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Los catalanes pendientes

«Nací en la misma comarca que puigdemont. me da pena: le han lavado el cerebro a esta pobre gente» José María Caballé Presidente de Hoteles Servigroup

Los catalanes pendientes

Hablan desde la Constitución, por el derecho a la autodeterminación de los pueblos, para pedir diálogo o para recordar a las partes que les queda el respeto. Ocho catalanes que han hecho vida y carrera en la provincia comparten opiniones y sentimientos mientras la enorme tensión se prolonga durante unos días más. Así están viviendo estos alicantinos de adopción el momento político más determinante en España de lo que va de siglo y que tiene como protagonista a su tierra natal: el desafío independentista del gobierno de Cataluña.

«Provincianismo» y «pueblos de España»

José María Caballé, propietario del grupo hotelero Servigroup, recuerda con un marcado acento gerundense que nació «a diez kilómetros de Amer, el pueblo de Carles Puigdemont». Sin embargo, este empresario que se define como alguien «hecho a sí mismo», se encuentra muy lejos de su paisano en lo político. «Tengo muy claro lo que pienso del Procés: siento pena. Aquella es una zona estupenda pero a aquella pobre gente les han lavado el cerebro con el nacionalismo. Son dos generaciones las que han crecido así», cuenta por teléfono. Caballé pudo estudiar en Girona, en Barcelona una temporada y viajar al extranjero. Relaciona el nacionalismo con una visión localista de la realidad de la que se libra «la gente que ha podido viajar y que tiene cierto nivel cultural».

Vuelve a la comarca de la Selva con frecuencia, donde conserva amigos y relaciones. El catalán es su lengua materna -«allí estudiábamos español en el colegio y hablábamos catalán en casa, no es cierto que estuviera prohibido»- y la que recupera gustoso en las conversaciones, pero no cree que tenga recorrido como idioma. «Es muy bonito usarlo, pero lo que no puede ser es que mis nietos, que tienen 6 y 7 años, tengan que usar palabras en inglés porque los niños del pueblo no hablan apenas castellano. En los medios no tienen programación en español y lo han convertido en una barrera cultural», sostiene Caballé.

Su idea del nacionalismo como un movimiento provinciano le conduce a ser muy crítico con las élites políticas y económicas pro secesionismo. El hotelero afirma que «separatistas son cuatro, y entre ellos hay unos cuantos que tienen dinero y quieren organizar el país, porque si salen de la política no saben qué hacer». «Son caciques que se aprovechan de que la pobre gente y los jóvenes son fáciles de captar», sostiene. Tiene muy claro cómo se va a resolver esta crisis. «¡Cómo va a acabar! España no se puede romper», zanja.

En una línea similar se coloca María Dolores Padilla. Con una infancia y adolescencia que recuerda «entre el Tibidabo y Montjuïc y el Paseo de Gràcia y las Ramblas», hoy cruza la Rambla para ejercer de subdirectora del Teatro Principal y de concejal, por el PP, en el Ayuntamiento de la capital de la provincia. Esta barcelonesa lleva 35 años «enamorada» de su ciudad de adopción y cuando se le pregunta qué diferencias existen entre su región y la Comunidad Valenciana, prefiere hablar de cómo «toda España es rica en patrimonio, literatura, arquitectura, arte, tradiciones y gastronomía» y que por tanto entre autonomías «somos complementarios, no diferentes».

Esta visión del país les ha sido «usurpada» a los jóvenes de Cataluña durante los últimos 25 años, en opinión de Padilla. La programadora cultural y edil en la oposición responsabiliza del auge del separatismo al sistema educativo «que no permite elegir lengua de enseñanza a los padres» y a una televisión pública «que pertenece más a los políticos que a los ciudadanos». El resultado, el triunfo de ideas que «inventan un pasado basado en el odio para exigir un futuro que no les pertenece», según cuenta Padilla por correo electrónico.

Edu Albacar, lateral del Elche y uno de los capitanes del equipo, tiene alergia a la política y empieza todas sus declaraciones de los últimos días alertando de que nunca hay que mezclarla con deporte. Así que si se le pide hablar del conflicto de Cataluña elige hacerlo desde una posición estrictamente personal y sentimental. Nacido en Sant Jaume d'Enveja, en la comarca del Montsià, vive estos días con la angustia de quien puede y quiere comprender a las dos partes mientras ve impotente cómo la política lo dificulta todo.

«Me siento muy orgulloso de ser catalán, pero llevo casi más años fuera de los que he pasado allí. He vivido en El Campello, en Madrid, en Vitoria y después volví a Alicante de nuevo. Ya casi me siento más cómodo hablando en castellano porque hay palabras que me salen mejor», cuenta en su día de descanso. En casa habla con sus hijos, alicantinos, y con su mujer, nacida muy cerca de su municipio -«en el pueblo al otro lado del río»-, en su lengua materna.

«Tengo familia en algunas instituciones. Trato de entender a unos y a otros y al final creo que los dos tienen razón», cuenta el jugador del equipo franjiverde. Encuentra en la metáfora que propuso Gerard Piqué días atrás -«lo de Cataluña y España es como el padre y el hijo de 18 años que se quiere ir»- un apoyo para explicar a sus hijos, lo bastante mayores como para preguntar por qué hay tanta policía en la tele, lo que está pasando.

Pero él, que estudió «todas la asignaturas en catalán menos castellano» y que no ve que la politización de la identidad interfiera en su vida -«estoy igual de a gusto que siempre cuando vuelvo a casa»-, se siente bien en todo el país. «Estoy tan cómodo allí como lo estoy aquí, o en el País Vasco comiéndome un chuletón con mis amigos. Ojalá pudiera hablar también en euskera», cuenta el veterano del Elche.

De sus 37 años de vida, el concejal del Ayuntamiento de Alcoy Cristian Santiago ha repartido 22 en Cataluña y 15 en la capital de l'Alcoià. «Me siento un alcoyano nacido en Cataluña», cuenta en castellano al constatar que su interlocutor no habla la lengua predominante en su zona. Edil por Guanyar en el consistorio, se muestra «preocupado y triste» por lo que está ocurriendo estos días en su tierra natal. «Lo que vimos el 1 de octubre me recordó mucho a prácticas de épocas pasadas y eso en una democracia, en un estado de derecho, no es admisible».

El concejal, sociólogo de formación, advierte de que no se considera «nacionalista», sino un «socialista internacionalista» que siente «más cercanía con las clases trabajadoras de otras partes de España» que «con las clases bienestantes de Cataluña». Cree que la solución pasa por «la línea del diálogo que abrió Ada Colau y que tanta otra gente manifestó el sábado pasado en las manifestaciones de blanco» que se celebraron en centenares de ayuntamientos reclamando que tanto el Gobierno central como el Govern aparquen sus excluyentes hojas de ruta -artículo 155 versus declaración unilateral de independencia- y se sienten a dialogar. «Puigdemont ha dado un paso atrás y creo que Rajoy debería estar a la altura», cuenta por teléfono, acunando a su hija de cuatro meses un 12 de octubre.

El concejal cree que las intermitentes tensiones territoriales y sociales en España son una consecuencia de un modelo territorial que no responde bien a «una gran diversidad cultural». «Yo quiero a los pueblos de España y quiero una reforma de la Constitución votada por todos los españoles para que puedan elegir su autodeterminación en referéndum». «No me molesta España; me molesta el rey, Rajoy y sus políticas», zanja.

Santiago se encuentra muy cómodo en la provincia. Tanto en la capital, donde conserva amistades y recuerdos de universidad, como en otros municipios como Monóvar, Novelda o Crevillent. El dirigente cree que Alicante es un ejemplo para el país de convivencia entre comunidades plurilingües.

Negociar, pero desde la ley

Jaime Córdoba, vicepresidente de Viajes Hispania, hablaba en catalán en casa con su madre, vasca, y su padre, griego, cuando vivía de niño en la ciudad donde nació, Barcelona. La mezcla de identidades que lo determinan le lleva a buscar elementos comunes y singularidades, por lo que en estos días de banderas recuerda que «España es un país maravilloso precisamente por su variedad de caracteres; cada región tiene su idiosincrasia y su personalidad especial».

Presume de ser políglota y de poder disfrutar de esta variedad en versión original: «Soy muy amante de la Vega Baja. Cuando voy allí o a ver a mis amigos de Elda me gusta usar el castellano, pero me encanta poder usar también el catalán en Alcoy porque me entienden perfectamente».

Bajo las esteladas está el pacto fiscal. Córdoba, quien recuerda cómo Jordi Pujol rechazó para Cataluña un concierto económico como el que recuperó la autonomía vasca en 1981 «porque no creía que fuese capaz de autofinanciarse», es partidario de que la región tenga «un tratamiento diferente» porque «aporta el 20% del PIB» español. «Yo soy partidario de la negociación; Puigdemont y Rajoy debían haber hablado del modelo de financiación desde el principio», apunta. Desde su punto de vista, es el primero quien más puede ganar si retrocede, porque facilitará una negociación que conducirá con toda seguridad a la reforma de «una constitución de 1978 que en el siglo XXI se ha quedado anticuada». Si permanece en la senda de la declaración unilateral, el directivo cree que deberá asumir que estará disparando el artículo 155. «No se puede ir en contra de la ley», comenta, serio, aunque recalca que «son los políticos y no la judicatura quienes tienen que solucionar este problema».

Aunque concede que ha sido la falta de diálogo del Gobierno y la corrupción lo que ha disparado el problema, está convencido de que la exaltación identitaria esconde un problema de tipo económico. Por ello lamenta que quienes han ejercido de quintacolumnistas -voluntarios u obligados- del bando legalista, las empresas, no hayan tomado la decisión de irse antes. «No entiendo cómo no lo han pensado antes, con la enorme presión que habrían ejercido sobre los independentistas», apunta.

Federico Moncunill vive desde hace 20 años en la capital de la provincia. Representante del cosmopolitismo barcelonés, enumera las entidades económicas y sociales de la provincia de las que forma parte como muestra de su grado de integración: «Secretario general del Consejo Regulador del Turrón, miembro del pleno de la Cámara de Comercio, presidente de la comisión de Denominación de Origen de este organismo y miembro del comité ejecutivo de IFA». Habitual también de los aeropuertos de Bruselas, cuando se le pide una identidad responde: «Yo soy poco de patrias y de banderas, pero si tuviera que decir algo diría que me siento muy europeo, de Barcelona y de Alicante y por supuesto español».

Perfectamente cómodo en ambos lados del puente, lamenta que la situación se haya vuelto «angustiosa» en el extremo catalán. «La fractura es total en lo social. Hay familias, grupos de amigos de toda la vida que se han dejado de hablar», lamenta, con el pensamiento puesto en los amigos que conserva de la facultad de Derecho de la Universidad Central de Barcelona y de un club deportivo al que estuvo ligado hasta hace poco.

Escrupuloso por hacer una lectura jurídica del problema, destaca que aunque no está por la labor «de desacreditar a los independentistas», debe señalar que el «derecho a decidir es un eufemismo del derecho a la autodeterminación», figura que no considera que pueda aplicarse en la Cataluña «más autónoma y con mayor respeto a su lengua desde que se aprobaron los Decretos de Nueva Planta en 1714».

Moncunill destaca la importancia de las instituciones catalanas y el valor cultural de poseer una lengua propia, pero este jurista entusiasmado con el discurso que pronunció Josep Borrell el pasado domingo en Barcelona es severo con el uso de adjetivos: «que sean un factor diferenciador no significa que sean un factor excluyente». En su opinión, no cree que sea «proporcional el lío que están montando» los separatistas dado «el enorme grado de independencia del que disfrutan».

«Lo vivo con una enorme tristeza, porque mi círculo de amistades de toda la vida se está dividiendo en dos». David Nierga, gerundense, lleva casi dos décadas viviendo fuera de Cataluña, y es, desde 2016, el director comercial de la Cadena Ser en Alicante. Los kilómetros y los años -conoce bien el País Vasco y Andalucía- le han permitido comprobar cómo «lo que era una diferencia de opinión» cuando vivía allí, el encaje político y económico de la región, se ha convertido ahora «en dos sentimientos irreconciliables».

Mientras se informa sobre el Procés recuerda cómo ha visto pueblos partirse en dos en otros lugares. «Siempre he comprendido muy bien la situación en Euskadi. Con la diferencia de que en Cataluña fracasó Terra Lliure por el rechazo total de la violencia de la sociedad, algo que sólo una minoría apoyaba en el País Vasco, la situación social es parecida». Familias y amigos callan. La independencia es un tabú.

Pide respeto y habilidad. Negociador en lo profesional y ejemplo de diversidad en lo personal -es culé y está casado con una madrileña merengue-, asegura que «todo tiene solución con el respeto». Y aporta su definición de negociación exitosa: «Aquella en la que a ninguno le queda cara de tonto».

Nierga pide decir algo, consciente de la imagen de lo catalán que se fija en algunas autonomías: «Estoy gratamente sorprendido con el trato de la gente de Alicante. Cuando hablas del tema no te transmiten que tengan ningún morbo ni intención de ponerte ninguna etiqueta», asegura el directivo de la cadena de radio.

«Alguien decía el otro día que debería volver la mili. Ir a Sevilla a tomar unos tintos o La Coruña a comer nécoras. Así se hacen amistades y se quitaría esta obsesión, este sentimiento que yo no entiendo». Ramón, exjugador del Hércules y del Espanyol, mezcla interjecciones en catalán y en castellano mientras cuenta cómo viene del «epicentro de todo esto» y tiene uno de los apellidos, Balasch, con más solera de la comarca de Osona, de cuya capital es su pueblo, Vic. Futbolista y aparejador retirado y vecino de Alicante, pide a los líderes catalanes que acaben con esta «sinrazón»: «¿De verdad se creen que somos superhombres o algo así? Me dan una pena tremenda».

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