a ser el debate presupuestario en el Senado: el PP saboteará sus propios presupuestos, que serán defendidos por un ministro que hace un mes los calificó de regresivos y discriminatorios.

6 miércoles: Holocausto caníbal

No fue el funeral de Sigfrido, pero tampoco el habitual entierro hispánico con un coro de plañideras castizas que amargan el duelo a los familiares. Rajoy se ha ido como llegó, una presencia en escena imperceptible que difícilmente atrae al espectador, y lo ha hecho con los mejores datos de empleo de los últimos diez años, esas paradojas crueles inherentes a las tragedias políticas. Nunca sabremos si su dimisión hubiese aplazado o impedido la investidura de Sánchez. Esa incertidumbre no superó su orgullo o sus cálculos y la inacción le devoró. Ha sido la marca de agua de un contable recluido en un despacho de subalterno de la UE que se negó a ventilar por miedo a que el hedor llegara a la calle. Pero los muertos tarde o temprano apestan y Rajoy es el falso culpable cuando probablemente apenas haya pasado de torpe encubridor. No necesitó repetir «que pare esto ya, coño» durante la despedida. Sus deudos honraron el «a rey muerto, rey puesto» y ya zascandilean por la herencia. La reina madre, Aznar, se ha ofrecido como albacea o, en lenguaje arrabalero, como celestino del inevitable flirteo con Ciudadanos.

7 jueves: Grandes esperanzas…

Ahora que por fin ha conseguido ser presidente, lo sensato sería que Pedro Sánchez clausurara cuanto antes la zarzuela y convocara elecciones, aunque sospecho que las probabilidades de que así ocurra caben en un dedal. «Ya que estamos, nos quedamos», será la humana reflexión de los agraciados, por más que haya resultado peliagudo saber quiénes iban a serlo. El martes a última hora aparecieron los primeros nombres de ministros y llamaba la atención que hubiera más elegidos que carteras ministeriales: se daba por seguro que Margarita Robles sería ministra pero nadie sabía de qué. Algo desconcertados, las portadas amistosas dieron con una contraseña mística: sería un gobierno «de expertos». Supongo que querían decir «de técnicos», pero «expertos» parece jerárquicamente superior y menos pomposo que el tentador «de sabios». En realidad, el nuevo Gobierno es un grupo notable aunque no apabullante de profesionales y lo que el eufemismo «experto» pretendía disimular era que, salvo Borrell y Calvo, el gabinete carece de densidad política. Tal vez esto indique que los auténticos «expertos» trabajarán entre bastidores viajando de incógnito a Berlín o apareando votaciones imprescindibles en el Congreso.

Apariencias

Algunos nombramientos secundarios de Sánchez amenazan con diluir la mercadotecnia de sus sorpresas ministeriales. El nuevo director de Seguridad Nacional podría ser el coronel Baños, admirador de Putin y un agorero geopolítico con tendencia a expresar sus discrepancias con los servicios secretos occidentales en la televisión rusa. En cualquier caso, lo recomendable es leer su ensayo «Así se domina el mundo» y a continuación torcer moderadamente el gesto. Tiene más enjundia filosófica que Iván Redondo sea el nuevo director del Gabinete de Presidencia. Aquí no cabe hablar de «expertos» dudosos: si el coronel Baños es indiscutiblemente un experto en yihadismo, Redondo lo es en marketing político. Para entendernos, concibe la competencia democrática en términos comerciales. No es el primero que intenta ganar elecciones como si vendiera yogures con sus retribuciones anejas del BOE o el dividendo. El objetivo es que al consumidor le atraiga el producto y esto explica que Redondo ideara para García Albiol el exitoso eslogan «Limpiando Badalona», una alusión evidente a los inmigrantes, o que, con toda seguridad, ahora haya sugerido al presidente un récord mundial de ministras.

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